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jueves 2, mayo 2024

Adaptarse al clima, todo un reto. José Manuel Rico

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El decano de la Facultad de Biología José Manuel Rico Ordás conoce a fondo el medio marino y ha podido constatar los efectos del cambio climático en la costa asturiana. Ante un horizonte difícilmente optimista, el también co-director de la Cátedra de Cambio Climático de la Universidad de Oviedo (CuCC) alerta de lo que se nos viene encima si no cambiamos nuestras directrices medioambientales.

-Los científicos lleváis muchos años avisando sobre el cambio climático y sus consecuencias. ¿Os habéis encontrado muchas sorpresas a lo largo de este tiempo?
-A estas alturas ya nada te sorprende. La primera vez que se habló de los gases de efecto invernadero fue en los años 60, y fue a través de un trabajo puramente científico que decía que el CO2 desempeñaba un papel sobre la conservación del calor en la atmósfera. Y la primera vez que se mencionó el cambio climático de origen antropogénico fue en el 92, en la cumbre de Río de Janeiro, así que hace ya treinta y un años que se lleva hablando de esto.
El cambio climático no es algo que vaya a ocurrir, es algo que ya está ocurriendo. No hay más que abrir un periódico cualquier día para ver alguna situación excepcional. Cada año se van acumulando más y más y más evidencias de que estamos llegando a una situación en la que sobrepasaremos el punto de no retorno, que para la mayor parte de los científicos es un aumento de la temperatura media del planeta de 1,5ºC.

-¿Estamos próximos a este punto de no retorno?
-Sí, estamos muy cerca porque este año tenemos un aumento de la temperatura media del planeta de 1,15ºC. Se esperaba que pudiésemos permanecer por debajo de esta cifra hasta al menos el 2050, pero ya la tenemos en 2023 y estamos muy cerca del 1,5º, con lo cual esto debería ser una preocupación inmediata.
No se ha hecho nada efectivo para conseguir revertir estas cifras. El problema es que el clima es un sistema muy complejo y, aunque ahora tomáramos medidas, probablemente no empezaríamos a ver los resultados hasta dentro de veinte o treinta años. El propio sistema tiene una inercia que impide que, incluso haciendo reducciones drásticas de las emisiones, se noten pronto los efectos.

“Lo que más preocupa ahora mismo es el aumento de la temperatura y su consecuencia más peligrosa: la fusión de los hielos”

Deshielo

-Ese temido aumento de 1,5ºC ¿qué trae aparejado?
-Es lo que se llama un punto de no retorno porque conlleva varios efectos en cadena. Lo que más preocupa ahora mismo es el aumento de la temperatura y su consecuencia más peligrosa: la fusión de los hielos. A medida que se van fundiendo, en las zonas más frías como el Ártico también se deshiela el permafrost, una capa de suelo que permanecía congelada y en la que hay acumulaciones de metano. Una molécula de metano produce el mismo efecto invernadero que 250 moléculas de CO2, por tanto, si de repente empieza a liberarse metano a un ritmo muy superior al que estábamos acostumbrados, no sabemos en cuánto se va a intensificar el cambio climático.
El aumento de la temperatura también produce cambios en las corrientes marinas que pueden dar lugar a fenómenos como El Niño, que es una corriente marina en el centro del Pacífico pero que afecta por conexiones atmósfera-océano a todo el planeta.

-¿En ese punto de no retorno el cambio podría aumentar de forma exponencial?
-Sí, eso es lo que parece y lo que nos tememos. Precisamente ese 1,5º marca la frontera en la cual todavía podemos predecir lo que más o menos puede pasar. Hasta ahí los meteorólogos pueden andar en un terreno más o menos firme, pero a partir de ahí ya no se atreven a predecir porque tienen que sumar tantas variables que se desconocen las consecuencias, pero desde luego optimistas no son.

“En el Mediterráneo se están dando temperaturas totalmente anómalas. Yo sólo las había visto buceando en zonas tropicales, en Maldivas, en el Caribe…”

José Manuel Rico Ordás, decano de la Facultad de Biología
José Manuel Rico Ordás / Foto cedida por J.M. Rico Ordás

-Este año el agua del Cantábrico está a una temperatura totalmente inusual, ¿es una consecuencia de lo que ya está pasando?
-Sí, y en todo el Atlántico, porque comparando la media de los últimos 100 años se ha han sobrepasado todos los datos. Ha habido años cálidos y años fríos, pero es que este está por encima de todos los registros, y del Mediterráneo ya ni te cuento porque allí están dando temperaturas de 29 y 30ºC. Son totalmente anómalas, yo sólo las había visto buceando en zonas tropicales, en Maldivas, en el Caribe, etc.

-¿Cómo está afectando al paisaje submarino de la costa asturiana?
-Desde 2007 hemos ido viendo cómo el paisaje submarino iba cambiando drásticamente. Hasta ese momento el paisaje habitual eran los bosques de laminarias, grandes algas pardas que formaban una especie de dosel con una altura aproximada de dos metros. Pero ese paisaje de bosque ha desaparecido prácticamente por completo. Imagina lo impresionante que sería que todos los bosques de Asturias quedaran sustituidos por praderas, pues eso es más o menos lo que ha ocurrido en la costa, pero como es un medio que nos resulta más ajeno no somos tan conscientes. Los pedreros están también muy cambiados, las especies dominantes que había antes prácticamente están reducidas a la mínima expresión y hay menos especies de algas que son los principales organismos fotosintéticos en el medio costero. Lo que hay ahora son muchas más algas ocasionales, oportunistas.

“El cambio climático no es algo que vaya a ocurrir, es algo que ya está ocurriendo. No hay más que abrir un periódico cualquier día para ver alguna situación excepcional”

-¿En qué especies habéis notado mayor disminución?
-Muchas especies de crustáceos que vivían en estos bosques de laminarias se han reducido muchísimo, especies como el Santiaguín, la langosta o el lubrigante. En el caso del erizo de mar, el oricio, el descenso se debe a una combinación de estos cambios y el efecto de la sobrepesca. Se pescó intensivamente, sobre todo en los años 90 y a principios del siglo XXI porque aumentó el valor del recurso, y su captura prácticamente no estaba regulada. Desde hace unos años está vedado para ver si hay suerte y se recupera, pero lo hace muy lentamente porque su principal hábitat eran los bosques de laminarias.

-La fisonomía del litoral asturiano ya está cambiando con el cambio climático, ¿en dónde se hace más patente?
-Esto se nota mucho en los sistemas dunares, que en Asturias no es que sean muy abundantes, pero hay algunas playas de arena con sistemas relativamente notables, como por ejemplo la playa de Peñarronda, Xagó, San Juan de Nieva, Salinas y Barayo. Estos sistemas dunares han retrocedido, en algunos casos, más de una decena de metros. En Salinas no hay más que mirar desde la playa hacia las dunas y no hay más que ver que hay pasarelas que están colgando en el aire.
En los últimos 50 años llevamos medidos unos 10 cm de ascenso del nivel del mar, puede parecer poco, pero que todos los océanos suban esa cifra quiere decir que los temporales avanzarán más hacia dentro e irán recortando los sistemas dunares y es lo que vemos, un retroceso bastante evidente.

“El problema es que el clima es un sistema muy complejo y, aunque ahora tomáramos medidas, probablemente no empezaríamos a ver los resultados hasta dentro de veinte o treinta años”

-¿Los gobiernos y entidades locales deberían hacer más por adaptarse a las nuevas condiciones?
-Claro, de hecho, el Panel Internacional de cambio climático ya no habla de qué hacer cuando llegue el cambio climático sino de cómo adaptarnos a él. Ya está aquí y ahora, aunque tomemos medidas durante unas cuantas décadas, tendremos que convivir con esta situación de cambio global. ¿Y cómo deberíamos adaptarnos? Pues desde luego no construyendo de forma desaforada en la zona costera. Deberíamos dejar que los sistemas naturales actúen de barrera de protección y proteger los sistemas que son más frágiles. En las zonas tropicales son los manglares, pero aquí son las zonas de costa rocosa y especialmente los sistemas dunares. Ahí habría que hacer un esfuerzo muy grande de protección, y que cuando se diseñen estructuras portuarias o cualquier otra infraestructura en la costa, se tengan en cuenta los efectos que van a tener sobre las corrientes marinas y se prevean los posibles daños que pueda causar el ascenso del mar sobre estas construcciones.

-Algún ejemplo de adaptación exprés que deberíamos hacer en Asturias.
-Aquí, por ejemplo, tenemos que ser conscientes de que si la temperatura media es cada vez mayor, el riesgo de incendios como los que ocurrieron esta primavera en el Occidente es cada vez mayor. Por lo tanto, no se puede hablar del uso cultural del fuego. Esto estaba muy bien en el siglo XIX cuando no había tanto riesgo, pero es que ahora es muy alto; no se puede jugar con fuego al lado de la gasolina. Toca adaptarse a unas nuevas condiciones y ahora que tenemos muchas más herramientas tecnológicas deberíamos ser capaces de hacerlo.

“Tenemos que ser conscientes de que si la temperatura media es cada vez mayor, el riesgo de incendios como los que ocurrieron esta primavera en el Occidente es cada vez mayor. Por lo tanto, no se puede hablar del uso cultural del fuego”

Incendio forestal

-En el Cantábrico se escucha decir este verano “qué buena está el agua para bañarse”. ¿Deberíamos estar preocupados o tenemos posibilidades de que el sistema natural se adapte a los cambios?
-Sí, claro, qué buena para bañarse, pero en las especies que tienen un límite para su reproducción marcado por la temperatura, -y hay muchas especies que ya tienen problemas de viabilidad en las larvas o en la eclosión de los huevos a partir de los 20ºC- la temperatura del agua va a producir disminuciones en su abundancia.
A veces oyes a los negacionistas decir: “La tierra ya ha cambiado en épocas anteriores”. Y sí es verdad, experimentó cambios incluso mayores que los de ahora, pero todos esos cambios ocurrían a una velocidad infinitamente más lenta y, por tanto, los propios sistemas naturales iban evolucionando al ritmo de los cambios del planeta. Los procesos adaptativos son de uno o diez millones de años, pero no de 150 años.

-En una huida hacia adelante en busca de energía limpia aparece la energía eólica, pero su implantación en Asturias ya está trayendo algún que otro conflicto.
-Claro, la gente dice “pues lo sustituimos todo por energía eólica”, pero eso significa convertir un paisaje natural en un paisaje de molinos de viento. Espacio en Asturias hay mucho, pero habrá que buscar una compatibilidad, porque el Cantábrico es también un recurso natural y un paisaje a proteger.
Si llenamos todo de molinos, Asturias podría convertirse en la región más productora de energía eólica, pero ¿a costa de qué? Puestos a ello también tendrías media docena de sitios buenísimos como Navia, la Concha de Artedo o la Ría de Villaviciosa donde podrías poner centrales nucleares porque reúnen las condiciones necesarias, son sitios con agua disponible, zonas planas, con total ausencia de actividad sísmica… pero eso sería un disparate. No puedes destruir valores naturales únicos a expensas de una necesidad más o menos urgente de energía. Además, si somos un millón de habitantes en Asturias, ¿para qué quieres producir tanta energía?

Sierra del Estoupo y Capiella Martín (Valdés) en una imagen anterior a los incendios de febrero de este año
Sierra del Estoupo y Capiella Martín (Valdés) en una imagen anterior a los incendios de febrero de este año / Foto: Fusión Asturias

-La posible instalación de parques eólicos en el mar en zonas de caladero ya ha generado protestas entre los pescadores asturianos.
-Tenemos el ejemplo del mar del Norte en donde hay bastante desarrollo eólico marino, pero han sabido ir haciéndolo compatible. Han evaluado cuidadosamente el impacto y tratan de hacer una distribución de esos parques que sea racional, también están aprovechando las bases de fijación de las torres eólicas para instalar ahí sistemas de acuicultura. En la costa de Asturias habrá zonas donde no hay caladeros y no se interfiera con un impacto visual severo, zonas más o menos pequeñas y restringidas donde sí lo puedes autorizar pero, desde luego, no te guíes sólo por las zonas favorables para la instalación de un parque eólico. Dentro de esas zonas favorables tienes que excluir donde haya caladeros de valor comercial, zonas especialmente a proteger (como por ejemplo, cañones submarinos), zonas que interesen a la seguridad del tráfico marítimo, etc., y así lo vas restringiendo y haces usos compatibles.

“Si llenamos todo de molinos de viento, Asturias podría convertirse en la región más productora de energía eólica, pero ¿a costa de qué?”

-¿A medida que se incrementa la presión económica se difuminan las barreras de la sensibilidad científica?
-Sí, parece que la única presión es esa, con la típica frase de ‘crear más puestos de trabajo’, pero hay muchas más cosas que crean puestos de trabajo. Nos quejamos del abandono del medio rural, de que no existe relevo generacional para los pescadores y queremos potenciar un turismo de calidad… pero es que en muchos casos actividades industriales o de producción de energía son incompatibles con estas otras actividades. Toca, por lo tanto, hacer una buena ordenación del espacio que reparta las actividades en función de la capacidad de acogida que tiene cada ambiente.

-Imagino que en las conversaciones entre compañeros de profesión saldrán a la luz muchas cuestiones que se deberían mejorar. ¿Cuál sería tu propuesta?
-Algo que echamos mucho de menos es la poca cantidad de espacio marino protegido que tenemos en Asturias. Siendo una costa que, en comparación con el Levante, ha sobrevivido bastante bien a la presión urbanística y también a desarrollos a gran escala -sólo hay dos puertos grandes y tampoco son enormes-, echo de menos que no se ponga más énfasis en esto. En el medio terrestre estamos muy bien, pero en el mar sólo tenemos El Cachucho, que es un monte submarino a 800 metros de profundidad. En muchos países se ha demostrado que la protección de espacios entre cabos con un valor enorme como recurso natural favorece luego el desarrollo de una pesquería tradicional compatible con la propia protección.

“Echamos mucho de menos la poca cantidad de espacio marino protegido que tenemos en Asturias. (…) En el medio terrestre estamos muy bien, pero en el mar sólo tenemos El Cachucho, que es un monte submarino a 800 metros de profundidad”

-Se está observando en algunos cetáceos comportamientos extraños con perjuicio hacia embarcaciones. ¿Puede ser fruto del estrés?
-Esto es como cuando te dicen: “Cada vez hay más jabalíes cerca de las ciudades”, pero ¿no será que cada vez hay más personas en zonas del medio natural? No es mi especialidad, pero compañeros que controlan de cetáceos piensan que, sobre todo en la zona del Estrecho, este comportamiento puede deberse a dos causas: una es que una orca adulta tuviera algún mal encuentro con una embarcación y, como son animales bastante inteligentes, ahora cada vez que está cerca de un barco adopte una actitud defensiva. La segunda causa puede ser que para ellos sea una actividad juguetona. Debido a la capacidad intelectual que tienen estos mamíferos marinos son muy aficionados al juego, esto lo vemos mucho en los delfines. Puede ser que un grupo de orcas haya encontrado “divertido” meterle cuatro golpes al timón viendo que luego se para y observando la movida que se monta como consecuencia.

Carabela portuguesa
Carabela portuguesa / Imagen de smarques251 en Pixabay

-Está empezando a ser frecuente encontrar ejemplares de carabela portuguesa en nuestras costas. ¿Qué otras especies podrán llegar a nuestras playas?
-El caso de la carabela portuguesa es un poco particular porque tiene más que ver con el régimen de vientos, digamos que es un patrón más complicado de determinar. Pero sí que es esperable que con el aumento de la temperatura y con la sobrepesca de muchas especies cambien las cadenas tróficas marinas y empiece a haber más predominio de lo que llamamos medusas en general y disminuya la abundancia de especies de interés pesquero. Ya estamos viendo que algunas especies que eran de aguas más frías las encontramos ahora más al norte porque van buscando su hábitat más favorable y flotas pesqueras como la nuestra, que hacían la costera del bonito a 10-15 o 20 millas, a lo mejor ahora tienen que irse a 30 o 40 millas, con lo que eso supone de sobre esfuerzo para los pescadores, de aumento de los costes y por tanto también del precio del producto.

-Sin ánimo de ser alarmista, hay que comentar que el año pasado ya se vieron más tiburones cerca de la costa y también cetáceos de mayor tamaño.
-Es algo que vamos a ir viendo progresivamente y son cosas puntuales. Hay muchas especies de cetáceos de gran tamaño que utilizan las zonas más cálidas -es lo que ocurre en Baja California- para reproducirse, y luego se van al norte para alimentarse. Si nuestra costa se vuelve más cálida puede ser que vuelvan a aparecer los cetáceos en la costa e incluso que haya más diversidad de tiburones, pero de las 17 especies de tiburones que podemos encontrar en el Cantábrico no hay ninguna peligrosa para la especie humana. El de mayor tamaño que podemos encontrar probablemente sea el tiburón peregrino que es planctónico, no tiene dientes y es completamente inofensivo. De los tiburones con dientes el mayor es la tintorera, un escualo que como mucho puede medir metro y medio y está en mar abierto. Yo no me imagino aquí una situación como la de la costa sudafricana o californiana.

“Si nuestra costa se vuelve más cálida puede ser que vuelvan a aparecer los cetáceos en la costa e incluso que haya más diversidad de tiburones. (…) Pero no me imagino aquí una situación como la de la costa sudafricana o californiana”

-¿Antes tendremos que ver otras muchas cosas?
-Pero no es descartable, porque están ocurriendo cosas de forma tan rápida que lo que nos sorprende es a la velocidad con la que se están dando esos cambios. Esto parece que ha ido acelerándose en los últimos años.

-La situación de la ciencia en España deja mucho que desear y, por si fuera poco, Asturias va a la cola respecto a las demás comunidades con la dificultad que eso implica para vosotros los investigadores. ¿Cómo se las arreglan compañeros de otros países?
-Pues el otro día vi una publicación de la Universidad de Gante, con la que hacemos varias colaboraciones, que me llenó de envidia por lo que contaba. Cada año asignan 30.000 euros a cada investigador consolidado y a final de año tienen que justificar que han destinado esa ayuda a las actividades investigadoras. Probablemente 30.000 euros sería mucho para la Universidad de Oviedo porque somos alrededor de 1000 investigadores, pero una cantidad basal que te permita cubrir los desplazamientos, los gastos básicos de material fungible o poder contratar a un técnico para un periodo determinado seguramente mejoraría muchísimo la capacidad investigadora, porque ahora durante uno o dos meses tienes que dedicarte a buscar financiación.

-¿Racanear en presupuesto para la ciencia no es una visión un tanto miope?
-Claro, porque el dinero que se dedica a investigación y desarrollo es inversión, no es gasto. Si generas patentes y conocimientos, luego atraes a investigadores de otros países y es un motor económico de futuro. Puede que empieces investigando cosas que no parecen responder a priori a ninguna demanda, pero si tiras de ese hilo, luego va a salir algo que tiene aplicaciones industriales y que puede beneficiar a la empresa.
Hay que tener longitud de miras, pero como los políticos tienen una vida media de cuatro años no son capaces de ver más allá. Deberían ser capaces de imaginar, pero claro, es tan utópico como pensar que los políticos piensan en el bien común, ojalá.

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