Cristina García Marcos se dio a conocer con la colección “Pilgris”, con ella consiguió el XXVV Premio de la Crítica de Asturias en Literatura Infantil. Ahora, la escritora y guionista, regresa con “Niña Plátano, Chico Naranja y Sapo Gordo”, un reflexivo relato infantil con el que vuelve a sorprender.
Sico, alias de la castrillonense, vuelve a apostar por las ilustraciones de Diego Blanco López, un estilo que recuerda al cómic infantil y con el que invita a sumergirse en esta obra literaria de Velocismo Editorial que, aunque destinada a los pequeños de la casa, también atrae a los adultos.
-Cuéntanos qué nos encontramos en Niña Plátano, Chico Naranja y Sapo Gordo.
-Es un cuento que parte de una situación muy cotidiana: dos hermanos, una “mascota” y una convivencia con sus tensiones. La niña es una obsesiva del orden, el niño un desordenado de manual y la mascota un sapo travieso. Los tres personajes son muy peculiares, con esa peculiaridad a lo Wes Anderson que tanto me fascina de sus pelis. Es una historia de niños, pero también con un giro adulto porque hay una reflexión sobre el pasado.

«En este caso, no hay un villano, no hay moraleja cerrada, ni siquiera una respuesta definitiva. Los personajes no son modelos a seguir ni ejemplos de nada; son formas distintas de entender el mundo»
-Afirmas que no es una “típica” narración infantil. ¿En qué difiere del arquetipo?
-En muchas narraciones infantiles, el recorrido suele ser directo: se plantea un problema, aparece un antagonista o conflicto externo, y se resuelve con una moraleja. En este caso, no hay un villano, no hay moraleja cerrada, ni siquiera una respuesta definitiva. Los personajes no son modelos a seguir ni ejemplos de nada; son formas distintas de entender el mundo. El cuento no impone un punto de vista, sino que acompaña y plantea. No busca dar respuestas, sino dar espacio a la interpretación, y eso en la literatura infantil no es tan habitual.
-¿Los temas cotidianos son los que mejor llegan al público, ya sea infantil o adulto?
-No exactamente, de ahí la variedad de géneros, pero es cierto que la cotidianidad es el terreno donde más fácilmente nos reconocemos y que nos da una cierta seguridad. Lo importante y lo fascinante siempre es cómo se trata esa cotidianidad, puede ser un laboratorio para explorar la vida en un sentido amplio y nuestras emociones y contradicciones, o puede resultar una jaula si uno sólo se centra en la monotonía.
-Mencionas la complejidad de lo simple en este relato. ¿De dónde procede esta
complejidad?
-Por un lado, de cómo están tratados los elementos. Hablo de un cuento con una estructura sencilla, pocos personajes y situaciones reconocibles, pero lo que los personajes representan y cómo se relacionan entre ellos abre muchas lecturas. No es un cuento que se agote en la primera lectura. De ahí esa complejidad: no por acumulación, sino por profundidad.
Por otro lado, de mi manera neurodivergente de percibir el mundo, es decir con una intensidad abrumadora y repleta de patrones e información externa e interna, sensorial, emocional, intelectual, relacional, y tener que condensarlo en personajes, situaciones, en relatos cortos, y hacerlo entendible para un público infantil es un gran reto.
«La manera que yo he encontrado de manejar ese aparente caos es mediante la creatividad, como le pasa a uno de los personajes»
–¿Es verdad que a veces los libros que parecen más sencillos son los más difíciles de escribir?
-Totalmente. Porque detrás de la sencillez hay mucha depuración. La sencillez con sentido requiere claridad, precisión, y haber pensado mucho más de lo que aparenta y se expresa. Para mí, lo más difícil siempre es tomar decisiones quirúrgicas entre no sobreexplicar, pero a la vez hacerlo entendible.
-¿Qué te inspiró a escribir esta historia? ¿De dónde surge?
-Surgió en un viaje a Londres, hace ya bastantes años. Inicialmente la concebí en inglés y para un público adulto, con un tono más macarra. Pero no terminaba de encajar en mis proyectos. Años después la transformé: la adapté al mundo infantil, al español, le di otro tono, inicialmente lo presenté a un concurso, y finalmente se convirtió en lo que es hoy: un cuento accesible pero introspectivo con un aspecto visual muy concreto y una portada muy fanzinera.
-¿Con qué te identificas más, con la parte de orden o caos de sus personajes?
-Pues yo tengo una tendencia natural hacia ser un poco control freak con mi vida, pero es algo que me hace mucho daño y que mantengo a raya, entonces trato de ordenar sin controlar. Por otro lado, la vida con frecuencia hace estallar ese control, es mucho más salvaje y natural, y la manera que yo he encontrado de manejar ese aparente caos es mediante la creatividad, como le pasa a uno de los personajes. De hecho, desde mi experiencia personal, la creatividad suele venir del orden que le imprimes a un episodio más o menos caótico que tienes que transitar. Por tanto, me identifico con ambos.