En la pluma de la gijonesa Pilar Sánchez Vicente fluye la fascinación, la misma que experimentó cuando descubrió a la guerrera astur Sancha Asuera, La Valentona, en las memorias de un clérigo del siglo XVII. «Aquella mujer merecía una novela». Se documentó, buscó localizaciones, cerró los ojos y habitó su piel… Así nace “El cantar del Norte. La guerrera Astur”, Premio Edhasa de Narrativa Histórica 2025. La historia de las mujeres guerreras que, a la sombra del rey Pelayo, libraron y ganaron batallas durante la Reconquista.
Sancha estaba ahí, en la tradición oral del oriente de Asturias, esperando ser rescatada. «La mitad de la población más una somos mujeres, y el resto son hijos nuestros. Sin embargo, estamos desaparecidas en la Historia y eso no se sostiene». Había llegado el turno de Sancha Asuera.
-¿Por qué decides ser historiadora?
-En 1974 gané el concurso de cuentos navideños del cole, y me regalaron un libro titulado 15 Aventuras de Arqueología. Aquello definió mi vocación, o lo eligieron ad hoc porque ya se me veía, las profes son muy listas. No pude estudiar Arqueología porque la carrera sólo se hacía en Madrid y, aunque siempre estudié con beca, no había dinero en casa, éramos una familia numerosa. Así que hice Geografía e Historia, que se cursaba en Oviedo. En cuarto curso empecé la tesina, dirigida por mi querido Juan Ignacio Ruiz de la Peña Solar, y fue él quien me propuso trabajar sobre el papel de la mujer en la Edad Media, estudios que empezaban a surgir entonces.
-¿Cómo es el perfil de las mujeres silenciadas que estás sacando del olvido en tus libros?
-Las hay en todas las esferas, tiempo y lugar, y sus dedicaciones son múltiples. Muchas fueron conocidas y valoradas en su época, pero comparten el anonimato al que fueron relegadas en el relato de la historia. No obstante, las mujeres cuya biografía es conocida –Olympe de Gouges, Sancha de Castilla, Ermesinda…–, suelen ocupar un lugar secundario en mis novelas; mis protagonistas representan a las olvidadas, a aquellas que luchan a diario para sobrevivir y logran brillar en un mundo que no está hecho para ellas.
«Las protagonistas de mis libros representan a las olvidadas, a aquellas que luchan a diario para sobrevivir y logran brillar en un mundo que no está hecho para ellas»
-Dime qué experimentaste cuando te encuentras con las memorias del clérigo del siglo XVII que te sirvieron para dar vida al personaje de Sancha, La Valentona.
-Una emoción indescriptible. Y la seguridad de que aquella mujer merecía una novela. ¿Quién era Sancha Asuera? ¿Qué historia tenía a sus espaldas? ¿Cómo habían logrado su nombre y sus hazañas perdurar en el tiempo? Y ser recogida su existencia por un clérigo, nada sospechoso de feminismo, por otra parte (risas).
-¿Aparece en algún otro sitio recogido la existencia de estas mujeres guerreras?
-En la tradición oral del oriente de Asturias se habló siempre de “las capitanas de Pelayo”, incluso se citan algunos nombres como Capitona y Aguiletona que recojo en el libro. Igualmente se habla de la troncada de Pelayo, o la cueva donde estuvo refugiada su hermana. Pero más documentación al respecto no encontré, lo que no quiere decir que no exista.

-¿Realmente el rey Pelayo en el siglo VIII se rodeó de un ejército de mujeres para luchar codo con codo como recoges en el libro?
-Realmente, de Pelayo no sabemos nada. La primera vez que aparece citado es 200 años después de su supuesta existencia en la Crónica Albeldense, y la batalla de Covadonga ni se menta, se inserta en otra crónica posterior. Sensu stricto, todo puede ser una fábula, es lo que pasa con la mayoría de mitos, que surgen de leyendas. Y no hay mayor mito de la historia de Asturias que Pelayo y Covadonga. Así que, ¿por qué no un batallón de mujeres? En ese tiempo todavía están vigentes clanes y tribus, si había que pelear, peleaban todos, menores incluso.
-En alguna parte del libro, parece que transmites lo que pasa como si estuvieses allí. ¿Te resulta familiar?
-La vida cotidiana en la Edad Media me resulta familiar debido a mi formación, pero el paisaje también tiene importancia en la novela. El valle de Orandi, Cangas de Onís, las montañas cantábricas… son escenarios duros para la vida, pero su magia es innegable. En todas mis novelas me precio de hacer trabajo de campo: buscar localizaciones, sentir en las piedras el paso del tiempo, cerrar los ojos y habitar otras pieles, pasar frío, incluso miedo, para poder transmitir a los lectores esas sensaciones con la mayor fidelidad posible.

«En la tradición oral del oriente de Asturias, se habló siempre de “las capitanas de Pelayo” incluso se citan algunos nombres que recojo en el libro»
-¿Cómo consigues equilibrar la fidelidad a los hechos históricos con la creación literaria?
-Una cosa son los hechos históricos y otra el relato que se hace de ellos, que suele ser posterior e interesado de la parte que lo escribe. Gran parte de la historia que conocemos se basa en romances, de ahí que meta alguno en el texto. Todo el mundo (por lo menos de mi edad), conoce el romance del rey Rodrigo, a partir del cual se escribió el fin del reino visigodo y la irrupción de los musulmanes en Spania. Sin embargo, en la novela incorporo los últimos descubrimientos arqueológicos, parece ser que la batalla de Guadalete no fue en tal lugar, sino en la laguna de Janda. La fidelidad de los hechos se mantiene en el trasfondo de la novela: es un período fronterizo, todo sigue girando alrededor de las villas, pero están surgiendo los pueblos y mercados, y asistimos a la expansión de la cristianización a través de conventos y monasterios, en detrimento de los cultos primitivos. Y eso queda bien reflejado.
-¿Cambia mucho la historia de la Edad Media, que tú has investigado en profundidad, si se cuenta a través de las mujeres?
-La historia de todas las épocas que conocemos es una historia mutilada. Siempre estuvimos ahí, aunque el discurso patriarcal y decimonónico nos haya excluido. El primer imperio fue de una reina, la de Saba; la primera persona reconocida por producir una obra literaria propia fue una mujer, Enheduanna; el primer oficio de la humanidad fue el de partera; la primera escultura es de una Venus esteatopigia; la primera novela moderna fue escrita en el año 1000 por Murasaki Shikibu… sólo hay que levantar las alfombras y olvidarnos de nuestros prejuicios, desaprender para aprender. Las mujeres somos la mitad más uno y el resto hijos nuestros. ¿Cómo no vamos a tener que contar?
«Lo que me admira es que, siendo el mito de Pelayo y Covadonga (algo sobre lo que se han escrito ríos de tinta), nadie hubiera reparado en esta mujer»
-De todo lo que te has encontrado, ¿qué historia te ha generado mayor admiración?
-Una vez más, lo que me admira es que, siendo el mito de Pelayo y Covadonga (algo sobre lo que se han escrito ríos de tinta), nadie hubiera reparado en esta mujer. Por una parte, me duele esta ocultación sistemática de nuestra presencia, por otra, celebro contribuir a la reivindicación de su figura como emblema y enseña de tantas otras que esperan ser descubiertas.
-Frente a lo que se piensa, has dicho en alguna ocasión que la Edad Media tiene algo de luminoso… ¿En qué te basas para decir esto?
-Para empezar, la Edad Media dura diez siglos, ¡¡¡mil años!!! Nace y se desarrolla la sociedad tal y como la conocemos, es una época rica y variada, nada tiene que ver el año 745, en el cual se desarrolla la novela, con el año 1492. Sin embargo, en los libros de texto se lo saltan de un plumazo, y esa versión “oscura” se debe nuevamente al relato decimonónico que ensalza el Renacimiento, sin tener en cuenta eso, que es una vuelta a lo clásico, una copia, mientras que en la Edad Media todo es nuevo, nos inventamos cada día.

-«La historia es el mayor relato de ficción conocido», has dicho. ¡Menuda declaración de intenciones…!
-Antes de decir qué sucedió, hay que imaginar qué pudo suceder. La verdad es la más verosímil de las mentiras posibles, mientras no intervenga la arqueología. Incluso las fuentes escritas, como las crónicas, hay que analizarlas con reparo, suelen ser copias manipuladas al servicio del poder, sobre todo cuando la escritura estaba en manos de unos pocos. Pero mira, la que sabemos cierta es la de doña Fakilo, la vinatera, pues su firma aparece en un documento transaccional. De ahí la importancia de los protocolos notariales, las escrituras públicas conservadas en los archivos… Dan fe de lo que sucede en la vida real, más allá de lo que ordenan testimoniar la realeza o la Iglesia, que siempre tienen una intención legitimadora de sus intereses.
«Que nadie piense que el feminismo es reciente, la reivindicación pública de la igualdad la tenemos ya en el Medievo»
-«Cada una es feminista desde su propia trinchera», ¿cuál es la tuya?
-La literaria, sin duda. Aunque a diario también hay que batallar, los derechos adquiridos no son para siempre, corremos riesgo de perderlos cada día. Que nadie piense que el feminismo es reciente, la reivindicación pública de la igualdad la tenemos ya en el Medievo, con los Memoriales de Agravios, y alcanzaría su máximo apogeo en 1400 cuando Christine de Pizán se alzó en defensa de su sexo con “La ciudad de las damas”. Y aquí seguimos, luchando por nuestro espacio al sol, sin renunciar a un destino propio, como dijo Emilia Pardo Bazán.
-Por último, ¿qué pensaste cuando tuviste el libro ya terminado en tus manos?
-Que este premio era para Sancha Asuera y todas las mujeres cuya memoria fue sepultada en el mar del olvido. Aparte, quedó editada preciosa, mismamente en las guardas se puede ver la representación más antigua de Covadonga, que se conserva en la Biblioteca Nacional. Es un lujo de edición para una novela que, como destacó el jurado, es perfectamente creíble.