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domingo 6, octubre 2024

Adolfo Lombardero, escritor. “Si quieres verla, la magia la vas a encontrar en todas partes”

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No oculta su pasión por el mundo de los seres fantásticos y mitológicos, le viene de una infancia en la que soñaba con historias de dragones, hadas, encantamientos y hechiceros. Por eso, no es de extrañar que este artesano y escritor haya encontrado en la mitología asturiana un mundo apasionante en el que crear.

De su inquieta imaginación ha nacido recientemente La Ayalga, una publicación que combina el mundo mágico de Asturias con una iniciativa de gamificación, rama de la que también es un gran conocedor.

Adolfo Lombardero
Foto cedida por Adolfo Lombardero

-¿De dónde proviene tu interés por la mitología?
-Siempre fui un niño que leí muchísimo; mi madre cuenta que leí La historia interminable con seis años. Empezando así, tan pequeño, el cerebro se va modelando. Además, tenía un tío que era muy místico, muy mágico, y que siempre nos contaba cosas; cuando íbamos a hacer una excursión y encendíamos una hoguera, él nos hablaba de las salamandras. Entre una cosa y otra acabé siendo un apasionado de la fantasía y la literatura fantástica y esto derivó en que me gustase la mitología asturiana.
Los autores de literatura fantástica matarían por tener una mitología como la de Asturias, porque aquí tenemos todo lo que es lo clásico, lo arquetípico. Temas como los dragones, las hadas o los duendes… que son muy recurrentes en la fantasía y aquí son algo autóctono.

-Hace unos meses publicaste La Ayalga, un libro que presentaba la mitología de una forma diferente, combinando ficción con leyenda.
-El que exista una mitología en Asturias no quiere decir que los autores no dejen de crear en torno a ella. Como la mitología está en las historias antiguas, nadie se atreve a novelizarlas o a crear nuevas historias, que fue lo yo que quise hacer en La Ayalga. Traté de coger esos mitos y llevarlos a la novela fantástica, contándolos a mi modo.

“El cristianismo, más que extinguir los mitos, lo que hizo fue apropiarse y modelarlos a su antojo, a su conveniencia”

-Muchas historias presentes en nuestra mitología son similares a las que aparecen en otras creencias y mitologías europeas. ¿Se bebe de las mismas fuentes?
-Sí, ahí hay que utilizar la palabra sincretismo, ni más ni menos. De hecho, en Asturias hubo una época muy difusa entre la llegada del cristianismo incipiente y la salida del paganismo; se produjo una mezcla de símbolos paganos con símbolos del cristianismo, como las cruces. Y esto se veía reflejado en las puertas de los hórreos y en sitios así.

Y es verdad que la mitología asturiana bebe mucho de las fuentes de la mitología nórdica, creo que es por el carácter celta que tenemos aquí y que nos gusta a la mayoría. Si sigues, por ejemplo, la pista del cuélebre, esta te lleva hasta Noruega o incluso a Irlanda por sus dragones de dos alas, como el wyvern.

Ilustración de Thanya Castrillón de La diosa Deva, perteneciente al libro La Ayalga
La diosa Deva, perteneciente al libro La Ayalga / Ilustración: Thanya Castrillón

-¿La llegada del cristianismo trajo la muerte de los mitos?
-El cristianismo más que extinguir lo que hizo fue apropiarse y modelar a su antojo, a su conveniencia. Cuando un mito era benevolente, por ejemplo una xana buena o una aparición de la diosa Deva, rápidamente se apropiaban de ello y lo convertían en una aparición de la Virgen María. Sin embargo, si el mito era malvado o peligroso, enseguida lo demonizaban y lo convertían en la otra cara de la moneda. Y lo mismo con los lugares sagrados; de hecho, aquí en Asturias, el templo cristiano más antiguo que hay está erigido sobre un monumento megalítico de la Edad del Hierro.

-Hay seres del imaginario popular asturiano archiconocidos pero otros no lo son tanto. ¿Queda mucho por descubrir?
-Sí, por eso digo que esta mitología es la adorada o deseada de cualquier autor de fantasía, porque son innumerables los monstruos, los seres mitológicos e incluso los dioses. Tenemos muchos dioses del panteón celta, aunque tal vez un poco deformados con el paso del tiempo.
Precisamente, en el libro, tratamos de poner en valor la mitología menos conocida y, por eso, aunque era de rigor sacar a personajes como la Xana o el Trasgu, también quisimos hablar de otros menos conocidos como Freba o el Ojíncano, que es un cíclope. Este último, por ejemplo, tiene que ver con la mitología griega, con Polifemo.

-¿Cuándo se dejó de creer?
-Desde el siglo I hasta el siglo IX la gente creyó en todo esto, la realidad para ellos era que estos seres existían y eran la explicación que se le daba a la gente para entender las enfermedades, el cambio de las estaciones, el florecimiento de las plantas, etc. Si faltaba una cabra o una vaca no podía ser otra cosa que un cuélebre que había venido a robarla o a matarla.

Así que ¿cuándo dejamos de creer? ¡Ay amigo!, esto es una línea muy difusa. Ahora no creemos en xanas o cuélebres, pero siempre digo que para ver el amor y la magia solamente hay que querer verlos. Si quieres, la magia la vas a encontrar en todas partes.

Yo soy de la opinión de que cuando algo se olvida, muere. En La Ayalga, el ser malvado, el malo del libro, es el vacío oscuro, el olvido. La gente desaparece o muere cuando es olvidada.
Es verdad que la tradición de los seres mitológicos es un legado que está un poco perdido, pero aún en el siglo XXI lo seguimos recordando, y hay que tener en cuenta que la última cacería del cuélebre, en la que se hizo una batida persiguiéndolo por el monte con la Guardia Civil incluida, fue en 1964, esto es hace dos días. Por tanto, no creo que hayamos dejado de creer.

“Hay que tener en cuenta que la última cacería del cuélebre, en la que se hizo una batida persiguiéndolo por el monte con la Guardia Civil incluida, fue en 1964”

-¿Qué aporta crecer con este pensamiento mágico?
-En nuestro caso, cada ser tiene una leyenda o un poder mágico asociado, cada uno tiene su personalidad o su forma de ver las cosas y se aplica a una situación o a otra. Al contrario de una religión monoteísta que lo explica todo con una única cosa, aquí cada una tiene su significado y se relaciona con cada uno de estos seres. Todo tiene una utilidad. Por ejemplo, los asustaniños como el hombre del saco o el pastko sirven para impedir que, por ejemplo, un niño no vaya por el bosque y pueda caer por un barranco o corra otros peligros.

Aquí en Asturias somos muy de personificar el mito. Si de repente en una casa hay fenómenos sobrenaturales y salen volando las vajillas o se mueven los muebles, en Europa se cataloga de poltergeist, un término que en alemán significa ‘espíritu burlón’, pero aquí lo achacamos al Trasgu. Y el Trasgu es un ser pequeñín, porque después de caer el plato él se marchó por un agujerín de la pared, por eso tien que ser muy pequeño y no lo llegamos ni a ver.

-Gracias a tu trabajo se ha activado la búsqueda de tesoros en Asturias. ¿Hay una tradición histórica de ayalgueros?
-Sí, esto es algo que el editor del libro, Iván Ojanguren, y yo fuimos observando a medida que estudiábamos para escribir La Ayalga. El término ‘ayalga’ viene de la palabra ‘hallazgo’ y aquí está muy relacionado con tesoros escondidos. El padre Benito Feijoo ya hablaba de las ayalgas, y en el siglo XVIII hubo una tradición, la de las famosas gafepas, que tuvo una explosión importante en Asturias y en Galicia.

Las gafepas eran pequeños papeles, ya amarillentos, con pistas encriptadas que decían dónde estaba la ubicación de un tesoro. Se decía que los moros habían dejado sus tesoros enterrados al huir, también que los romanos habían dejado monedas de oro, y las gafepas cobraron popularidad; todo el mundo quería ir a buscar tesoros. En las tabernas y los chigres se trapicheaba con ellas. Y cuando un señor compraba una por cinco reales, iba al lugar indicado y no encontraba nada, la culpa era de quien lo había excavado antes, no se achacaba a la gafepa que era totalmente real.

Para nuestra investigación, fuimos a la biblioteca de Oviedo y pedimos que nos sacaran el manuscrito de tesoros de Asturias. Esperábamos que nos sacaran una obra publicada, pero nos trajeron una caja en la que, además de unos guantes blancos, había papeles amarillentos escritos a mano y ya medio desechos: eran un montón de gafepas. La búsqueda de tesoros fue un fenómeno social, algo así como la fiebre del oro del oeste americano. Se sabe incluso de un hombre que estuvo excavando por la zona de Cangas del Narcea hasta que murió en 1980.

“La búsqueda de tesoros en Asturias fue un fenómeno social, algo así como la fiebre del oro del oeste americano”

-Estás colaborando con el grupo de Investigación Histórica de Laviana Los Bribones, que prepara un documental en el que también aparecen seres mitológicos.
-Sí, están haciendo un documental llamado “Adventum” que constará de 8 capítulos de 40 minutos. Estos chicos son los Indiana Jones asturianos; son aventureros, hacen buceo bajo el hielo, paracaidismo, rapel… y en el documental van siguiendo la pista de seres mitológicos e incluyendo imágenes de aventura. A mí me llamaron para participar como colaborador experto en mitología.

Hace unos días estuvimos grabando en la cueva del cuélebre de Corao, un sitio súper bonito. Allí les conté la historia de Roberto Frassinelli y la creación de la Basílica de Covadonga, que está muy relacionada con los cuélebres. Luego se fueron a buscar las cuevas por los acantilados de San Antonio y grabaron unas imágenes espectaculares.

El próximo capítulo va a dedicarse a las xanas y han localizado a una paisanina muy mayor que vio salir a una moza de una cueva a peinarse. Esa entrevista es oro y según cómo lo cuente puede ser una joya de la memoria de Asturias; hay que hablar con los vieyinos que son los que saben.

-El problema es que al ir desapareciendo los paisanos de mayor edad se llevan con ellos información no recogida.
-Sí, en Asturias hay pocas cosas escritas en comparación con otras mitologías o culturas, porque todo se transmitía de forma oral; te contaba el cuento tu güela y tú se lo contabas a tu hijo. Y no solo pasaba con la mitología. Sin ir más lejos, mi abuelo, que era un gran ebanista y tenía un gran conocimiento, cuando murió se llevó secretos a la tumba. Por la tradición familiar, yo aprendí a trabajar y tallar la madera, pero nadie como él sabía lijar o tornear de esa manera. Al menos, una talla en madera queda ahí y vas a poder verla, pero la tradición oral si se olvida nadie más la va a recuperar y en nuestra región hay muy poco escrito. Ahora que estamos en la época de las redes sociales le podemos dar difusión de una forma mucho más masiva, hay mucho que contar y toca ponerse al día.

“En Asturias hay pocas cosas escritas en comparación con otras mitologías o culturas, porque todo se transmitía de forma oral; te contaba el cuento tu güela y tú se lo contabas a tu hijo”

-¿Qué hay que tener para dedicarse a algo así?
-En Asturias, hay gente como Alberto Álvarez Peña que es una autoridad en este campo y lleva mucho tiempo haciendo prospección y recopilando información, pero no somos muchos los que estamos en esto porque es algo que te tiene que apasionar, no es algo que se aprenda memorizándolo. Investigas, aprendes y si te gusta, te empapas y como consecuencia se memoriza solo.

-Cuéntame una de las leyendas que más te haya seducido.
-Lo pones muy difícil, hay que escoger entre mil historias, pero me quedo con una que tiene que ver con la Peña del Caballar, que está en la Playa de Aguilar, en Muros de Nalón. Se supone que el peñón es un caballero que se quedó petrificado porque cargaba el peso de su amada a la espalda.

La historia cuenta que una joven se peinaba en la Fuente del Sil y le cayó al agua un cabello dorado, lo cual irritó a la xana que vivía allí. La xana envidiaba la belleza de la chica y le echó una maldición: ‘no vas a ser más bella que yo y ojalá te pase lo peor’. A lo largo del tiempo la maldición empezó a manifestarse en que cada vez que la chica se alejaba del mar se volvía ligera como una pluma, y por tanto, no podía alejarse demasiado. Y cuanto más se acercaba a la orilla del mar se volvía más pesada. La xana arrojó ese cabello dorado al agua después de hacer un amarre para que la chica nunca pudiera desamarrarse y quitarse el encantamiento. El caballero, a la orilla del mar, trató de cargar con la joven a sus espaldas para que ella pudiera acercarse a recuperar ese cabello, pero a medida que se adentraba en el agua esta iba haciéndose más grande y más pesada hasta que aplastó con su peso al caballero y ambos se convirtieron en la Peña del Caballar.

La Peña del Caballar, en la playa de Aguilar, origen de una de las historias de la mitología asturiana.
La Peña del Caballar, en la playa de Aguilar, origen de una de las historias de la mitología asturiana / Foto: Fusión Asturias

-Ya que son muchas, y para finalizar, ¿por qué nos nos cuentas otra historia?.
-Pues esta tiene que ver con el trasgu que encontramos en el Monasterio de Obona, un lugar que ya significaba algo para los antiguos, y que posteriormente los cristianos se apropiaron de él. Obona proviene del término ‘aqua bona’, que significa ‘agua buena’, y se llama así porque había una dama que aparecía al lado del río. Para nosotros siempre fue una xana, pero a partir de un momento empezó a ser reemplazada por la Virgen María y se construyó el templo al lado del agua buena donde se aparecía la señora. El trasgu, que estaba maldito y arraigado a este lugar, les hacía la puñeta a los frailes, les llenaba las madreñas de boñigas y abría la puerta del corral para que escapasen las gallinas, pero lo atraparon debido al agujero que tiene en la mano. Los trasgus son muy maniáticos y cuando cae algo al suelo tienen que recogerlo, por eso cuando se les cayó un saco de mijo este se vio obligado a recoger los granos, pero al tener un agujero en las manos no puede hacerlo y queda atrapado en un bucle. No se pudo resistir y así lo atraparon.

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