El confinamiento le dio el tiempo y el sosiego necesario para preparar su primer disco con repertorio propio. Words in vain está preparado a fuego lento, tal y como él quería hacerlo. Once canciones que beben de las músicas que han influenciado a Ángel Miguel desde que era niño.
Es profe de Filosofía y Geografía e Historia en el Colegio Loyola Escolapios de Oviedo. Dice que los tres pilares de su vida son la música, el colegio y su hijo de doce años, que le está enseñando a dejar la impaciencia a un lado y a vivir a un ritmo que le permite sopesar las cosas y convertirse en mejor persona. Sus alumnos le permiten la esperanza de pensar que un mundo mejor es posible, mientras que la música es el hilo conductor sin el que nada tendría sentido.
Con la llegada del Covid, pararon las giras, los conciertos y fue el momento perfecto para cerrar un círculo que hacía tiempo estaba abierto. En este disco hay canciones que surgen en el confinamiento y otras que estaban guardadas en un cajón y que nunca habían visto la luz. “El estar en casa encerrado, me dio el tiempo, la actitud y el sosiego necesarios para llevar a cabo este trabajo. Era el momento de aprovechar porque, de toda crisis, salen oportunidades”.
-¿Cómo definirías este disco?
-Es como una isla en el medio del océano Atlántico. Tiene parte de la costa norteamericana por su música de raíz y parte de la y la sofisticación de lo británico y lo europeo con la producción. La música que hago surge de mis influencias, de lo que he sido como músico en estos veinticinco años. De la música que he escuchado siempre y que sigue siendo mi proyecto de futuro. Considero que el pasado contiene lo que siempre quisimos ser y lo que seguimos anhelando. Ojalá le guste a mucha gente y que incorporen estas canciones a su vida.
“La música que hago surge de mis influencias, de lo que he sido como músico en estos veinticinco años”
-¿En dónde tienen sus raíces estas canciones?
-Son canciones basadas en un pasado musical, en un bagaje y una música que lleva existiendo mucho tiempo. La producción nos lleva directamente a los ochenta que es cuando yo descubrí la música, pero tiene ese deseo de atemporalidad. Todas las canciones hablan de mí y, a través de pequeños ejemplos de mi vida, cada uno las podría llevar a la suya propia. Es como la literatura medieval didáctica, que, a través de pequeños ejemplos, se ilustran situaciones vitales que son para todos.
-Hablas de un pasado musical, ¿qué hemos perdido con el paso del tiempo?
-Yo creo que la sensación de disfrutar de las cosas cocinadas a fuego lento. Sentarte, sacar tu vinilo, ponerlo en un equipo, buscar la canción que te apetece, que tardes en hacerlo y que haya un proceso de deseo y de ganas de escuchar. Ahora todo es inmediato. La música está en plataformas y el concepto de consumo es de usar y tirar. Debido a la situación que vivimos, este disco está hecho desde la calma. Se grabó en tres estudios diferentes, sin prisas, con todo el tiempo del mundo y creo que ha recuperado todo lo perdido. Todo pasa demasiado deprisa y es tan efímero que estamos perdiendo esa parte de humanidad. Igual que hay comida rápida, hay música o televisión. Tenemos la necesidad, ya casi existencial, de retomar las cosas como antes, estoy convencido de ello.
-Por tu trabajo estás en contacto con gente joven. ¿Cómo valoras su forma de escuchar música?
-Lo que noto es que ya no valoran el concepto de disco como obra. No comprenden que un disco es algo más que un conjunto de canciones y que lo disfrutas como algo global. Lo abres, lo tocas, tiene un libreto con sus letras, un diseño… Ellos disfrutan del archivo digital, de la canción suelta en una plataforma, o un vídeo de YouTube que dura tres minutos escasos. Para ellos la música es un objeto de consumo inmediato, son capaces de tener en una lista tres mil y pico canciones y escucharlas solo una vez. Por eso es importante intentar educarles en el sosiego, en pensar las cosas, en escuchar con detenimiento.
“Los jóvenes no comprenden que un disco es algo más que un conjunto de canciones y que lo disfrutas como algo global”
-¿La música es un salvavidas?
-Siempre dije que la música me había salvado la vida y estaba equivocado. El que lo hizo ha sido y es el colegio. Es el que me permite luchar contra la cultura imperante. Antes, la escuela, tendía a reforzar los principios culturales estándar que había en la sociedad. Ahora, es más contracultural que nunca y precisamente tiene que intentar que no se pierdan aquellos valores que creemos que son eternos, universales y que tienen que seguir ahí. Es una lucha que me viene muy bien porque me mantiene realmente vivo.
-Y… ¿cómo está el tema? ¿Hay esperanza?
-Hay días que pienso que nos extinguiremos pronto y otros en los que pienso que hay un futuro porque siempre hay un grupo de alumnos que atesoran una calidad humana, unos valores y un saber estar en el mundo. Tienen una cosmovisión creada, una ética de trabajo y una disciplina con sus objetivos y metas que es asombroso para la edad que tienen. Nunca sucede que no haya nadie y, mientras esto suceda, sigue habiendo futuro.
-¿Escuchan tu música?
-Sí e incluso muchas familias me siguen en redes y vienen a verme a los conciertos. Lo que pasa es que yo tengo una división muy clara. No me gusta hablar de ello en el colegio porque no quiero que nadie se confunda y crea que utilizo ese espacio como plataforma para promocionarme. No me parece ético que, por tener acceso a centenares de familias, esté todo el día dándoles la turra con mis cosas.
-¿Hay diferencia entre el Ángel Miguel que se pone delante de ellos y el que se sube al escenario?
-Cuando me ven se dan cuenta de que soy el mismo que en el aula. Ven un valor que para mí es el más importante y que es el único que intento defender en la música que es la verdad. En un mundo de corrupción, mentiras y guerras, tiene que ser incontestable. Igual que en clase les pongo ejemplos del Conde Lucanor, también utilizo cosas que me han pasado a mí cuando yo era alumno en ese mismo colegio y me estaba jugando el futuro decidiendo qué iba a hacer cuando acabase COU. Igual que no les hablo de teorías, ni les suelto los consejos que vienen en los libros, lo mismo hago con la música. Les cuento mis experiencias vitales. Intento ilustrarles ese camino de la vida en el que todos cargamos con nuestra cruz y tenemos, de vez en cuando, que dejar que los demás nos ayuden a llevarla o a levantarla.
-¿Qué significa para ti la música?
-Es uno de los tres pilares de mi vida junto con el colegio y mi hijo. Estas son las cosas de las que pretendo no separarme nunca. Forman parte de mí y no las considero un trabajo o un tiempo de mi vida, sino que son mi vida.
“Cuando me ven se dan cuenta de que soy el mismo que en el aula. Ven un valor que para mí es el más importante y que es el único que intento defender en la música: la verdad”
-¿Te imaginas un día en silencio?
-No. Sería imposible. De hecho, hace unos cuantos años, cuando falleció mi hermano, estuve muchos días sin música. Viví una época oscura en la que dejé de tocar, me mantuve al margen y fue lo peor que pude hacer. Me salva la vida de una forma totalmente diferente al colegio, pero lo hace.
-¿La entiendes libre o con algún tipo de veto?
-Quizá con la limitación de ser un poco conservador en las formas. Aunque no quieras, tienes en la cabeza la influencia de los artistas que más te han marcado y yo para eso no soy nada original. Más bien lo que hago es seguir cánones, modelos que me gustan y que tengo interiorizados. Nunca podría hacer música transgresora como en su día hizo Bowie o Queen. Lo mío son fórmulas que ya están establecidas, pero que me dan la tranquilidad y la serenidad de estar haciendo aquello que creo que está bien. De todas formas, la música, sea como sea, tiene que otorgar libertad al que la escucha, le tiene que servir para evadirse y sentirse en ese momento con una capacidad ilimitada de imaginar, soñar y de pensar en el pasado y en el futuro. Lo que yo creo que puede sugerirle a alguien una canción, resulta que no tiene nada que ver con lo que piensa cuando la escucha. Estoy recibiendo comentarios de gente que me dice que hay canciones que les recuerdan cosas y yo nunca creí que pudiesen llevar a alguien a ese universo.
“Viví una época oscura en la que dejé de tocar, me mantuve al margen y fue lo peor que pude hacer”
-Debe ser muy curioso el proceso de que tú compones una canción y de pronto llega Igor Paskual, la hace suya, y se convierte en otra cosa completamente diferente…
-Es el caso de Road To Darkness. Al principio era una canción mía, pero en el confinamiento le mandaba audios, él empezó a darme consejos de cosas para cambiar y al final la canción es de los dos. Todo lo que él me dijo, el impacto que tuvo en el resultado final, fue casi tan importantes o más que la propia letra, la melodía general de la canción o el propio riff de guitarra. Esto le ha dado al disco un carácter poliédrico, con muchas más caras de las que en un primer momento pensaba o yo podría ofrecer. La banda, la producción y todos los que han colaborado en este disco hacen que, de alguna manera, las canciones, terminen surcando mares que nunca hubiese pensado que estaban en el camino para llegar a ese puerto. Esto es lo bonito.
-¿La música genera algún tipo de compromiso sea del tipo que sea?
-Creo que el compromiso tiene que ser con la ética de trabajo. Antes que con la sociedad o con algún tema político, lo primero es con un mismo. Me acuerdo de que, cuando Alan Parsons sacó en los ochenta la trilogía que le llevó a la fama, le preguntaron qué se sentía en ese momento en el que, por fin, tenía éxito. Él contestó que no confundiera el entrevistador el éxito con el triunfo. El éxito es hacer las cosas con compromiso, con una ética, con las personas con las que quieres hacerlo, de la forma que tú quieres, con unos objetivos, una visión y unos valores. Y el triunfo es otra cosa, es algo que depende de los demás y que tú no controlas. A partir de ahí, pueden existir otro tipo de compromisos, pero para mí no son estrictamente necesarios. La música es solo música y es lo primero, si luego lleva a otras reflexiones, críticas e incluso acciones sociales y políticas pues maravilloso.
“El éxito es hacer las cosas con compromiso, con una ética de trabajo, con las personas con las que quieres hacerlo. De la forma que tú quieres, con unos objetivos, una visión y unos valores”
-¿Cómo te gustaría perdurar en el tiempo?
-Mi proyecto sería que tú, en tu estantería, tuvieses mi disco y estuviese al lado de los discos de tu vida. Si está en una plataforma, que esté en la lista de reproducción al lado de las grandes canciones que siempre te han acompañado. Mi objetivo es que forme parte de la vida de las personas que me siguen. Vuelvo al deseo de trascendencia, de atemporalidad.
-¿Hay alguna cosa concreta que encienda la creatividad?
-Yo creo que hay que seguir la máxima de Igor Paskual de que todo lo malo es bueno para el rock. Es una ley natural, siempre que te suceden cosas malas, es positivo para escribir canciones. De hecho, la gran mayoría de los discos y las canciones surgieron en momentos malos, de desarraigo, desamor o incertidumbre. Yo no digo que mi confinamiento haya sido agradable, seguramente no lo fue el de nadie, pero, en ese momento, de crisis y de problemática, fue cuando cerré el círculo.
“Creo que hay que seguir la máxima de Igor Paskual de que todo lo malo es bueno para el rock”
-Pues con la obsesión que hay ahora con el estado de bienestar, le va a ir francamente mal a la creatividad…
-Totalmente. En el fondo, la persecución incansable de la felicidad es contraproducente para la creación artística. Por lo menos en mi caso. Los momentos en los que estás abajo, cuando estás fuera del lugar en el que te encuentras a ti mismo, es cuando te apetece expresar cosas que no tienen por qué ser necesariamente de ese momento malo. Puede ser sobre el deseo de estar bien, de volver a tiempos mejores y de que te salga una canción más alegre y optimista. Pero el punto de partida siempre es esa reflexión profunda.
-En los agradecimientos del disco dices: “gracias sobre todo a Vosotras, que alumbrasteis con luz de amor el camino de mi propia música, y a Ti”. ¿Qué sentido tienen esas mayúsculas?
-Ese Vosotras son las mujeres que han sido importantes en mi vida y que, de alguna manera, los hogares que he compartido con ellas, me han inspirado para escribir canciones. La primera de ellas, mi madre y luego, otra que ha sido fundamental, es la madre de mi hijo con la que no sigo, pero sí estoy. Es otro tipo amor poliédrico. Tampoco me importa que la gente lo interprete como una reivindicación hacia la mujer porque realmente son la clave de nuestras vidas.
El Ti se refiere a ese otro pilar que es mi hijo de 12 años. Es alguien que sé que me va a acompañar siempre en la vida y de quien nunca me podría desligar. Es el descubrimiento del amor pleno y real, el que no espera nada a cambio porque es verdaderamente generoso. También te puedo decir que, el colegio, tiene mucho de esto. A mis alumnos le digo siempre que, a primeros de mes, yo voy a cobrar lo mismo les vaya mejor o peor, pero que tengan claro que nunca van a encontrar en la vida gente más desinteresada en el amor hacia ellos que sus padres y los profes.
“El AMOR, con mayúsculas, que es la generosidad, la entrega, el sacrificio, el esfuerzo siempre pensando en el que tienes al lado y sin esperar nada a cambio. Este valor lo resume todo”
-¿Cuál es el valor más importante que has aprendido y que te gustaría transmitir a tu hijo?
-El AMOR, con mayúsculas, que es la generosidad, la entrega, el sacrificio, el esfuerzo siempre pensando en el que tienes al lado y sin esperar nada a cambio. Este valor lo resume todo. Hacerlo siempre es imposible, pero si logramos acercarnos cuantas más veces en la vida a ese desinterés y a ese tipo de amor que no es sentimental, ni paternofilial, ni amistoso, estaremos educando en el valor más importante.
–Profe, músico, padre… ¿qué percepción tiene tu hijo de ti?
-Con él tengo una relación diferente porque es un niño especial. Tiene parálisis cerebral infantil desde que nació y va a un ritmo diferente a los niños de su edad. El descubrimiento de su preadolescencia es muy diferente, me obliga a comprender sus registros, ponerme en su lugar y me exige una empatía enorme. Todo lo que hago con él y todo a lo que él me obliga, me sirve en el aula para comprender a los hijos de los demás con todas sus peculiaridades y todas sus caras. De normal, soy una persona muy impaciente e impulsiva. Lo quiero todo ya y de pronto, como dicen los argentinos, tengo que bajar un cambio para poder ir a su ritmo. Es un ejercicio de autodisciplina y control. Me viene muy bien porque gracias a él he descubierto aquello que me hace ser mejor. Me hace mejorar aquello que no hago bien. Me obliga a darme tiempo para madurar.