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miércoles 4, diciembre 2024

Luga. Cantautor. “No me imagino un día en silencio”

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El cantautor argentino de raíces asturianas Luga acaba de publicar Cartas quemadas, un libro-disco en el que se recogen seis temas y una historia contada desde la sinceridad y los sentimientos surgidos de vivir.

Su abuelo Roberto nació en la zona de Monte Coya aunque, con el paso de los años, se trasladó a Sama de Langreo. En el año 52, cuando tan solo tenía 17 años, embarcó en Vigo rumbo a Argentina en busca de una vida mejor. Allí trabajó, se casó y formó una familia. Luga nació allí en el año 93 y recuerda a su abuelo hablando constantemente de Asturias, una tierra que nunca olvidó y que hizo sentir a su nieto como propia. En 2001, con sus padres y sus dos hermanos, emprendieron el camino de vuelta y regresaron a España donde volvieron a empezar.

Luga necesita sentir para componer. Sus canciones no surgen de la imaginación, nacen de experiencias, sensaciones, sentimientos, de tristezas y también de alegrías, pero todo en primera persona. Se reconoce en el carácter que forja el norte a base de lluvia y días de nubes. Desde que salió de Argentina, todavía no ha vuelto porque quiere hacerlo girando con su música por el país y puede que con este último trabajo haya llegado el momento de hacerlo.

-¿Quién es Luga?
-De titulación soy protésico dental pero nunca ejercí. Mi hermano mayor tocaba la guitarra, a mí me gustaba cómo sonaba y me dio por empezar a aprender acordes y componer. Canté en un grupo de rock, pero no me tiraba demasiado porque no podía expresar todo lo que quería. Ellos querían las canciones en inglés y a mí me gusta más usar nuestro idioma que es como me puedo expresar con toda la exactitud que quiero. Un día fui a un concierto de Fito Mansilla y, al final, nos quedamos un rato charlando con él. Me dijo que tal y como yo hablaba tenía que ser músico, así que sacó su guitarra y me pidió que tocase algo mío. A las tres frases me dijo: “vuelvo a tocar aquí en diciembre, ven que me gustaría verte”. Si te digo la verdad, cuando volvimos a vernos, no se acordaba ni de mi nombre. Me vio entre el público y le dijo a la gente: “ahora va a salir un amigo a cantar unas canciones y vais a flipar”. Me quedé un poco en shock porque todavía no estaba acostumbrado a tocar en público, pero esa mañana había compuesto Calle Soledad que está incluida en el primer disco y era de la única canción de la que me acordaba. La toqué y dijo que no me marchara porque quería hablar conmigo. Cuando acabó el concierto charlamos un rato y me dijo que me quería hacer un disco.
Con este segundo trabajo me pasó algo similar. Fito me presentó a Borja Montenegro, que es un tipo que trabaja con gente como Víctor Manuel, Ana Belén o Mara Barros. Me pidió que le tocara un tema y yo acababa de componer Llueve. Se quedó impresionado y me dijo que ese mismo verano cerrábamos la grabación del próximo disco.

“Canté en un grupo de rock, pero no me tiraba demasiado porque no podía expresar todo lo que quería”

-“Se puede escribir sin ser escritor y sin ser músico, crear”. ¿Cómo se explica esto?
-Todavía me lo sigo preguntando. Yo para componer necesito tener una libreta y un bolígrafo y la mayor parte de las veces compongo de manera conjunta la letra y la melodía. La canción me llega y no soy un compositor prolífico. Me tomo mi tiempo y además, para escribir, lo tengo que vivir. Si fuera capaz de cantar sobre cosas que le ocurren a otro, seguramente haría cincuenta canciones por año, pero para que suenen sinceras y reales, necesito vivir las cosas. En el libro digo una cosa que es totalmente cierta y es que hay canciones que las escribo y sé lo que estoy diciendo y hay otras que creo que sé de lo que estoy escribiendo y al cabo de dos meses o de un año, entiendo lo que estaba sintiendo, lo que me estaba afectando o por lo que estaba pasando. Pienso que muchas veces es el subconsciente el que te quiere decir algo y, al final, es como que también me la estoy contando a mí mismo.

-Entonces, ¿mejor sentir que pensar?
-A mí me han llegado a decir que compongo demasiado complicado y me preguntan que por qué me meto en algunos temas cuando la industria no premia que lo hagas. No te voy a decir que vivimos con censura, pero sí es cierto que nos autocensura el mercado, por eso yo no lo sigo. Esto te limita el alcance, pero por lo menos soy sincero conmigo y con la gente que me escucha.
Tiendo a enmascarar en la metáfora bastantes cosas duras que se pueden interpretar de diferentes maneras. Pero por suerte mis canciones, al ser melódicas, te permiten jugar con eso. Para cantar cosas irreales me quedo en mi casa, no apuesto todas mis cartas a cantar algo que no sienta.

“Para componer necesito tener una libreta y un bolígrafo y la mayor parte de las veces compongo de manera conjunta la letra y la melodía”

-¿Te asustan los folios en blanco, los puntos de partida?
-No. Durante la pandemia, mucha gente componía sin parar y sin embargo yo, como no estaba viviendo nada, solo hice dos canciones. No me asusta porque, si tengo algo que contar, me pongo delante y me sale. No me encasillo en los canta penas, canto emociones y estas son más fuertes cuando me pasa algo que me marca como una cosa triste, una ruptura o una pérdida. Estas me parecen sensaciones que tienen mucha más energía que las que vives cuando te pasa algo bueno. También escribo sobre ello, pero me inspira menos.

Cartas quemadas, nuevo disco del cantautor argentino Luga -Cada disco ¿es un paso más hacia delante?
-Me asusta caer en lo panfletario y no me gustaría parecerme a mi yo de antes. Evidentemente, uno tiene un estilo, pero no quiero hacer temas que suenen a mi disco anterior. Ahora estoy haciendo canciones un poco más reivindicativas para el próximo trabajo. Son más reales porque tratan sobre cosas que estamos viviendo. Siempre me he juntado con gente más mayor que yo y he ido un poco más adelantado que los de mi generación, pero son realidades que nos están alcanzando.

-¿La música del cantautor debe tener un cierto compromiso?
-Sí, aunque no por serlo tienes la obligación. Pienso que soy poseedor de un cierto altavoz y esto me hace tener un cierto compromiso con la verdad.

-Dices que “todo lo que te ocurre te forma como la persona que serás mañana o te ha formado para hoy”. ¿Qué dirías que te ha ocurrido a ti y que te ha formado para ser quién eres?
-Es algo que comparto con millones de personas y es la sensación de tener los pies en la tierra teniendo la edad que tengo y el haber vivido tan joven un cambio drástico como es una emigración. Date cuenta de que yo vengo en el 2001, en plena crisis argentina y mi familia pasa de un nivel medio-alto a un nivel medio-justo, adaptándose a un entorno totalmente distinto. Pasé de vivir en Buenos Aires a hacerlo en Betanzos, con un idioma diferente y con gente que no conocía. Todo esto te da una capacidad de adaptación buena y rápida. Ahora mismo me considero gallego-asturiano y me marca bastante esto de la lluvia, la nube, el clima… Lo interiorizo con orgullo y siento que además lo represento.

“No te voy a decir que vivimos con censura, pero sí es cierto que nos autocensura el mercado, por eso yo no lo sigo”

El mejor viaje ¿es el que se realiza de dentro hacia fuera o al revés?
-El de fuera hacia dentro es más duro. Te pones a mirar lo que estás sintiendo, tus objetivos o lo que estás sacrificando para llevar las cosas adelante y todas estas cosas son duras de asimilar, pero al final son las que más te enriquecen. El viaje de dentro hacia fuera es más agradecido. Cuando las cosas deciden salir son fluidas. Yo me pongo delante de un papel con la guitarra y un boli y todo sale, es como un suspiro hacia fuera.

-¿Existe algún momento en el que las canciones dejan de ser tuyas?
-A estas alturas de mi carrera toco en Madrid o en Barcelona y la gente se pone a corear las canciones, conocen los estribillos y hasta me piden canciones concretas. Me doy cuenta de que esto ya empieza a ser otra cosa. Con este último trabajo yo iba a hacer otra cosa y llegó la idea de hacer un disco-libro. Un día Borja, que es mi productor y también el guitarrista de Luz Casal, me invitó a un concierto de ella, me la presentaron y me preguntó qué iba a hacer. Le comenté que había unos temas que quería sacar y me dijo que ella llevaba muchos años vendiendo discos, que ahora ya es una cosa de merchandising y que había que darle un valor añadido. Como sabía que también escribía, me dijo “si lo que escribes tiene la misma calidad que lo que cantas, yo que tú haría un libro”. Me decidí y pasaron dos meses hasta que conseguí expresarlo todo de la manera que yo sentía. Quería que fuese acorde con la atmósfera de estas canciones y así fue. La inspiración me fue llevando de un sitio a otro y tengo la suerte de que me voy encontrando con gente que valora lo que hago, tiene experiencia en el sector y encima se presta a darme estos consejos.

“Pienso que soy poseedor de un cierto altavoz y esto me hace tener un cierto compromiso con la verdad”

-¿Qué valor le das a la palabra?
-Para mí esta respuesta es igual de fácil que difícil. Seguro que cuando has leído el libro te han venido a la mente situaciones que has vivido, y de esto se trata. Me pasó una cosa con un tema que se llama Llegas tarde. Una chica que era la primera vez que venía a verme, terminó llorando al escucharla. Ella, dentro de la canción, encontró su historia personal y eso la condujo a unas emociones. Es imposible que hubiésemos vivido la misma historia, igual que es imposible que hayamos vivido lo que cuentan las canciones que nos han marcado en nuestra vida. La palabra tiene el poder de despertar los sentimientos, pero es la música la que trasciende a la palabra.

-¿La música es lo que da sentido a tu vida?
-Sí. Suena a tópico, pero es real. Podría seguir viviendo sin dedicarme íntegramente a ella, pero no sin hacer música. Yo no me veo sin una guitarra, componiendo. De hecho, aproveché la pandemia para construir un estudio en casa. No me imagino un día en silencio. Tengo música puesta prácticamente todo el día. Escucho todos los estilos y épocas e incluso me gusta estudiar a autores y discografías que es algo que la gente ya no hace. Después te pueden gustar o no, pero tienes que darles una oportunidad.

“Ahora mismo me considero gallego-asturiano y me marca bastante esto de la lluvia, la nube, el clima… Lo interiorizo con orgullo y siento que además lo represento”

-¿Ha cambiado la forma de entender la música?
-La música ahora no se disfruta. Ya no digo que el reguetón nos haya matado a todos, me pongo en que ni tan siquiera se escuchan enteras estas canciones. La mayor parte de las veces no se pasa de los estribillos. Antes ibas a un centro comercial y podías escuchar el disco en aquellos cascos que había. La gente se paraba y lo oía. No todos nos podíamos permitir comprar uno todos los meses, pero ibas allí lo escuchabas y mientras tanto ahorrabas para poder tenerlo. Ahora todo se consume a más velocidad, pero no se valora. El problema de esta generación que nos escucha es que todo tiene que ser rápido y literal y lo que se perdió no es el romanticismo, en mi opinión se perdió el disfrute, porque en ocho segundos es imposible que conectes con una canción. Es como si dijeses que en media hora te lees El Quijote.

-¿Cuántos temas merecerían convertirse en canción?
-Muchos. Desde experiencias tan triviales como salir un día y cruzarse con alguien, hasta temas en los que te paras a profundizar cuando estás encerrado. Todo lo que pasa por el medio de este abanico se puede convertir en canción, pero lo que no quiero es hacer temas porque sí. Lo que quiero son canciones que piense que merecen la pena.

“El problema de esta generación que nos escucha es que todo tiene que ser rápido y literal y lo que se perdió no es el romanticismo, en mi opinión se perdió el disfrute, porque en ocho segundos es imposible que conectes con una canción”

-Sobre el escenario ¿te sientes libre?
-Es una mezcla de sentimientos, pero sí. Si coges una canción como No podré contártelo, te sientas en una silla delante de sesenta personas e intentas contarles la historia que refleja esa canción sin cantarlo, para mí, sería muy complicado. Pero cantándola, puedo hacerlo. Yo creo que todos los autores, en cierta manera, usamos las canciones y el directo como un confesionario.

-¿Y cómo se gestiona esa exposición de sentimientos?
-En cuanto lo expones ya no es tuyo. La canción Escaleras, que es la que cierra el disco, es hasta ahora la canción más dura que he escrito y me resultó muy difícil decidirme a meterla porque para mí significa mucho publicar este contenido y cantarlo en directo. De hecho, tardé tres conciertos en poder cantarla. La toco en casa y más o menos lo llevo, pero la primera vez que la canté en un concierto fue en Barcelona y en ese momento me di cuenta de que tenía ante mí a cincuenta personas a las que le iba a decir dónde estaba mi verdad. Y esto lo tienes que hacer sin que te tiemble la voz o las manos. Aunque se te llenen los ojos de lágrimas tienes que seguir porque después viene otra canción. El escenario es un confesionario muy abierto y con determinadas canciones impone mucho más.

-¿Te planteas regresar a Argentina en algún momento?
-No he vuelto desde el 2001, pero porque soy muy cabezón. Aunque todavía tengo familia allí, me dije que cuando volviese tenía que hacerlo girando. Yo creo que, con este disco, si puedo, lo voy a conseguir y lo haré haciendo lo que me gusta y sintiéndolo como yo quiero hacerlo. No de turista sino como quien realmente soy.

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