La imagen del antes y después de nuestras ciudades tras pasar la cuarentena confinados en nuestras casas no dejó lugar a dudas. El aire estaba más limpio, la contaminación lumínica y acústica había prácticamente desaparecido, el canto de los pájaros nos despertaba cada mañana… y las ‘boinas’ de color pardo presentes en el cielo se habían esfumado. Descubrimos un maravilloso paisaje más allá de los tejados.
El Covid-19 ha provocado la mayor reducción de CO2 en toda la historia del planeta. Las imágenes de satélite difundidas por la Agencia Espacial Europea nos han mostrado un importante descenso de la concentración de dióxido de nitrógeno (NO2), no solo visible en China, uno de los países más contaminantes del mundo que ha reducido un 25% sus emisiones, sino también en diversos países europeos, entre ellos España. La Agencia nos regaló imágenes de gran nitidez de Madrid, Barcelona o Valencia que sin duda pasarán a la historia.
También en Asturias la contaminación del aire se redujo un 35% de media desde la declaración del estado de alarma. Según datos recogidos por el Gobierno asturiano en las cinco estaciones de medición, se ha observado un descenso de la presencia de NO2 (gases contaminantes ligados al tráfico urbano) que en el caso de Gijón ha supuesto una disminución de hasta el 68%, en Mieres el 62% y en Oviedo, La Felguera y Sama, un 50%.
Los contaminantes de mayor incidencia en el Principado, las partículas en suspensión PM10 (polvo, ceniza, hollín), también han disminuido durante esta cuarentena entre un 11 y un 30% de media. Para el Ejecutivo esta bajada obedeció al cese de actividades no esenciales y a la reducción del tráfico rodado, por eso se ha notado más en las semanas en las que solo la industria considerada esencial funcionaba en Asturias.
En Asturias la contaminación del aire se ha reducido un 35% de media desde la declaración del estado de alarma
Nuestro parón ha supuesto un respiro para todo el planeta que podría tener más consecuencias positivas si nos centramos en la salud. Ante este escenario podríamos aventurarnos a pensar, por ejemplo, que las cerca de diez mil muertes prematuras que, según el Instituto de Salud Carlos III y la Agencia Europea de Medio Ambiente se producen en nuestro país como consecuencia de la polución del aire, podrían disminuir notablemente de mantenerse esta reducción de contaminantes. Para que nos hagamos una idea, vivir en contacto continuo con altos niveles de contaminación es equiparable a fumar entre 5 y 10 cigarrillos diarios, informan fuentes del citado Instituto.
Ahora la pregunta clave es saber si estos impactos positivos que hemos conseguido durante el estado de alarma ¿serán sostenidos o compensados?, ¿habrá efecto rebote como adelantan algunos expertos? Cada vez más especialistas manifiestan su temor a que los beneficiosos efectos medioambientales conseguidos hasta ahora puedan quedar neutralizados tan pronto como la industria o el transporte recuperen su normalidad. “A pesar de que los datos pueden parecer positivos, la calidad del aire como todo lo concerniente al cambio climático es una carrera de fondo y un problema estructural. Aunque los niveles de contaminación disminuyan, esta reducción no tendrá un impacto sustancial. Ahora, todos los gobiernos están inmersos en la crisis del coronavirus y lo que más les importa es crear puestos de trabajo, volver a recuperar la economía incluso a costa de perder cosas que hemos ‘ganado’. Además, lo quieren hacer lo más rápido posible. Por ello, creo que nos vamos a retrotraer veinte o veinticinco años, sin duda alguna. Para evitarlo tendríamos que cambiar esta mentalidad de consumo que va en contra del propio ser humano y la naturaleza. Políticos y estrategas tendrían que pensar en otra alternativa porque así no podemos seguir”, reflexiona Luis Laria, naturalista asturiano y presidente de Cepesma.
Los datos están ahí. Tenemos un precedente. Durante la crisis financiera de 2008 después de ‘ahorrar’ a la atmósfera 440 millones de toneladas de CO2 en un año, se pasaron a emitir 1.600 gracias a los estímulos económicos de los estados a las grandes empresas. El cambio climático no es un tema prioritario para los gobiernos. “Estamos en una situación de emergencia. Es más fácil que se responda emocionalmente a algo que estás viviendo en el presente, como la crisis del coronavirus, que a algo que se produce a largo plazo. A ver si, como dicen, en cuestión de un año o así se descubre una vacuna o tratamiento, porque se están poniendo muchísimos medios para conseguirlo y es posible que se estén retirando de los que estaban asignados al cambio climático. Estamos ante una dualidad de intereses”, señala el catedrático de Ecología y experto en cambio climático, Ricardo Anadón.
Jumanji, los animales ‘toman’ las calles
Una familia de ocho osos se pasea tranquilamente por el Parque Natural de Somiedo, una estampa que no se observaba en los montes asturianos desde hacía muchos años. Otro joven oso visita desde hace varios días a los vecinos de El Bao, en Ibias, en busca de comida sin amedrentarse ante las voces de los lugareños. El oso, el jabalí, el zorro, el ciervo se han convertido en unos vecinos más. Mientras el coronavirus nos mantuvo confinados en nuestras casas, la fauna aprovechó la tranquilidad de las ciudades, los pueblos y los montes para ganar espacio. ¿Se trata de algo pasajero? ¿Están reconquistando su terreno? El hecho de que los animales apareciesen por ciudades y pueblos no es indicativo de una ‘reconquista’ de estos espacios por parte de la naturaleza. “El acercamiento de la fauna salvaje a las ciudades está más vinculada al abandono del medio rural, de la actividad agraria, algo que está sucediendo no solo en España sino en toda Europa occidental. Los jabalíes entran en Oviedo o Gijón, pero también lo hacen en Berlín. La ciudad se está rodeando de territorios capaces de acoger la biodiversidad. Este abandono sumado al clima que tenemos suave, semitropical, parecido a zonas de Sudamérica, genera una explosión de vegetación que sirve de cobijo y alimento para la fauna.
“Tenemos una explosión demográfica del jabalí por abandono del medio rural y lo primero que hacen es eliminar a su depredador natural, el lobo”
Roberto Hartasánchez. Fespa
En Asturias este es un fenómeno novedoso y hay quién grita, ¡nos están invadiendo!, pero eso se debe más a una falta de conocimiento, de interpretación del medio en el que vive”, explica Roberto Hartasánchez, director del Fondo para la Protección de los Animales Salvajes (Fespa) y uno de los grandes especialistas en conservación del medio natural en España. En el caso de los jabalíes empieza a ser habitual que bajen hasta las ciudades y se adentren en zonas pobladas en busca de alimento. “La gente no quiere verlos en las fincas ni que le levante las patatas. Hay rechazo a este fenómeno que es natural y en el que no interviene nadie, salvo la administración a la hora de atender las demandas sociales e intereses políticos y en muchas ocasiones lo hace mal. Tenemos una explosión demográfica del jabalí por abandono del medio rural y lo primero que hacen es eliminar a su depredador natural, el lobo. En vez de estudiar medidas desde un punto de vista biológico se generan otras que desequilibran aún más la fauna. La conservación de la naturaleza requiere cada día más aplicar conocimientos de biología, económicos, sociológicos, no se puede hacer bajo intereses o presiones”, denuncia Hartasánchez. Un ejemplo de ello es la caza del jabalí, “puedes decir que hay que eliminarlos en el entorno de las ciudades, pero lo que consigues con esa medida es que se incremente su instinto reproductor. Generas mecanismos de respuesta biológica en las hembras que van a parir cada vez más (dos camadas al año) y a edades más tempranas para seguir manteniendo el número del grupo. Son mecanismos de supervivencia biológica que llevan impresos en sus genes” explica Hartasánchez, convencido de que la biodiversidad se equilibra a sí misma.
“La ciudad se está rodeando de territorios capaces de acoger la biodiversidad. Este abandono sumado al clima que tenemos semitropical, genera una explosión de vegetación que sirve de cobijo y alimento para la fauna”
Roberto Hartasánchez, Fespa
En aquellos días de confinamiento también se recuperó el silencio y al hacerlo pudimos escuchar con más nitidez, y hasta de manera amplificada, el trino de los pájaros. “Nos ha llamado gente diciendo que ahora ven pájaros que antes no veían, -comenta Hartasánchez, y les aclaramos que siempre han estado ahí, que no es algo nuevo ni tampoco raro. Lo que ocurre es que durante la cuarentena hay menos ruido o molestias que perturben y así se escucha más el canto de aves, cosa que antes pasaba desapercibida”. El silencio es uno de los mayores regalos que recuperamos en esos días. Un silencio acústico, interior, que hizo que muchos, de repente, empezasen a ver y sentir la fauna que les rodea y lo viesen como algo nuevo.
¿Y qué ha ocurrido mientras en el mar? ¿Se ha notado esta cuarentena? “El mar tiene un ciclo bastante diferente al de la tierra, es mucho más lento tanto en recuperación como en pérdida de recursos”, apunta Luis Laria, presidente del Cepesma. El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, ha recordado hace tan solo unas semanas que el año pasado el calor del océano y el nivel medio del mar alcanzaron su grado más alto jamás registrado. Está aumentando la temperatura de los océanos a un ritmo equivalente a cinco bombas de Hiroshima por segundo y los ecosistemas sufren sus consecuencias. “Esto tiene una repercusión espectacular. Hace, por ejemplo, que dentro de seis o siete años no tengamos sardina en nuestra costa y haya que ir a buscarla al norte de Escocia. En veintidós años que llevo trabajando en el medio marino hemos detectado treinta y siete especies invasoras que antes no existían en el Cantábrico. Están desapareciendo algas como la laminaria porque la temperatura se está tropicalizando. El calentamiento también está generando una hecatombe medioambiental que padecemos con el clima porque las corrientes oceánicas son las que crean el clima y eso se traduce en tormentas tropicales, sequías y ciclogénesis explosivas cada vez más frecuentes. Y por supuesto la subida del nivel del mar. Algo que antes se creía que solo iba supeditado al deshielo y ahora los científicos reconocen que también está asociado a la dilatación del agua por efecto de la temperatura. En la playa de Barayo o Frejulfe, dunas que tenían más de trescientos años han ido desapareciendo y el mar está cada vez más próximo a la tierra”, reflexiona Laria.
Pérdida de biodiversidad y pandemias
El informe Pandemias de WWF-Fondo Mundial para la Naturaleza señala que existe un vínculo muy estrecho entre la propagación de pandemias y el tamaño de la pérdida de la naturaleza, una problemática que se acentúa cada año. “La destrucción del hábitat y la biodiversidad causada por el hombre, rompe los equilibrios ecológicos que pueden contrarrestar los microorganismos responsables de ciertas enfermedades y crear condiciones favorables para su propagación”, señala dicho informe. La solución pasaría por frenar la extinción de especies, mantener los ecosistemas, luchar contra el cambio climático y asumir que nuestra salud depende de la salud del planeta. “En el actual contexto de crisis sanitaria global provocada por el Covid-19, la prioridad es detener la expansión del virus y luchar con todos los medios posibles para salvar el mayor número de vidas humanas.
Nos solidarizamos con todas las familias que están siendo víctimas de la enfermedad y les mandamos nuestro apoyo y cariño en estos momentos tan difíciles. Pero tenemos que recordar que esta crisis está directamente vinculada con la destrucción del planeta y que, después de la emergencia sanitaria será necesario replantearse la prevención y lucha de futuras pandemias”, comentan desde WWF.
“La fusión suelo helado ha comenzado a liberar microorganismos infecciosos que permanecían atrapados en el hielo. Miles de virus potencialmente peligrosos de hace veinte o treinta mil años están aflorando y no sabemos si pueden llegar a tener una letalidad absoluta”
Luis Laria, Cepesma
El 70% de las enfermedades originadas por patógenos que se transmiten al hombre proceden de especies animales. Virus y bacterias han convivido con nosotros desde el principio de los tiempos, pero cuando el equilibrio se altera se facilita la propagación y en este sentido el hombre es un maravilloso huésped. También hay virus que resurgen del hielo. “La fusión de grandes porciones de suelo helado en el planeta ha comenzado a liberar microorganismos infecciosos que permanecían atrapados en el hielo. Miles de virus potencialmente peligrosos de hace veinte o treinta mil años están aflorando y no sabemos si, por factores térmicos o medioambientales, pueden llegar a tener una letalidad absoluta. Si nosotros mantuviéramos un mínimo equilibrio vital con la naturaleza íbamos a tener unos mecanismos de respuesta muy superiores a los que tenemos hoy”, alerta Luis Laria.
¿Cómo será el mundo tras esta crisis?
Cuando esta situación pase, problemas como cambio climático, contaminación o pérdida de biodiversidad volverán a ser problemas de gran magnitud. Si la salida de esta cuarentena no se produce de forma escalonada se producirá efecto rebote que, si bien a nivel económico puede ser bienvenido, a nivel medioambiental generará problemas serios. Todo está conectado y hemos comprobado que la degradación ambiental es un factor que nos resta defensas, nos hace vulnerables a los virus que luego acaban en pandemias. Y los científicos nos anuncian que seguirán visitándonos.
La Agencia Internacional de la Energía advierte que si las inversiones dedicadas a poner en marcha la economía no se destinan a promover otro modelo energético viviremos un peligroso efecto rebote.
Si esta vuelta a la nueva normalidad no va unida a un cambio de sistema no se podrán abordar los cambios estructurales necesarios. La propia Agencia Internacional de la Energía advierte que, si las inversiones dedicadas a poner en marcha la economía no se destinan a promover otro modelo energético -fuentes de energía limpia, renovables, etc.-, viviremos un peligroso efecto rebote.
Esta crisis es ante todo una oportunidad de modificar hábitos para asegurar un futuro digno para nuestra especie y para el planeta. De nuestras decisiones dependerá construir un futuro sostenible en el que sus habitantes puedan ser capaces de sobrevivir a los envites que nos traiga la vida. En este momento la debilidad ambiental nos ha hecho más vulnerables.