El 11 de febrero fue el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. La invisibilidad de las científicas y los estereotipos explican por qué las menores estudian menos materias STEM (Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas en sus siglas en inglés). Sólo el 30% de las personas que trabajan en ciencia en el mundo son mujeres.
La biotecnóloga Guadalupe Álvarez Cifuentes forma parte del equipo investigador del Centro Médico de Asturias. Con tan solo 32 años es la responsable técnica de I+D del laboratorio del IMOMA. Su trabajo le ha llevado a conseguir uno de los preciados premios nacionales que otorga la Cátedra de la Universidad de Barcelona Atrys. “A nivel personal siempre se ha valorado mi trabajo independientemente de mi género, no obstante, sí que veo que en muchas ocasiones a las mujeres nos cuesta más hacernos oír. Y un lastre que sufrimos tanto las mujeres de ahora como las de generaciones anteriores, es el síndrome de la impostora que te lleva a pensar “no soy suficiente” o “lo que consigo no me lo merezco”. Esto es producto de valores patriarcales sobre los que está construida nuestra sociedad. Pero soy optimista al respecto porque nosotras hoy lo tenemos más fácil que las generaciones anteriores, en el futuro habrá más igualdad”, nos comentaba Álvarez en una entrevista.
A día de hoy esta científica puede considerarse afortunada porque ha conseguido, después de mucho esfuerzo, cierta estabilidad laboral en un entorno por lo general muy precarizado. “Tengo una posición privilegiada porque trabajo en una empresa y en paralelo estoy haciendo el doctorado, eso me da cierta estabilidad. Pero la carrera investigadora o académica es superprecaria, los contratos predoctorales y los post doctorales son superprecarios y por eso muchas veces se retrasa la maternidad, que es una opción entre muchas”, reconoce la biotecnóloga.
Teresa Valdés-Solís, ingeniera química, investigadora del INCAR-CSIC en Asturias, reconocía en una entrevista que “algo que observamos en el CSIC es que las chicas no ascienden a la misma velocidad que los chicos. Al principio es más fácil acceder, hay números más igualitarios, pero luego esas mujeres permanecen en la escala intermedia, no acceden a categorías profesionales superiores, ahí si que la carrera de las mujeres se ha visto perjudicada”.
La brecha de género en ciencia es una realidad, pero es desigual dependiendo de los sectores y de los aspectos que se analicen, y tienen también diferencias entre comunidades. Asturias, por ejemplo, es una de las que tiene mayor porcentaje de mujeres empleadas en actividades I+D o de innovación, especialmente en el ámbito de las altas tecnologías posicionándose como la segunda región de España, tras Navarra, con un mayor porcentaje de mujeres empleadas en dicho sector. Supera en seis puntos a la media española, según los datos del último informe de la Cátedra de Innovación en Asturias (C_innovA).
“Algo que observamos en el CSIC es que las chicas no ascienden a la misma velocidad que los chicos. Al principio es más fácil acceder, pero luego esas mujeres permanecen en la escala intermedia, no acceden a categorías profesionales superiores”
(Teresa Valdés-Solís. Ingeniera química)
Si hablamos de la presencia de la mujer en los niveles educativos, -siguiendo con datos del mismo informe- a nivel general se observa paridad en Humanidades y Ciencias Sociales y Ciencias en Bachillerato y también en la FP. No obstante, en FP la brecha de género es muy notable en ramas eminentemente técnicas, donde la presencia de la mujer no alcanza el 10% de los matriculados.
En el caso de los estudios universitarios, aquí el peso de la mujer supera al del hombre, pero se va reduciendo a medida que avanza el nivel educativo. Asturias ocupa el segundo lugar entre comunidades autónomas con mayor presencia femenina en estudios de Informática, sin embargo, la IA, la robótica, la ciberseguridad, la biotecnología o las energías renovables, nichos de trabajo especialmente prometedores, apenas despiertan interés entre las asturianas. Aunque estamos muy bien posicionados, la presencia de la mujer en estudios STEM está muy lejos de la paridad ya que no llegó al 17% en el curso 2020-2021, según dicho estudio. La brecha de género en este campo es aún excesiva.
Si preguntamos a las científicas cuándo se les despertó el gusanillo por estas materias, la mayoría nos dice que cuando eran unas niñas. La astrofísica y responsable del Proyecto Allande Stars, Lucía González Cuesta, así lo reconocía. “Desde muy pequeña me llamó mucho la atención la astronomía y me fascinaba mirar el cielo y las estrellas. Era muy pequeña y cuando decía que quería ser astrónoma, mis padres no sabían de qué iba a trabajar y me preguntaban si estaba segura de querer estudiar eso. Al final creo que lo conseguí por tozudez. Muchos niños van cambiando, pero creo que la primera vez que dije lo que quería ser tenía siete años y no cambié de opinión nunca”.
¿Qué hacer para que las niñas se interesen más por las carreras STEM?
Despertar su curiosidad y para ello se trabaja en diferentes líneas. Una, acercando el mundo científico a los colegios desde etapas muy tempranas, cuando las niñas tienen entre 6 y 7 años, para que puedan conocer de primera mano el impacto que estas profesiones tienen en el desarrollo de la sociedad. Es importante que las niñas conozcan las diferentes ramas de la ciencia y qué posibilidades existen, dónde pueden llegar. Y aquí hay muchos esquemas que destruir según Teresa Valdés-Solís, “aún se mantiene la idea de que la física y la ingeniería son carreras muy difíciles. Hay estudios que demuestran que a partir de los seis años las niñas empiezan a verse a ellas mismas como ‘trabajadoras’ y a sus compañeros como ‘listos’. Esto es demoledor porque se deduce que empiezan a identificar a los niños con inteligencia y a ellas con constancia y no hay ningún dato que pruebe que esto sea así y menos a los seis años. Aunque los padres y los educadores hagan todo el esfuerzo del mundo, todavía hay muchas injerencias externas de la publicidad y cosas así que perpetúan estereotipos que ya no son ni del siglo pasado, sino que son del XIX”.
Asturias es la segunda comunidad española que tiene mayor porcentaje de mujeres empleadas en actividades I+D o de innovación, especialmente en el ámbito de las altas tecnologías.
Otras iniciativas que también se están poniendo en práctica es la de facilitar el contacto de las niñas con mujeres que trabajan en el sector para que así puedan conocer sus experiencias sobre el terreno, las encuentren inspiradoras y vean de qué manera pueden contribuir a crear una sociedad mejor. Como la iniciativa “Conócelas” de la Asociación Española de Investigación sobre el Cáncer, que acercó el pasado año a cientos de estudiantes del Principado el trabajo de un grupo de científicas asturianas, coincidiendo con el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Llevan varias ediciones desarrollando con éxito esta experiencia.
La falta de modelos a seguir no es porque no haya mujeres científicas, sino porque tienen menos representación en la sociedad y en los medios de comunicación, denuncian las investigadoras. ¿Vemos a las científicas habitualmente en platós de televisión, concediendo entrevistas en la radio o explicando un novedoso avance en los telediarios? Lamentablemente, la respuesta es no. Eso también pone encima de la mesa que es tarea de todos -periodistas, instituciones, docentes- el implicarse en este cambio. Nos debería de parecer rara una foto en la que solo salgan hombres y no haya representación femenina. El efecto espejo funciona, necesitamos referentes femeninos en los libros de texto, visibilizar las contribuciones de las mujeres en la ciencia en los medios de comunicación y asegurar su presencia en grandes proyectos y premios científicos.
Romper barreras y techos de cristal es un trabajo que tenemos que hacer entre todos y todas.
La igualdad no solo es un derecho, es también un valor democrático, porque una ciencia sin mujeres es una ciencia parcial que en el fondo está limitando el avance de toda la sociedad como conjunto.
La igualdad no solo es un derecho, es también un valor democrático, porque una ciencia sin mujeres es una ciencia parcial que en el fondo está limitando el avance de toda la sociedad como conjunto, además de suponer una pérdida de talento en la innovación. Si la ciencia incorpora a gente diversa, habrá diferentes ideas y los problemas se podrán abordar desde distintas perspectivas. Hasta ahora lo que predomina es una visión esencialmente masculina. Fomentar la educación en igualdad de género y asegurar que hombres y mujeres tengan la misma representación en puestos de liderazgo y toma de decisiones no es regalar nada a las mujeres, es promover de forma activa la igualdad de género en la carrera científica y el ámbito laboral. La propia Sociedad Española de Epidemiología lo advertía esta pasada semana con motivo del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia “la ciencia sin mujeres conduce a investigaciones y avances sesgados”.
En Asturias tenemos grandes referentes de científicas, mujeres que han seguido los pasos de otras mujeres anteriores y son fuente de inspiración para niñas y jóvenes. El talento femenino está vivo, solo hay que visibilizarlo. Debemos conseguir entre todos que las niñas se sientan empoderadas para que también apuesten por desarrollar sus carreras en ámbitos y profesiones STEM. El futuro está marcado por la investigación y la apuesta por la tecnología, por lo que la visión de la mujer es imprescindible. Apostar por la igualdad es crear riqueza.