El Covid-19 intensifica la brecha en el empleo hasta máximos que no se veían desde la crisis del 2008. Las mujeres son las grandes perjudicadas. La pandemia, además del coste en vidas, sanidad y economía, ha ampliado las desigualdades: más contratos temporales, jornadas parciales y precariedad laboral.
El cierre de los colegios por el coronavirus complicó, y lo sigue haciendo, la vida de las familias. Los padres han tenido que enfrentarse al reto de conciliar su vida laboral con el cuidado de los pequeños. Desde recurrir a los abuelos, ampliar el horario de la chica que hace las cosas de casa, teletrabajar si la empresa lo permite o tener que renunciar uno de los dos a su jornada para atender a todas las obligaciones.
En cualquiera de las opciones, las mujeres salen malparadas. Juan y Amelia negociaron con la empresa y afortunadamente pudieron teletrabajar desde su casa. ¿Cómo se adaptaron sus peques? “Pues como niños que son, interrumpiendo cada poco. A él le respetaban más, a mí nada… alguien tenía que atenderles”, comenta Amelia. Sus hijos daban por hecho que las puertas maternas estaban abiertas las veinticuatro horas del día, eran más franqueables que las de su progenitor. Las interrupciones de los hijos e hijas es la principal barrera que encuentran las madres a la hora de teletrabajar seguida muy de cerca por la falta de concentración (67%), según datos de la encuesta de la Asociación Yo No Renuncio impulsada por el Club MalasMadres. ¿Cómo sacar el trabajo adelante? En el mejor de los casos ajustando horarios, “unas veces me levanto antes para aprovechar el silencio de la casa; otras, tiro un poco más de largo por la noche, hay que sacar el tiempo de donde sea”, explica Amelia. Según la citada encuesta, siete de cada diez mujeres no han conseguido establecer un espacio físico exclusivo para el trabajo y tres de cada cuatro no están cumpliendo con los horarios laborales.
Las interrupciones de los hijos e hijas es la principal barrera que encuentran las madres a la hora de teletrabajar (97%) seguida muy de cerca por la falta de concentración (67%).
De forma paralela, las mujeres también han tenido que continuar cuidando a personas dependientes. “Nos encontramos, entonces, con una nueva realidad: el teletrabajo ha sido adicional al trabajo de cuidados que mayoritariamente asumimos las mujeres. Lejos de ser un trabajo que permite la corresponsabilidad de los cuidados, sobreexplota a las mujeres y conlleva efectos graves para nuestra salud como el estrés, la depresión por aislamiento y la alteración de los biorritmos. Las mujeres tenemos mucho que decir respecto a esta cuestión para que, de nuevo, no se nos explote e invisibilice”, denuncian desde el Sindicato Unitario y Autónomo de Trabajadores de la Enseñanza de Asturias.
Desde la pandemia se disparó el uso de ansiolíticos y antidepresivos, es decir fármacos que sirven para bajar la intensidad y ayudar a dormir. El pasado año, al principio de la pandemia, el director general de Salud Pública del Principado, Rafael Cofiño, alertó de que el 71% de las mujeres en Asturias entre 60 y 69 años consumía algún psicofármaco y llamaba a la calma y a la prudencia ante la crisis desatada por el coronavirus. Definió esta problemática como “una infección grave que tiene vacuna y se llama políticas de igualdad y lucha contra el patriarcado”.
El eslabón flexible
A veces, ni haciendo juegos malabares se consigue sacar adelante esta situación y hay que tomar decisiones más drásticas: alguien ha de quedarse en casa para que el otro pueda trabajar en condiciones. Las madres, por lo general, son las que pagan un alto precio tras el cierre de escuelas, el teletrabajo, la situación económica generada y el cuidado de los niños. Son ellas las que tienen más posibilidades que los padres de dejar su empleo ya sea de manera temporal o permanente. Nos lo contaba hace unas semanas una emprendedora a la que entrevistamos: “Alguien tenía que quedarse para hacerse cargo de los niños y la casa. No podíamos pagar a nadie para que lo hiciera, así que echamos cuentas -él tiene un sueldo mayor que el mío-, y me tocó”, nos explicaba.
Según las estadísticas del Instituto de la Mujer del Principado, el 93% de excedencias para cuidar a mayores, hijos y familiares la solicitan las mujeres. Y el 90% de cuidados en la región lo asumen ellas de forma gratuita, una circunstancia que lastra tanto el salario actual como las futuras pensiones. Desde la Administración se pueden poner en marcha medidas, indican desde el Instituto, incluso existe una mesa de diálogo permanente con empresas y sindicatos, pero reconocen que el mayor problema es el cultural.
Trabajar en primera línea
Las mujeres son la mayoría del personal sanitario y de los cuidados, lo que las sitúa en primera línea en lo que se refiere tanto a riesgo de contagio como a enfrentarse a las consecuencias de la pandemia y al trabajo para superarla. Cuando surgió la crisis por el nuevo coronavirus y se decretó el estado de alarma, en el primer trimestre de 2020, la rama de actividad que concentraba a más mujeres en Asturias era el grupo en el que se encuentran muchos de los que fueron considerados servicios esenciales: actividades sanitarias y de servicios sociales, Administración Pública, Defensa y Seguridad Social Obligatoria; en este grupo, además, las mujeres son el 67% del total, según datos del Instituto de la Mujer. Otro de los trabajos esenciales en primera línea de la crisis COVID 19 ha sido la de la atención a las personas mayores en los centros residenciales. Tarea que realizan un 89% de mujeres.
La otra cara de la situación es que el 79% de todos los casos confirmados de coronavirus, entre el personal que trabaja en centros sanitarios y sociosanitarios en Asturias, corresponde a mujeres, así como el 67% de los que han requerido hospitalización.
Siguiendo con los servicios esenciales, llegamos al grupo formado por los dependientes, cajeros, trabajadores de los servicios de salud, cuidado de personas, técnicos de farmacia, trabajadores de servicios de protección y seguridad, tareas desempeñadas en un 64,7% por mujeres.
El 79% de todos los casos confirmados de coronavirus entre el personal que trabaja en centros sanitarios y sociosanitarios en Asturias corresponde a mujeres, así como el 67% de los que han requerido hospitalización.
Ahora bien, el grupo más feminizado en el Principado es el de las empleadas domésticas, personal de limpieza y ayudantes de cocina, con un 67,5% de ocupación.
Es curioso que la pandemia haya puesto de manifiesto que las profesiones feminizadas que tenían menor prestigio y reconocimiento social hayan sido las que han resultado más esenciales para la atención y protección de personas afectadas. Muchos sectores de la sociedad acaban de ver el valor para el sostenimiento de la propia sociedad de muchas profesiones feminizadas, y por ello devaluadas, que ahora resultan básicas para la supervivencia. Es duro que esta evidencia haya venido acompañada de dolor, sufrimiento y muerte generados por el Covid-19, pero más vale tarde que nunca. Este virus nos ha enseñado el valor del cuidado, y que debemos derribar prejuicios y creencias sexistas si queremos construir ese otro modelo de sociedad que es posible bajo las bases de igualdad, empleo digno y sostenibilidad. Se ha puesto en marcha un movimiento imparable de la mujer que no depende del hombre pero que si se une también se podrá sentir impulsado. Como decía la actriz Emma Watson en un discurso pronunciado en UN, “¿Cómo se puede cambiar el mundo si solo la mitad de este se siente invitado o bienvenido a participar en la conversación?
Brecha salarial
• La brecha salarial visibiliza lo que ganan de menos las mujeres de media con respecto a lo que ganan los hombres de media.
• Según este cálculo, las mujeres trabajan gratis 51 días al año frente a sus compañeros.
• La pandemia ha aumentado la brecha salarial de género en España hasta superar el 23%, lo que supone un retroceso a niveles de hace ocho años (Estudio CSIF).
• Los problemas de conciliación y la falta de corresponsabilidad han contribuido en este aumento.
• El 94,18% de las personas que trabajan a tiempo parcial son mujeres.