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sábado 20, abril 2024

Navelgas

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Ubicada en el Valle del Oro, la historia de Navelgas está irremediablemente unida a la extracción de este material precioso y a la belleza de su paisaje. Sus ricas construcciones, el legado de personajes ilustres y su naturaleza aislada la hacen resplandecer a la luz del presente.

La villa dorada

La joya dorada que es Navelgas brilla sobre el cofre verde que forman los pastos de sus montañas, reservada sólo para los ojos que se aventuran a llegar hasta la villa. Los ríos, que recorren la zona como si fuesen arterias, son los que anteriormente traían hasta las orillas las pepitas de oro que los pueblos prerromanos extraían mediante el bateo y luego convertían en adornos. En cuanto los romanos supieron de su existencia, comenzaron su explotación a gran escala. El artesanal método del bateo, que acarreaba tiempo y paciencia, fue sustituido por explotaciones subterráneas e inyecciones de agua entre los canales practicados en el terreno. Toda esta actividad hizo que se bautizase la zona de Navelgas como el Valle del Oro, y su extracción se prolongó hasta los años 50. Como recuerdo, puede realizarse una ruta de senderismo que nos lleva hasta estos vestigios, y todos los veranos tiene lugar aquí un Campeonato de Bateo que atrae a múltiples expertos y también a cientos de curiosos. Como colofón, en el Barrio de San Nicolás se encuentra el Museo del Oro de Asturias (MOA), que nos descubre los secretos del mineral, sus usos, connotaciones culturales, y modo de extraerlo.
Sin embargo Navelgas es mucho más que oro, como demuestra el hecho de haber sido nombrada Pueblo Ejemplar de Asturias. Sus casonas son edificios emblemáticos, a los que se suma la Iglesia de San Juan y la arquitectura popular encabezada por paneras y hórreos.

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Imágenes de La Vaqueirada

Por Xuan Bello, escritor

Xuan BelloMi primer recuerdo de la vaqueirada, que así llamábamos a la fiesta que los vaqueiros celebran en el Alto de Aristébano el último domingo de julio allá en lo cimero de la linde entre Tineo y Valdés, data de los primeros años setenta. Habían nombrado -no fueron los vaqueiros, sino los jerarcas de la cosa- a Arias Navarro vaqueiro de honor. Uno se pregunta, conociendo como conoce la historia, cómo el mundo por aquel entonces acopiaba tanta luz en sus mañanas, tanta alegría en su seno. Gozaba aquella celebración de cierto prestigio. Declarada de interés turístico nacional en 1964, atraía a campesinos y ganaderos (xaldos y vaqueiros) y, como digo, a algún jerarca franquista de renombre que acudía, adonde Cristo había dado las tres voces, acompañado por las cámaras de la televisión. Mi recuerdo de la vaqueirada, que hoy llaman Festival Vaqueiro (www.festivalvaqueiro.com ), está sujeto a la escala de la infancia y tiene algo de fuente que le murmura al corazón la sed del mundo: tengo presente mientras escribo estas líneas el camino que va entre mi pueblo, Paniceiros, y la braña de Aristébano, a un tiro de piedra, y la memoria se me llena de un silencio que canta. Tengo presente mientras escribo estas líneas, el camino que va entre mi pueblo, Paniceiros, y la braña de Aristébano. Lo recuerdo -tenía yo seis o siete años- como un viaje muy largo que se hacía, cruzando Navelgas y Naraval, por una carretera serpenteante totalmente cubierta por una enramada de castaños. Aquella selva verde, que se hacía más frondosa todavía a la altura del teso de Castandiel, donde hoy hay una gasolinera, eran los 15 kilómetros que separaban un misterio de otro misterio, y que cuando raleaba a sus lados, que nunca por arriba, era para descubrir las laderas de unos montes altos y sombríos, cuajados de prados, aldeas y cortinos (un cercado de piedra redondo que protegía las colmenas de la gula del oso). Mi familia era xalda, aunque con algo de vaqueira por parte de abuela,y por el camino les iría preguntando por aquellos vecinos y sus cosas. La natural curiosidad desembocaba en la imaginación y superponía a lo que escuchaba la imagen arquetípica del cowboy y los indios de las praderas que conocía por el cine. Por aquel entonces ya había empezado a cambiar todo y un nuevo paradigma económico, basado en la industrialización del agro, irrumpía en las brañas y en las aldeas. Algo había, sin embargo, intacto del mundo antiguo, ese del que me hablaba mi abuelo, y mi imaginación ya digo que se disparaba. Dicen que Álvaro Cunqueiro, con pocos años, escribió una novelita de vaqueros en la que los cowboys hablaban en castellano y los indios en gallego; también yo hacía aquella traslación y, según nos acercábamos en nuestro Seat 850 a Aristébano, pensaba que los vaqueiros algo tenían de sioux o de navajos expresándose en su asturiano tan preciso. §

¿Por qué Navelgas?

Por Manuel García Linares, pintor

Manuel García Linares, pintor.Navelgas es un lugar, centro de la comarca » Cuarto de los Valles » en el municipio de Tineo; está aislado en un valle, como muchos pueblos de nuestra tierra asturiana. Por Navelgas no se pasa hacia ningún lugar, desde la época romana o posteriormente desde el comercio con León y Zamora, a través del Leitariegos. Ahora, hay que ir a Navelgas si uno tiene interés en conocer esta comarca porque quizás ese mismo condicionante haya ayudado a preservar estos recónditos valles en bastante buen estado, lejos de las aberraciones arquitectónicas producidas por la especulación.
Navelgas está situado en el centro de unión, de una vía secundaria, entre dos importantes rutas del Camino de Santiago: el Camino del interior, que pasa por los monasterios de Obona y Bárcena y el Camino de la Costa que pasa por Luarca. Pero a su vez es un importante enclave en la Ruta del Oro que va desde la costa hasta el norte de Portugal, con la peculiaridad de que éste es uno de los pocos lugares de la Península Ibérica en donde se puede practicar el bateo de oro en los ríos Bárcena y Navelgas, pudiendo obtener unas importantes pepitas de gran pureza.
Pasar unos días en Navelgas es poder recrearse con atractivos paisajes de valle y montaña; practicar el senderismo; conocer múltiples pueblos con una interesante arquitectura popular; visitar pequeñas y curiosas capillas o importantes monasterios románicos, disfrutar de fiestas y tradiciones y gozar de una gastronomía excelente en donde resalta el pote de berzas, el chosco y el lacón. Pasar unos días por estos recónditos valles es una experiencia que deja huella en quien los visita. §

Fotos: Fusión Asturias

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