Es rescatista de la tripulación del helicóptero de Salvamento Marítimo “Helimer Cantábrico” con base en El Musel (Gijón) y también remero en el barco vasco Ziérbana con el que compite desde el año 2017. Ambas actividades comparten un elemento común que lo tiene completamente enamorado: el mar. Puntualmente ejerce también como instructor y asesor en diferentes cursos que se imparten en el Centro de Seguridad y Formación Marítima Jovellanos.
Alberto González Mesa no es remero por vocación ni tampoco soñaba con ser rescatista desde pequeño. Llegó a ambas cosas como por casualidad y ahora no concibe su vida sin ninguna de las dos. El mar forma parte de su ADN y reconoce que no sería capaz de vivir alejado de él. Estudiando Educación Física en A Coruña conoció el trabajo de rescatista a través de un compañero de facultad que empezó a trabajar en el “Helimer”. “Yo no sabía muy bien qué era eso, pero cuando me lo explicó me gustó –asegura Alberto–. Por diferentes motivos, conseguí entrar en la tercera convocatoria de plazas y descubrí que es un trabajo que me encanta. Me gusta mucho el mundo de las emergencias, lo que hacemos, cómo lo hacemos y el medio en el que se hace”.
Una lesión de espalda le enseñó que la felicidad, el mantenerse positivo frente a las adversidades, no depende de lo que a uno le pase sino de cómo lo interpreta. Y también que, de algo aparentemente negativo, se puede salir fortalecido, transformado y siendo mejor persona. La realidad cambia cuando lo hace tu manera de pensar.
“Descubrí que este es un trabajo que me encanta. Me gusta mucho el mundo de las emergencias, lo que hacemos, cómo lo hacemos y el medio en el que se hace”
-Remar y rescatar. ¿Existe un hilo invisible que vincula las dos cosas?
-Se asemejan mucho. Mi trabajo es de equipo y colaboración total. La tripulación somos cuatro -piloto, copiloto, operador de grúa y rescatador-, y todos somos eslabones de una cadena. Las decisiones se toman de manera conjunta y dependemos unos de otros. Si el piloto o el rescatador no lo ven claro, no se hace la emergencia. Funcionamos de manera muy coordinada y se tienen en cuenta las decisiones de todos. Aunque sea complicado siempre se intenta, se busca una alternativa. Es cierto que en los rescates intentamos asumir más riesgos que en los entrenamientos porque surgen situaciones con las que no contabas; tenemos todo muy protocolizado pero también damos un margen a cierta improvisación, a valorar la situación y cambiar el plan de acción. Y todo esto, es labor de coordinación. En el remo pasa algo similar porque la base es un equipo perfectamente coordinado.
-¿Cuáles dirías que son las fortalezas de vuestro equipo de rescate?
-Todos los tripulantes son gente calmada, con control de las emociones y manejo de su conducta. Es importante saber estar en tu sitio y retroceder en un momento dado. Puede que tú tengas una idea, los otros tres tienen otra y toca saber ceder y llegar a un acuerdo en un momento en el que las cosas tienen que hacerse rápido. Hay que tener determinación, capacidad de reacción y de tomar decisiones acertadas en poco tiempo. Las capacidades mentales son muy importantes en este trabajo.
“Tanto en el trabajo como en el deporte, el entrenamiento es lo que me da confianza y hace que no dude de mí”
-¿Y la tuya a nivel personal?
-Yo creo que mi punto fuerte es el control del estrés, la ansiedad y también la determinación. Estoy seguro, me encuentro preparado para hacer esto y desde ahí me controlo. Suena el teléfono, te dicen que hay un rescate y por supuesto que me pongo nervioso. El que diga que no le pasa, miente. Piensa que vas hacia algo desconocido y, hasta que no ves la situación, no sabes qué te vas a encontrar porque muchas veces la realidad dista mucho de lo que nos cuentan y esto te genera cierta ansiedad. Ahí es donde sé que controlo bien y esto me lo ha dado la experiencia. Hace doce años, cuando entré, era como un 3000 a gasolina y ahora, tengo más años, pero consumo menos. Antes salía más enfocado en la víctima y se me despistaban elementos importantes que podían ser peligrosos como la ola, obstáculos o la oscilación del barco. Al canalizar mi energía, actúo mejor, más seguro y con una visión más amplia.
-El Inspector Pelayo Gayol tiene una máxima: “Somos lo que entrenamos”. ¿Estás de acuerdo?
-Totalmente. Tanto en el deporte como en el trabajo. Es lo que me da confianza y hace que no dude de mí. En el trabajo hacemos una programación de entrenamientos en la que intentamos reproducir muchas maniobras, escenarios y usar todo el material del que disponemos en los rescates para que, cuando llegue el momento, sepamos perfectamente cómo actuar. También puede pasar que estés preparado pero como la acción se desarrolla en un medio inestable, todo cambie en un segundo. En remo, lo que elimina las dudas es tener preparado lo que depende de mí, que es mi estado físico. Evidentemente, en las competiciones el rival puede ser mejor y como grupo podemos tener un fallo -somos trece en la trainera- o se te puede torcer algo, pero, si estoy preparado y entrenado, a mí eso me genera seguridad. Si hago todos los días y de manera concienciuda lo que me dice el entrenador, sé que voy a afrontar las competiciones con muchas garantías porque mi trabajo está hecho.
“Hay que tener determinación, capacidad de reacción y de tomar decisiones acertadas en poco tiempo. Las capacidades mentales son muy importantes en este trabajo”
-En alguna ocasión has dicho que aprendiste a no depender de la motivación porque ésta va y viene. Cuándo la motivación baja, ¿qué es lo que te hace mantener claro el objetivo?
-Si lo centro en el remo, la temporada es muy larga y, a veces, monótona. Sé que tengo altibajos todos los años, aunque, por ejemplo, este año, lo estoy llevando muy bien porque no me he lesionado y estoy sin dolores. Pero lo que me hace no perder la motivación es visualizar que lo que tengo por delante es una carrera a largo plazo y hay que llegar a la meta lo mejor posible. Incluso, intento convencerme a mí mismo de que esos bajones son necesarios para luego escalar más. Pasa lo mismo con el entrenamiento. La motivación va a fluctuar, pero, al final, tienes que llegar en tu mejor momento tanto anímico como físico, aunque en mi caso van bastante parejos. Seguro que hay gente que está motivada todo el año pero a mí se me hace duro, sobre todo en determinadas épocas como el invierno. Entreno muchas horas solo, en un garaje o un gimnasio, hace frío, los días tienen poca luz, los entrenos son largos y monótonos. La mayor parte del equipo entrena junto y, cuando uno tiene un mal día, el compañero lo tiene bueno y tira de ti. En mi caso, es más fácil entrar en la desgana y el aburrimiento.
-Tanto a nivel deportivo como laboral, ¿cuánto de lo que tienes se lo debes a la constancia?
-A nivel deportivo, todo. Intento serlo cada vez más porque he entendido que es muy importante para buscar mi mejor versión. Tuve una lesión de espalda muy grave y desde que me recuperé y volví en el 2017, no he parado. Y lo mejor es que me he dado cuenta de que mi rendimiento, ahora mismo, está igual o mejor que hace doce años. La cuestión es: ¿cómo puede ser así si soy más mayor? Yo lo achaco a ser constante.
“Funcionamos de manera muy coordinada y se tienen en cuenta las decisiones de todos. Aunque el rescate sea complicado, siempre se intenta, se busca una alternativa”
-Tener miedo, ¿te mantiene “despierto”?
-Tenerlo con control es positivo. Es bueno y no es algo de lo que haya que avergonzarse. La gente que no tiene miedo es una inconsciente y es la que se mata o tiene accidentes. El miedo te protege, pero hay que tener control sobre él. Canalizarlo y que te ayude, no que te bloquee. No puede ser que vaya a una emergencia y traslade a una víctima mi inseguridad. Si me ve cara de pánico o como un pollo sin cabeza moviéndome por el barco, ¿qué clase de rescatador sería? Tengo que transmitir tranquilidad, seguridad y liderazgo. Mi método de gestión es sencillo: intento no pensar mucho porque, cuando lo hago, la cabeza empieza a darle vueltas a todo y tiende a generar ideas negativas. No te lo puedes permitir porque te anulas. ¿Es un medio peligroso en el que cualquier accidente puede ser catastrófico? Claro que sí, por supuesto. Yo le doy la vuelta a todo esto y lo pienso en positivo: voy en una máquina muy tecnológica, con unos compañeros súper preparados y tenemos unos procedimientos claros y seguros. Todo el mundo sabe qué tiene que hacer ante cada emergencia y esa es la mayor tranquilidad que se puede tener.
-¿Confianza como máxima absoluta?
-Por supuesto. En este trabajo hay una peculiaridad que es que las situaciones no son estables. Hoy, por ejemplo, he cambiado de operador de grúa y de piloto. Pero como todos trabajamos igual y hacemos lo mismo, no hay problema. Yo deposito mi confianza plena en el operador de grúa que es los ojos del piloto cuando se acerca al objetivo porque, como estamos muy en la vertical, el piloto pierde referencia y no ve la zona de trabajo. A su vez, los ojos del operador de grúa son los míos porque le tengo que hacer señales para bajar, subir, parar, acercarme o alejarme. Generalmente todos nos conocemos, pero a veces también vienen pilotos o rescatadores de fuera y toca adaptarse porque cada zona y cada mar tiene sus particularidades.
“Lo que me hace no perder la motivación es visualizar que lo que tengo por delante es una carrera a largo plazo y hay que llegar a la meta lo mejor posible. Incluso, intento convencerme a mí mismo de que esos bajones son necesarios para luego escalar más”
-En un rescate, ¿la comunicación entre vosotros es verbal o no verbal?
-Lo que hay es comunicación verbal pura y dura. Todo lo que vemos, lo decimos. Tenemos cursos anuales recurrentes de coordinación en cabina, de gestión de los peligros y justo lo que necesitas es gente que no se calle las cosas, que, si ve algo peligroso, lo diga. Todos tenemos que tener una consciencia situacional de lo que está pasando y para eso hay que hablar. Por ejemplo, el operador de grúa le da muchísima información relevante al piloto. Por mi parte voy con un sistema de comunicación, para mí es fundamental escuchar a la tripulación arriba porque hay cosas que se me pueden escapar y yo, desde abajo, puedo dar indicaciones muy importantes de peligros que ellos no perciben. Hay momentos que nosotros llamamos “cabina estéril” en los que sí se guarda silencio y es en los despegues, aterrizajes y aproximación a los objetivos porque son momentos delicados. Ahí los pilotos están leyendo unas checklist e igual tienen que activar o desactivar ciertos equipos y es importante no saltarse ítems. También hay silencio cuando habla la torre de control del aeropuerto. La comunicación gestual tiene su importancia, pero ésta se da principalmente entre el operador de grúa y el rescatador. Cuando la emergencia es de noche, el vuelo se realiza de manera instrumental y cuando tú sales, no ves absolutamente nada, no hay referencia ninguna, aunque si tienes un poco de suerte el barco tendrá algo de luz. De todas formas, yo llevo unas luces químicas en los brazos para que él me vea y la comunicación gestual está estandarizada y protocolizada para cada cosa.
-Llama la atención la afirmación que repetís: “somos cuatro, volvemos cuatro”.
-Nosotros siempre decimos que la emergencia con éxito, como mínimo, es esa. Si luego podemos traer a alguien más, perfecto. Yo llevo doce años aquí y jamás hemos dejado a nadie atrás.
“Todos los tripulantes son gente calmada, con control de las emociones y manejo de su conducta. Es importante saber estar en tu sitio y retroceder en un momento dado”
-¿Con qué es comparable la sensación de salvar una vida?
-Se me hace muy difícil poder explicarlo. Ayudar a alguien que tenga una necesidad, sea del tipo que sea, es una sensación muy reconfortante. Aquí hablamos de salvar una vida, pero la realidad es que no sólo lo salvas a él o a ella, sino que también lo estás haciendo con sus seres queridos. Te das cuenta de que cuando pierden a alguien esa familia se ha muerto en vida. Por otra parte, cuando rescatas a alguien que lo ha estado pasando mal, que ha temido por su vida, en cuanto lo metes en el helicóptero y ya se siente en zona segura, ves su cara de alivio, te dan las gracias y cambian radicalmente. El otro día vinieron a la base unos marineros que habíamos rescatado de su barco hace unos cuatro o cinco años. En su ruta, pasaron por El Musel y nos trajeron unas botellas de cava y de vino en agradecimiento de aquel rescate del que nosotros ya ni nos acordábamos. Esas cosas siempre te alegran.
-¿Es difícil no generar vínculos?
-Lo que tienes que conseguir es que las cosas no te afecten. Hay gente a la que le has salvado la vida pero que sabes que quedan tocados. Intentas no generarlos porque hay cosas que salen bien y otras acaban mal y, aunque en el momento puedas dar y recibir un abrazo, al final, estás haciendo tu trabajo. A diario, ¿cuántas vidas se salvarán en urgencias en un hospital? Yo siempre digo que todos los trabajos son necesarios y tienen algo especial. Ninguno es más importante que otro, sólo son diferentes.
“Aquí hablamos de salvar una vida, pero la realidad es que no sólo lo salvas a él o a ella, sino que también lo estás haciendo con sus seres queridos. Te das cuenta de que cuando pierden a alguien esa familia se ha muerto en vida”
-Has trabajado en diferentes mares y océanos. El Cantábrico, ¿os lo pone complicado?
-Sí. Es diferente en todos los sentidos. En invierno, la mar es dura. Las olas son muy grandes y los temporales bastante frecuentes. A esto se suma que la noche es muy oscura, aquí muy pocas veces vemos la luna. Estuve trabajando en la base de Reus y en la de Valencia y recuerdo hacer entrenamientos nocturnos sin tener que usar nunca una linterna. Pero ¡ojo!, el Mediterráneo también engaña porque, cuando se encrespa, es una ola de viento y yo siempre digo que es como una marabunta de hormigas. Tienes olas muy cortitas, seguidas y de todos los lados. Es como agua hervida y esto es súper complicado. Imagínate subir a un velero así, eso se mueve para todos los lados. Aquí, normalmente, la ola es grande y predecible pero allí te empuja y te desequilibra. No pasa muchas veces, pero imagínate lo que es inmovilizar a una persona en esas condiciones.
“Yo creo que mi punto fuerte es el control del estrés, la ansiedad y también la determinación. Estoy seguro, me encuentro preparado para hacer esto y desde ahí me controlo”
-Cuando vives situaciones que te sacan de lo que controlas, ¿entras en zona de aprendizaje?
-Por supuesto. Tengo la suerte de que, en la base, hay gente muy experimentada y veterana que ha vivido situaciones y emergencias que a mí no me han tocado nunca. Por ejemplo, hay un operador de grúa que se jubila dentro de un año y medio y lleva aquí desde que se abrió el servicio hace treinta años. ¡Imagínate cuánto puedo aprender de gente como él! Yo todavía estoy a medio camino entre los nuevos y los grandes veteranos, y la única actitud posible es humildad al 100%. Creo que es una de las características fundamentales que hay que tener tanto en el deporte como en este trabajo. La mentalidad tiene que ser la de aprender constantemente, no eres infalible ni te lo sabes todo. Además, hoy ganas, pero mañana fijo que vas a perder. A mí la gente que cuando gana hace alarde de ello o que, cuando tú ganas, no tiene el detalle de ir a felicitarte y le ves resentido o mal, no son ejemplo de nada. Esto lo ves también muchas veces en los cursos que impartimos y a este tipo de personas las calas al instante, sabes de sobra quien viene con la mente abierta y quiere aprender cosas nuevas o quien viene a imponer su ley y con todo sabido. Eso no es bueno.
-¿Qué importancia tiene la humildad?
-Es importante que cuando entres, preguntes. Te pongo un ejemplo: yo hice guardias en Almería y, aunque todos hacemos de todo, nunca había trabajado allí; aquí no tenemos pateras así que les abrasé a preguntas sobre el tema. Me sé los protocolos, los procedimientos, pero me gusta saber si hay particularidades y cómo se hacen las cosas en cada lugar. Si llegas a un sitio nuevo, deberías saber cómo se saca el helicóptero, qué tipo de tractor lo hace y manejarlo, cómo y de qué tipo son las puertas, hasta las cosas aparentemente más tontas como dónde se encienden las luces porque, ante una emergencia, todo es importante. En el trabajo hay que demostrar día a día que vales y no entrar en complacencia o en desidia. Hay días que llegas al trabajo un poco peor porque has dormido mal o estás pasando una mala racha, pero siempre tienes que mantener un grado de profesionalidad alto. En cuanto suena el teléfono se te quita todo. En el deporte hay que hacerlo temporada a temporada porque puedes tener un curriculum impresionante, pero al inicio se resetean los contadores y hay que volver a demostrarlo.
“Todavía estoy a medio camino entre los nuevos y los grandes veteranos y la única actitud posible es humildad al 100%. Creo que es una de las características fundamentales que hay que tener tanto en el deporte como en este trabajo”
-Pasaste por una lesión de espalda que te tuvo varios años con dolor permanente. ¿El dolor te hace más fuerte?
-Sí, me hizo más fuerte, pero te puedo decir que fue así porque salí del hoyo. Si hubiera estado ahí mucho más tiempo, no sé cómo hubiera acabado. Tuve suerte y también luché por ello. Fueron cinco años muy malos, no todos igual de intensos, pero el proceso entre que me lesioné, encontré la solución, me operé y afronté toda la recuperación, fue muy largo. Cuando entré en quirófano llevaba tres años aguantando dolores. Y no fue darle al interruptor y ponerme bien. Ese nervio tuvo que regenerarse porque estuvo mucho tiempo tocado y, hasta que recuperé del todo, fueron otros dos años más fastidiado. Fue una etapa muy dura de la que he sacado muchas cosas positivas. Sobre todo, me ha hecho más fuerte mentalmente.
-¿Dirías que pasar por una lesión es hacer un máster concentrado?
-Yo puedo decir que he aprendido mucho. Lo pasé muy mal y me ha servido para darme cuenta de lo vulnerables somos. Hasta ahí, me creía indestructible e incluso era un poco egocéntrico. Me ayudó a poner los pies en el suelo y, aprender a sobreponerme a eso, fue un aprendizaje brutal porque me veía inútil, sin ganas de nada, siempre enfadado. Me afectó en lo personal y en lo familiar porque me volví bastante insoportable. Acababa de entrar en el trabajo y necesitaba estar bien para hacerlo. Mi situación no me permitía saber si podría seguir en mi puesto después de todo lo que me había costado entrar. También el hachazo cuando estaba tan bien a nivel deportivo fue brutal. Aprendí a darme cuenta de que todo se puede solucionar. Te llevará más o menos tiempo, lo pasarás mejor o peor, pero todo llega. Me ha aportado un punto muy positivo y de mucha tranquilidad. He cambiado mucho. Me vi como un auténtico huraño y yo no quería ser así.
“La lesión me hizo más fuerte, pero te puedo decir que fue así porque salí del hoyo. Si hubiera estado ahí mucho más tiempo, no sé cómo hubiera acabado. Tuve suerte y también luché por ello”
-¿Abandonar o rendirte, nunca es una opción?
-No. Yo tengo que darlo todo. En un rescate, si podemos llevárnoslos a todos, lo vamos a hacer. Y si tenemos que dejar a alguien porque no hay más tiempo o el helicóptero no puede con más carga, yo lo voy a dejar con un chaleco, una baliza para localizarlo y le voy a lanzar una balsa salvavidas para que se meta dentro. Te aseguro que no voy a dejar a alguien en el agua, sabiendo que cuando vuelva va estar ahogado. Sería muy duro y yo creo que eso sí que me afectaría a nivel psicológico. Gracias a dios no he tenido que enfrentarme a esa situación y espero no tener que hacerlo nunca. La actitud que mantengo en todos los ámbitos de mi vida es esa, dar todo y lo mejor de mí.
-¿Relativizar ayuda?
-Por supuesto. Hay gente a la que sólo le sirve ganar y para mí no es así. Muchas veces he disfrutado y celebrado enormemente quedar tercero o cuarto. Hay que valorar qué clase de equipo tenemos, cómo ha sido la regata, en qué calle hemos estado y ver cómo influye todo esto en el resultado. Evidentemente salgo a ganar, pero la vida es la que manda y yo no soy infalible. En el trabajo me pasa lo mismo. Aprendo mucho de ese compañero veterano del que te hablé antes. Siempre me dice: “Alberto, si no podemos traerlos a todos, hay que pensar en la gente que hemos salvado”. Sé que él va a hacer todo lo posible por salvar a todos, pero lo dice para que también me ponga en el peor de los casos. Yo parto de la base de que no soy el mejor nadador que existe ni tampoco el mejor remero, pero mi entrega es total.
“Cuando pasan cosas siempre las pienso, las analizo e intento darles la vuelta. Me llevará más o menos tiempo, pero lo hago y siempre acabo viendo la parte del aprendizaje. Es cuestión de tiempo encontrarle el enfoque”
-Cuando todo acaba y volvéis de una emergencia, ¿llega el momento de la autocrítica?
-Hacerla, tanto cuando tenemos una emergencia como en un entrenamiento, es importante. Hacemos un previo y una reunión después para analizar siempre con el ánimo de mejorar. Yo, además, me hago mi análisis personal porque siempre hay cosillas que ajustar. Eso es lo que hace que diga: para la siguiente, esto no me vuelve a pasar. De todas formas, cuando recibimos una llamada, siempre me hago un plan. Con la información que nos dan, llevo preconcebida esa emergencia en mi cabeza, con una serie de ideas en base a lo que sé, y eso ayuda. También es cierto que luego las cosas cambian, te pueden salir mal, y ahí es donde viene el aprendizaje. Tampoco hay que tener miedo a decir las cosas. Por ejemplo, en un entrenamiento de remo, hay que ser capaz de decirle al entrenador que ese día no eres capaz de hacerlo bien porque estás con dolor. Eliminar el miedo a ser sincero en este tipo de situaciones hace que todo sea mejor.
-Tanto en tu trabajo como en el deporte estás vinculado al mar. ¿Qué te aporta?
-Tranquilidad, paz. Es mi medio. Ahí estoy a gusto y eso que ahora, por circunstancias, vivo en un pueblo que, aunque está cercano a la costa, es de interior. Lo tengo que tener cerca porque me encanta. Es lo que mamé desde pequeño.
-¿Las cosas que te suceden, se quedan en la base o en el club o te acompañan a casa?
-Una cosa es lo que intento y otra lo que pasa. Intento lo primero y algunas veces… pasa lo segundo. Todo depende de la magnitud de lo que vivas. Una emergencia complicada, en la que has tenido cosas negativas, es difícil que todo se quede en el hangar. Una mala temporada, un desastre de regata por cosas que dependen del equipo o de una mala actuación tuya, es difícil que se quede en el club. Al final, nadie tiene porqué aguantar mis días, pero hay cosillas que se cuelan. Cuando pasan cosas siempre las pienso, las analizo e intento darles la vuelta. Me llevará más o menos tiempo, pero lo hago y siempre acabo viendo la parte del aprendizaje. Es cuestión de tiempo encontrarle el enfoque.
-¿Podrías decir que, tanto el deporte como tu trabajo, te han transformado a nivel personal?
-Por supuesto. Soy la persona que soy, con todo lo bueno y lo malo, gracias a ello. Por ejemplo, yo era muy tímido y ahora creo que soy todo lo contrario, soy mucho más extrovertido; ambas cosas me han hecho relacionarme con la gente, conocerme a mí mismo, forjar mi personalidad y templar mi temperamento. También era más cabezón, tomaba decisiones por calentones y, a veces, no pensaba mucho en las consecuencias de las cosas. Ahora me considero una persona mucho más calmada, valoro las consecuencias de las decisiones que tomo e intento siempre ser positivo.
“Las reglas no están para putear a nadie, sino para preservar la seguridad personal. Hay que seguirlas y no creerse que se está por encima de ellas porque las cosas pasan”
-¿Valoras más la vida al enfrentarte de manera constante a lo fácil que puede ser perderla?
-El trabajo me hizo valorar lo importante que es vivir y la salud de la gente. Te vuelves consciente de lo vulnerables que somos y sabes que, en cualquier momento, puedes tener un accidente y esto te hace tomar otras medidas, porque valoras mucho el estar aquí y vivo.
La vida es lo mejor que tenemos. Está claro que no puedes hacer nada contra las enfermedades, pero me da mucha rabia y pena que la gente se muera haciendo su trabajo. Y cuando conoces los motivos más todavía, porque te das cuenta de lo importante que es la seguridad, que los empresarios doten a sus trabajadores de los medios y materiales necesarios para que los accidentes no sucedan y de que, lógicamente, los empleados los usen. Ves que un marinero se muere trabajando en la mar y muchas veces dices: “si hubiese tenido un chaleco salvavidas, estaría vivo”. Hablando en plata, esto me jode mucho.
-¿Cómo gestionas tu actitud cuando rescatas a alguien que, claramente, ha cometido una negligencia?
-Nuestro trabajo es rescatar a la víctima y no valorar. La realidad es que a veces nos creemos infalibles, pero el mar es muy traicionero. Ya puedes ser el mejor nadador del mundo que, si te lleva la corriente hacia una rompiente y te golpeas la cabeza contra las rocas, adiós muy buenas. Si estás pescando y la norma te dice que en tu barco de recreo debes llevar puesto un chaleco, no lo haces y te viene un golpe de mar que te lanza al agua, pues lo tienes mal si no sabes nadar o no tienes la escalerilla tirada. Al final, todo esto te da rabia porque piensas: “por qué tontería ha fallecido esta persona”. Lo peor muchas veces es que, con éste tipo de acciones, hay consecuencias a terceros, como que se ahogue el que va a rescatar a una persona que se metió en el agua con bandera roja. Hay gente que no se preocupa de las medidas de seguridad o de leerse la normativa vigente del lugar donde va a realizar una actividad. Estamos hablando simplemente de seguir las normas. La gente tiene que tener claro que las reglas no están para putear a nadie, sino para preservar la seguridad personal. Hay que seguirlas y no creer que se está por encima de ellas porque las cosas pasan. De todas formas, ya te digo que nosotros, cuando vamos a una emergencia y rescatamos a una persona que, claramente, ha cometido una negligencia brutal, nosotros no le decimos absolutamente nada. Evidentemente nuestra misión no es entrar en valoraciones de ningún tipo, sino que hacemos el rescate y ya está. Nosotros rescatamos, no juzgamos.