Cuenta la historia que había, hace tiempo, en el S.XVIII, un sabio pensador que vivía en Konisgsberg que invariablemente, en cualquier estación, era despertado por su sirviente, Lampa, a las cinco de la madrugada. Tomaba un té, fumaba una pipa y se dedicaba al estudio, a preparar sus clases.
Después de las clases volvía al estudio hasta mediodía. En este momento se vestía de manera formal y realizaba la única comida del día, acompañado de un grupo de invitados cuidadosamente escogidos. El grupo no debía superar el número de las musas griegas, nueve, ni debía ser inferior a las gracias griegas (encanto, belleza, naturaleza, creatividad y fertilidad).
Tras el almuerzo daba un paseo en solitario que realizaba contando los pasos y respirando por la nariz. Luego acudía a casa de un amigo hasta las siete en punto, momento en el que volvía a casa, a su estudio.
Konisgsberg era, por aquel entonces, la ciudad que marcaba la hora al ritmo del filósofo y es que cuando un reloj se paraba la gente lo ponía en hora al paso del pensador. Era la hora de referencia, la hora exacta.
Un día un amigo que estrenaba coche le invitó a “dar una vuelta”. El Filósofo aceptó pero se prometió que jamás volvería a ocurrir porque el recorrido había alterado su preciada rutina.
Dicen que durante su tiempo de estudio colocaba en el otro extremo de la mesa un pañuelo así que, de tanto en tanto, tenía el pretexto para hacer una pausa en el trabajo: tenía que levantarse.
Nunca se casó ni salió de su ciudad, aunque se dice que con pocos datos creaba animados pueblos y países.
Su vida giró en torno al trabajo.
El hombre del que les hablo era Inmanuel Kant.
El adicto hace del trabajo el centro de su vida, el sentido de su vida, así que es difícil situar los límites entre gusto por el trabajo, trabajo en exceso o adicción al trabajo.
Ser trabajador es una cualidad, quizá una virtud, pero serlo en exceso es una adicción, un riesgo psicosocial ya que la obsesión de asumir más tareas de las necesarias genera conflictos entre los trabajadores.
El adicto al trabajo es aquel que le dedica más horas de las exigidas, aquel que hace de ello el núcleo de su vida, que desdeña otras actividades y no tiene otros intereses. El trabajo es el único objetivo en su existencia.
Se estima que el 20% de la población mundial sufre esta adicción. En España se calcula que la padece el 10% de las personas.
Fue Wayne Edward Oates, psicólogo, educador y religioso estadounidense quien descubrió esta adicción observándose a sí mismo ya que sentía una necesidad excesiva e incontrolada de trabajar incesantemente. Comparó esta dependencia con la adicción al alcohol y la nombró “workaholic”. El término fue acuñado en el año 1971 aunque su difusión comenzó en la década de 1990.
Las investigaciones han demostrado una serie de dimensiones básicas que caracterizan esta patología (C. Flowers y B. E. Robinson, 2002):
- Tendencia obsesivo-compulsiva relacionada con el trabajo y dificultad para relajarse tras el mismo.
- Necesidad de control. Persona que no está cómoda con el hacer de los demás a no ser que ese hacer esté controlado por él mismo.
- Incapacidad para delegar y dificultad para trabajar en equipo.
- Autovaloración centrada en el trabajo.
- Personalidad narcisista. Se considera especial, con más derechos que los demás, se cree mejor y superior y, desde luego, muestra una escasa empatía y siempre habla de sí misma.
Generalmente un adicto al trabajo anhela tener poder, es por ello que en la mayoría de las ocasiones se da en determinadas profesiones de responsabilidad con posibilidad de ascensos y, hasta el momento, se da más en hombres que en mujeres, especialmente de clase media y ambiente urbano.
Pero también ocurre en personas que no teniendo un cargo de nivel, ni posibilidades de ascenso, utilizan el trabajo para escapar de otros problemas.
Sea por las razones que sea, el adicto hace del trabajo el centro de su vida, el sentido de su vida, así que es difícil situar los límites entre gusto por el trabajo, trabajo en exceso o adicción al trabajo.
El trabajo es para ganarse el sustento diario y es la actividad que le permite al hombre afianzar sus habilidades, su creatividad, su autoestima, pero cuando esto se convierte en una obsesión el sujeto comienza a sufrir las consecuencias.
Según Marisa Bosqued (Psicóloga Clínica. Zaragoza) tres son los tipos de adictos al trabajo:
- El primero es el complaciente. Es menos ambicioso y más sociable que los otros adictos. Es escasamente dañino porque para él la aprobación del jefe y de los propios compañeros es de vital importancia es, por ello, que favorece un clima agradable.
- El controlador. Es independiente y ambicioso. Se controla a sí mismo y controla a los demás generando un ambiente tenso e incómodo y
- El narcisista. Centrado en su propia figura es un individuo que se puede convertir, con poco esfuerzo, en una persona acosadora laboralmente.
La cuestión que se plantea es: ¿has pasado de trabajar para vivir a vivir para trabajar? y si es así ¿es posible salir de esta adicción?
Es difícil porque hay un aplauso externo acerca de la persona trabajadora y en segundo lugar porque este trabajador lo va a justificar como una causa loable: trabaja para el bienestar personal y de su familia.
Pero difícil no significa imposible. Lo primero es reconocer el problema y establecer un contacto terapéutico que abordará las siguientes áreas:
- Elaborar un programa de actividades alternativas (a cumplir obligatoriamente), unas en solitario y otras en compañía. Junto con el terapeuta se estimará cuáles son las más adecuadas para cada cual.
- Entrenarse en técnicas de relajación.
- Cambio de actitudes, cambios cognitivos: se trata de desterrar ideas irracionales y creencias erróneas, en especial las que tienen que ver con el perfeccionismo y el éxito.
El trabajo es para ganarse el sustento diario y es la actividad que le permite al hombre afianzar sus habilidades, su creatividad, su autoestima pero cuando esto se convierte en una obsesión el sujeto comienza a sufrir las consecuencias: Agotamiento crónico y enfermedades como la úlcera estomacal, bronquitis o infartos ya que en muchas ocasiones suelen abusar de fármacos, alcohol o drogas para mantenerse despiertos y activos
No se permita llegar a estos extremos. Venda su Ferrari a tiempo.
Bibliografía: «El hombre que vendió su Ferrari» . Robin Sharma. Ed. Debolsillo