No es un secreto, pero tampoco es un tema que esté como prioridad en las grandes agendas. La pérdida de población y el envejecimiento son cuestiones comunes a toda Europa, aunque las políticas comunitarias y las españolas no parecen ir en la misma dirección. En Asturias los indicadores hablan de un problema grave, y de difícil remedio.
En los últimos meses, Asturias junto con otras cinco comunidades autónomas (Galicia, Castilla y León, Aragón, Extremadura y Castilla La Mancha) ha hecho varios llamamientos al Gobierno de España pidiendo una estrategia nacional contra la crisis demográfica. El nuevo sistema de financiación autonómica se centra en meros criterios del número de población, obviando variables como la dispersión o el envejecimiento. La puntilla puede ser la reforma de la Administración Local, que introduce cambios sustanciales en las competencias y funciones de los municipios rurales y menos poblados, reforzando las Diputaciones Provinciales como órganos de referencia. A cambio, la política rural de la Unión Europea insiste en la importancia de unidades territoriales subprovinciales o comarcas, buscando hacer confluir medidas públicas e incentivando proyectos privados en las zonas rurales.
En cualquier caso, al despoblamiento como problema común a toda Europa, en Asturias se suma el abandono rural, que es un fenómeno en sí mismo. Ese «mundo rural» supone aquí un 88% del territorio, pero sólo alberga al 26% de los habitantes.
El envejecimiento de la población y el abandono de las explotaciones agrícolas deriva en la pérdida de empleo y la emigración de los jóvenes. Y el descenso en la demografía reduce la prestación de servicios, lo que acelera la emigración. Es un círculo vicioso.
Una breve historia de la reconversión
La demografía va íntimamente ligada a la economía, que en la Asturias reciente tiene nombre propio: reconversión. Tomando 1980 como la fecha de inicio, la región vivió todo un proceso de reestructuración de la vieja industria y de la sociedad que vivía de ella. Fermín Rodríguez, director del Centro de Cooperación y Desarrollo Territorial (CeCodet), compara este proceso con atravesar un túnel oscuro y lleno de incertidumbres, pero todo túnel tiene un final: «Mientras a comienzos del siglo XXI las demás regiones se acercaban a la media de las regiones europeas por renta, Asturias era como un ciclista que corriese en sentido contrario al pelotón. No es que fuese atrás y descolgado; es que iba en otra dirección. En un momento determinado esa situación se corrigió y, aunque iba en la cola, Asturias avanzaba para converger con la situación general. La población activa y el empleo aumentaron y llegaron a su cúlmen en 2008, con unos indicadores que hacían ver que la situación económica se había arreglado».
En toda esta transformación, sin embargo, no se tuvo demasiado en cuenta el problema que suponía una población excesivamente envejecida: las políticas aplicadas eran de carácter asistencialista, las rentas llegaban y se distribuían, y la inmigración redondeaba las cifras de población. En 2010, sin embargo, «Asturias se convierte en una víctima del desastre general. Era un barco con problemas ya conocidos, pero de repente navega con una flota que ha sido bombardeada». Con la crisis global el comodín que estaba funcionando -la inmigración- empieza a fallar. Y las deficiencias estructurales se hacen más evidentes.
El problema, en tres factores
Al colocar las 271 regiones de Europa por orden de natalidad, Asturias ocuparía el puesto 269. A esa baja tasa de natalidad se añade una población muy envejecida, con una alta esperanza de vida, consecuencia directa de un estado del bienestar común también a toda Europa. Aún así, las cifras de Asturias son extraordinariamente altas: según datos del INE, el 22% de la población asturiana tiene más de 65 años, superando ampliamente la media española.
A todo esto se suma un tercer elemento: el desequilibrio territorial. En Asturias la mayoría de la población se encuentra en el área metropolitana central, que tiene una cierta actividad autosostenida; alrededor están las villas o polas, que prestan servicios a un área rural circundante y que están acusando directamente la caída de población y de actividad en los pueblos y aldeas cercanos.
Este desequilibrio puede estudiarse también por cercanía a la costa. En un kilómetro con respecto al litoral (aproximadamente un 2,7% del territorio asturiano) se encuentra el 37% de la población. «Y si extendiésemos ese kilómetro a cinco, veríamos que el 42% de la población vive en el 12% del territorio», añade Fermín Rodriguez.
¿Alguna idea?
Aunque desde luego no parece haber soluciones mágicas, desde el CeCodet llevan años llamando la atención sobre este tema. Para Rodríguez, el secreto está en encontrar una función para esos lugares que han perdido o han modificado su actividad tradicional. «Es necesario ver las posibilidades que tiene el territorio y aprovecharlas». Tampoco hay que ir muy lejos para encontrar una referencia: «En el oriente se lleva años trabajando en esto, con un cierto resultado: hay actividad agraria, alimentaria (los quesos, por ejemplo) y actividad turística en forma de establecimientos hosteleros, algo en lo que se ha insistido mucho. El paso más allá sería el turismo activo, que también se ha hecho en menor medida -las piraguas, el trekking, etc- y hay que desarrollar».
Rodríguez aporta también otro factor a tener en cuenta, como la presencia de los hijos de la localidad, que mantienen una casa en el pueblo como segunda residencia, transfiriendo así parte de su renta al pueblo y generando un ambiente que lucha contra la soledad; eso, combinado con iniciativas empresariales, puede ser la salvación de muchos pueblos. La vía más evidente parece relacionada con el turismo, siguiendo el camino ya hecho: «Un ejemplo puede ser la bicicleta, un deporte inmensamente popular y que tiene aquí un paraíso en nuestra red de carreteras, con la existencia de grandes puertos y una imagen corporativa de Asturias muy fuerte en ese sentido. Igual que hay gente que pasa sus vacaciones pedaleando en los Dolomitas, aquí hay muchas posibilidades de negocio. Es un sector en crecimiento que además admite a jóvenes urbanos y aventureros».
El despoblamiento rural, un círculo vicioso
Según el informe «Pueblos en el olvido» de la Red Asturiana de Desarrollo Rural, Asturias es la provincia española con más pueblos deshabitados. La combinación de factores de abandono del medio rural con la atracción urbana hacia el área central, hacen que esta tendencia vaya en aumento y se haya acelerado en los últimos años.
Es un círculo vicioso: el envejecimiento de la población y el abandono de las explotaciones agrícolas deriva en la pérdida de empleo y la emigración de los jóvenes. Y el descenso en la demografía reduce la prestación de servicios, lo que acentúa la sensación de aislamiento y acelera de nuevo la emigración.
Hasta ahora, el papel de las administraciones ha sido fundamental para mantener los pueblos, y muy especialmente las villas o polas como centro de referencia, garantizando una serie de servicios públicos: hospitales, institutos, transporte… Muchas de estas prestaciones peligran con la nueva ley de la Administración Local, lo que ha puesto en pie de guerra a los municipios rurales. La importancia de estos servicios, denuncian, no se puede cuantificar únicamente en términos económicos. Así de rotundo es Belarmino Fernández, alcalde de Somiedo y presidente de la Red Asturiana de Desarrollo Rural (READER): «Estandarizar los servicios públicos es imposible. La dispersión de la población hace que determinadas actuaciones sean más caras, porque para menos población tienes que tener más traídas de agua, saneamiento, alumbrado público, recogida de basuras… Entendemos que hay que racionalizar esos servicios, pero planteándolos desde el sentido de que ese mundo rural hoy tiene una importante capacidad de crecimiento y desarrollo económico».
Europa nos echa una mano
A pesar de los matices que están surgiendo últimamente, en la Unión Europea se mantiene el principio de cohesión, que busca igualar o minimizar las desigualdades territoriales. Gracias a esto, durante años han estado llegando subvenciones, destinadas a potenciar el desarrollo en el medio rural. La idea es generar una política proactiva, apoyar los proyectos para que las regiones tiendan a ser autosostenibles.
Precisamente ha sido la READER la encargada de gestionar los fondos del Plan Leader (2008-2013), que han dado como balance aproximadamente 1.400 proyectos en el medio rural con una generación en torno a los 2.500 empleos. Usando esas cifras, se insiste en la importancia de potenciar ese entorno, que parece a veces el «patito feo» de las políticas regionales. «La conclusión es que a pesar de esta gravísima crisis el medio rural sigue teniendo capacidad de generar riqueza», sentencia Fernández. El camino, opina, es diversificar la actividad económica: «Esto abarca desde la propia actividad agraria, que en Asturias se había casi monopolizado en la producción de carne y leche, y ahora se está abriendo a nuevos cultivos, como los kiwis o los arándanos; hasta el turismo rural o las actividades relacionadas con prestación de servicios o innovación, que gracias a las nuevas tecnologías ya no tienen que estar necesariamente ligadas a las ciudades. Esta diversificación es la clave para combatir el despoblamiento».
Con tantos factores en juego -históricos, sociales, económicos, políticos- quizá no haya una única solución sino varios pequeños remedios. Como otras regiones, Asturias pierde población a marchas forzadas, así que esas eventuales soluciones necesitan ponerse a prueba con urgencia, antes de que crezca un problema que ya es más que evidente.