Desde diciembre se han sucedido ciclogénesis explosivas y violentos temporales con un gran impacto en el litoral asturiano. La gravedad de estos hechos obliga a preguntarse por el origen del problema: ¿se trata de algo extraordinario o es consecuencia directa del anunciado cambio climático?
En vivo y en directo, hace unas semanas pudimos ver cómo el mar, con una fuerza inusitada, rompía diques, espigones, se llevaba arena de las playas, irrumpía en las calles de ciudades y pueblos, inundaba edificios y dejaba ante nuestros ojos un espectáculo nunca visto.
Ante tal impacto, algunos medios de comunicación buscaron información en sus hemerotecas para intentar explicar que esto ya había pasado antes, y que la historia se repite cada cierto tiempo. Para otros no se trata de un hecho aislado, máxime si observamos lo ocurrido en otros países: temporales e inundaciones en Gran Bretaña, temperaturas polares en el noreste de EEUU, sequías en California, olas de calor extremo en Australia y Argentina…
Insisten en que algo está ocurriendo desde hace años y que ahora, a los ojos de todos, se manifiesta con más frecuencia e intensidad.
Fenómenos extremos
Desde el mes de diciembre y durante casi todo el invierno, fueron llegando a la península una sucesión de borrascas y ciclogénesis explosivas, con vientos de hasta 179 km/h. Para Ricardo Anadón, Catedrático de Ecología jubilado, “estos datos no son suficientes para demostrar que el cambio climático esté detrás de todo esto. Se trata de un proceso a gran escala, no necesariamente relacionado con todos los fenómenos extremos que ocurren en el planeta. Pero algo hay. Las predicciones señalan que existe un incremento en la intensidad de los vientos, que además han cambiado de dirección y nos afectan de lleno. Pero se necesita una escala más amplia para poder hablar inequívocamente de cambio climático. Creo que eso lo demostrarán dentro de seis o siete años”. Si hace un tiempo el concepto ‘ciclogénesis explosiva’ era novedoso, este invierno se puso de moda. Pero, ¿por qué se producen? Según la Agencia Estatal de Meteorología las borrascas en invierno normalmente descienden de latitud y se desplazan hacia el Sur. En el caso de España, el anticiclón de las Azores suele hacer de escudo protector e impide que los frentes nos afecten de lleno. Pero en esta ocasión el anticiclón se encontraba más al Sur de lo habitual, dejando libre el camino a todos los frentes que llegaban desde el Noroeste a la península.
“Las predicciones nos señalan que existe un incremento en la intensidad de los vientos, que han cambiado de dirección y nos afectan de lleno” Ricardo Anadón. Catedrático de Ecología
Las que hemos padecido en este invierno se han formado en el Atlántico Norte, viajan muy rápidamente, son especialmente virulentas, con circulación de vientos muy intensos y provocan en muy poco tiempo una importante bajada de presión. Lo peor de todo ha sido la coincidencia de fuertes marejadas con la pleamar, generando enormes olas. Un ejemplo: los 20,84 metros de una a sólo cuatro kilómetros de la costa de Cudillero, registrados por una boya de la Universidad de Oviedo. Fue el 1 de febrero de 2014, uno de los días más virulentos de temporal en la costa.
Aumento del nivel del mar
A pesar de lo ocurrido, los expertos apuntan que no ha sido la fuerza del oleaje lo que ha provocado estos desastres, sino la subida del nivel del mar. Según explica Anadón, el nivel está subiendo unos 3,2 mm. cada año, un centímetro cada tres, cantidades ya aceptadas internacionalmente: “La línea de costa avanza, el mar gana terreno. Estamos viendo la erosión que producen los temporales, que añadida a la subida del nivel del mar provoca argayos en zonas de roca -por ejemplo, en Llanes se ha llevado parte de los aparcamientos- e importantes daños en las dunas. En la playa de Los Quebrantos han desaparecido 60 metros de un paseo que había por las dunas. La línea de mar se ha quedado justo detrás”.
Veranos secos, inviernos muy lluviosos
El invierno del pasado año fue un auténtico diluvio que se prolongó varios meses. El mes de marzo de 2013 fue el más húmedo de todos los registrados en la serie histórica del Principado. A ello le siguió uno de los veranos más calurosos. “Incremento de las temperaturas, reducción de precipitaciones, inviernos muy lluviosos, elevación del nivel del mar acelerado en la últimas décadas… No hay duda del cambio climático en este sentido”, apunta Ricardo Anadón.
Reparación de desperfectos ¿Cuánto va a durar?
Cuando el Gobierno del Principado había iniciado actuaciones para reparar los destrozos ocasionados por los temporales de principios de año (hundimiento de carreteras, reparación de diques) se volvieron a repetir episodios más violentos si cabe, que afectaron especialmente al litoral.
Aunque los equipos técnicos siguen inspeccionando el alcance de los daños, desde el Principado informan de que se ha puesto en marcha una batería de actuaciones encaminadas a paliar los cuantiosos perjuicios económicos provocados en los puertos y cofradías de pescadores (Tapia, Cudillero, Puerto de Vega, Viavélez, Ortiguera, Castropol, Tazones, Lastres, Llanes y Luanco), y en empresas del sector turístico, viviendas y espacios públicos. A ello hay que sumar los argayos y desprendimientos que han tenido lugar en la zona de Cangas de Narcea, Degaña y Ponga.
Muchos afectados se preguntan ¿vale la pena arreglar algo que podría caerse en el próximo temporal? ¿Se puede evitar que el Cantábrico vuelva a sorprendernos?
“La nueva ley de Costas, además de aumentar los riesgos sobre poblaciones costeras, va a exigir la realización de grandes obras artificiales de protección”. Marta González, Greenpeace.
Cambio Climático y Ley de Costas
En 2009, el catedrático Ricardo Anadón junto a otros destacados expertos presentaba el informe “Evidencias y efectos potenciales del cambio climático en Asturias”, un estudio encargado por el Gobierno del Principado que consiguió reunir a un grupo de cuarenta y seis expertos. En el citado texto se advertía, entre otras cosas, de que la temperatura media en Asturias aumentaría cinco grados antes de terminar este siglo. En los veranos la temperatura media podría aumentar 6,5 grados y habría una disminución hasta de un 30% en las precipitaciones.
También anunciaban un incremento importante de la cota de inundación y un retroceso de la línea de costa, más apreciable en zonas de costa de perfil más plano. Veranos más calurosos, menos lluvia y un mar que va ganando terreno a la tierra: síntomas que empiezan a ser reconocidos en los últimos años.
El estudio, ya en aquel momento, deja clara la brecha que existe entre el conocimiento científico, que ya no deja lugar a dudas, y las medidas que se adoptan para mitigar los efectos del cambio climático. Un ejemplo es la entrada en vigor el pasado año de la reforma de la Ley de Costas, una ley que ha generado un amplio rechazo social y que el Gobierno del Principado ha impugnado ante el Constitucional por considerar que “contribuye a degradar el ecosistema costero, que pasa a ser tratado como una mercancía para el aprovechamiento y beneficio de unos pocos”.
Esta norma legal ignora la magnitud del cambio climático. No tiene sentido ese pulso por ocupar y construir, y no preservar nuestra costa, ya que el mar ocupa con su oleaje cada vez más metros. Esta nueva ley, además de que “aumenta los riesgos sobre poblaciones costeras y propicia la destrucción del estado natural del litoral, va a exigir la realización de grandes obras artificiales de protección y/o de vertido masivo de áridos frente a la acción del mar, inasumibles ambiental y económicamente por el Estado”, opina Marta González, de la campaña Océanos de Greenpeace. El mar nos está avisando.