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martes 19, marzo 2024

Muel de Dios, ganador de la Copa del Mundo de Fotografía 2016. El sastre de la luz

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La Copa del Mundo de Fotografía no se le ha subido a la cabeza. Y eso que conseguir imponerse a profesionales de veintisiete países fue todo una gran proeza. Su fotografía, ‘Autorretrato’ define de lo que es capaz este fotógrafo gijonés, maestro en vestir los cuerpos desnudos con el tejido de la luz.

Será difícil que Muel de Dios se olvide fácilmente de un año tan fructífero como 2016. En enero, un premio Quijote y en marzo la Copa del Mundo. A Jesús de Miguel, su nombre de pila que apenas utiliza, le gusta expresar sus ideas a través de las imágenes. Lo descubrió con la cámara de su padre cuando tenía diecisiete años y ahora lleva treinta dedicado a este oficio que tanto le gusta.

-Has ganado la medalla de oro de la Word Photographic Cup 2016 en la categoría de Ilustración y Arte Digital. ¿Cómo fue el proceso creativo de la imagen ganadora?
-Esta imagen estaba en mi cabeza desde crío. La idea llevaba latente mucho tiempo. Mi hermano mayor es médico, tengo un sobrino que es médico y en casa siempre hubo atlas de anatomía, huesos y demás. Surgió la oportunidad de hacer la foto a raíz de unos estudiantes de tercero de medicina que en el año 2010, decidieron hacer un calendario posando desnudos para sacar dinero y pagarse el viaje de estudios. Fue la oportunidad de llevarla a cabo con algo que, además, tenía sentido porque entiendo que estas cosas tienen que ser coherentes.
-La idea llevaba contigo desde muy atrás. ¿Cuál es el vínculo que une la fotografía con el tiempo?
-La capacidad de retener el tiempo es la esencia pura de la fotografía. De pronto un momento centesimal lo recoges de por vida. Hay tratados sobre el tema de muchos autores, pero yo creo que la sociedad en la que vivimos está bombardeada a diario de imágenes que van formando parte del tratamiento colectivo de la humanidad. El siglo XX se nos ha quedado grabado en imágenes con los retratos de Marilyn, del Che, las imágenes de fotoperiodistas… También es un caldo de cultivo de la mitomanía aunque, realmente, es una forma de ver el mundo no solo para los fotógrafos sino para la sociedad entera.
-¿De qué forma mira Muel de Dios?
-Hoy en día todo el mundo hace imágenes, no hay nadie que no tenga un teléfono que haga fotos o una cámara con que apuntar y disparar. La mirada de un artista, bien sea un músico, un pintor o un fotógrafo, lleva un proceso más reflexivo previo a la toma de la imagen. Etimológicamente, la palabra fotografía, viene de escribir con luz y lo que hacemos básicamente los fotógrafos es intentar dominar la luz, domesticarla. Otra cosa importante es dominar el encuadre, que no deja de ser una forma de acotar la realidad a la parte que tú quieres mostrar. Acabas creando un lenguaje con el que transmites una idea que tienes en la cabeza. Ésta es la forma de mirar del fotógrafo. Cuando haces un retrato y tienes al retratado delante, tienes que poner todas esas herramientas en favor de transmitir una idea que tienes en la cabeza, transmitir una imagen de esa persona a través de la fotografía.

«La capacidad de retener el tiempo es la esencia pura de la fotografía. De pronto un momento centesimal lo recoges de por vida»

-¿Necesitas enamorarte de las personas para poder fotografiarlas?
-Por descontado. Esto pasa en cualquiera de las artes en las que te muevas. Tienes que tener la capacidad de sensibilización, de saber ver lo bonito que tienes delante porque todo el mundo tiene algo bonito que fotografiar: un gesto, el pelo, una mirada… Yo lo noto, es una parte fundamental de mi trabajo. No puedo llegar, que se me siente alguien delante, y hacerle una fotografía sin más. Tengo que conocer algo de ella, compartir una pequeña charla, conocer alguna experiencia para que esa transmisión y esa comunicación se acabe transformando en una imagen.
-Una de tus especialidades son los desnudos. ¿Qué hay que tener en cuenta para ser un buen retratista?
-Esta es la pregunta del millón. La dificultad fundamental que tiene el desnudo es que no tienes dónde esconderte, y no me refiero solo al modelo sino también al fotógrafo. Cada uno construimos nuestro personaje en base a nuestra forma de vestir, el peinado, las gafas que utilizamos… En el momento en que te despojas de todo esto tienes menos herramientas con las que trabajar. Yo como me planteo los desnudos es que, al final, tengo que acabar vistiendo el cuerpo con luz. Para hacer una buena sesión de desnudos, como para hacer una buena sesión de retrato, lo primero es ganarme la confianza del modelo, tengo que conseguir que esa persona esté cómoda, que no sienta la desnudez como una vergüenza o como una indefensión ante la cámara. En el momento en el que consigues crear ese clima de confianza tienes una parte del trabajo muy adelantado.
-¿El fotógrafo tiene que desaparecer de las imágenes?
-Depende del tipo de fotografía que hagas. En las fotos de Cristina García Rodero (la primera fotógrafa española en entrar en la todopoderosa agencia Magnum) ella es una mujer completamente invisible. Las fotografías de Manu Bravo son fotoperiodismo puro y duro. En el caso de la fotografía que hago yo, haces un poco de director de escena. No veo las imágenes, no las voy buscando, las construyo en el estudio. Parto de la pose del modelo, de la iluminación, con lo cual sí se ve patente el sello del fotógrafo y también la gente viene buscando esa firma. En uno de los muchos tratados que se han escrito sobre fotografía, había quien decía que lo que hacen los fotógrafos son todo auto retratos, porque no deja de ser tu forma de ver el mundo aunque no aparezcas en las imágenes.

Muel de Dios, fotografía "Autorretrato"

El valor del tiempo

«Desde los inicios de la fotografía, allá por el siglo XIX, se identificó a la fotografía como la más «real» de las artes por su alto grado de iconicidad, es decir por el gran parecido que la obra final guardaba con la realidad fotografiada.
Mientras que la realización de un paisaje o de un retrato por parte de un pintor requería una inversión de tiempo considerable, una fotografía se elaboraba de una forma mucho más veloz.
Con el tiempo a las fotografías se las comenzó a llamar instantáneas, ya que congelaban y capturaban el tiempo en unas milésimas de segundo y gracias al dominio de la técnica hemos llegado a ver escenas imperceptibles al ojo humano: una bala atravesando un globo, una gota en el momento de romper al chocar contra una superficie, etc.
La fotografía nació por tanto ligada de forma indisoluble al tiempo y en esencia es tiempo en sí misma.
La imagen que acompaña este texto es la antítesis de la instantánea. Se puede leer (sí, las imágenes también se leen) en unas décimas de segundo, y aunque en un primer momento entendemos que es la imagen de un cerebro, enseguida comprobamos que está formado por cuerpos desnudos.
Se lee casi de forma instantánea como decíamos, pero para su realización empleamos cerca de tres meses. Desde que la presentamos de forma pública, a finales del año 2010, como portada del calendario que los estudiantes de medicina de la Facultad de Oviedo hicieron para sufragarse el viaje de estudios no he parado de responder a dos preguntas: ¿es un único disparo o es un montaje? Y ¿de dónde has sacado la idea?
La respuesta siempre ha sido la misma: «es un montaje y la idea la he sacado del cerebro, de mi cerebro».
Tratar de obtener la imagen en un único disparo acarreaba ciertos problemas técnicos mucho más sencillos de solucionar realizando las imágenes a los modelos de forma individual o por parejas, tal y como al final se hizo.
¿Se imaginan organizar a más de treinta jóvenes desnudos (con la cantidad de hormonas que el hecho en sí mismo generaría) en un estudio al mismo tiempo?
En definitiva planteé la imagen como un juego de tetris, fotocopié una imagen del cerebro humano de un atlas de medicina de mi hermano mayor, médico de profesión, y me pasé varias semanas dibujando cuerpos sobre las circunvoluciones cerebrales. Con esos bocetos fui retorciendo a mis modelos hasta obtener «las piezas» del puzzle con las que finalmente construí mi cerebro.
En cuanto al nacimiento de la idea rondaba mi mente desde hacía años, cada vez que veía una imagen de un cerebro me recordaba la forma de una nuez o la de cuerpos desnudos entrelazados. Sin duda alguna no creo que sea la única persona que ha ligado estas imágenes a las del cerebro, quizás mi valor haya sido llevar esa idea a cabo.
Por cierto, y sirva como anécdota, aunque la venta del calendario fue un rotundo éxito los estudiantes al final se quedaron sin viaje de estudios ya que la agencia con la que contrataron el viaje les estafó. Se ve que el dueño de la agencia empleó su cerebro de forma más perniciosa».

Muel de Dios

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