No hace falta más que conversar con Mapi Quintana para entender que la autenticidad de esta cantante asturiana desborda cualquier recipiente que utilice, ya sea el musical o el personal. Y a pesar de que sus trabajos publicados navegan por derroteros más tradicionales, nunca olvida sus orígenes musicales en el mundo del jazz.
La primera vez que esta joven lenense escuchó a Ella Fitzgerald entendió que su carrera musical tenía que orientarse hacia un tipo de música diferente al que había conocido hasta entonces. El jazz marcó su rumbo inicialmente y la llevó a formarse lejos de Asturias, pero -como les ocurre a tantos asturianos-, la tierra tira, y a su regreso también buceó en cantares de la tierra a los que aportó su toque más personal.
Hace apenas unos meses, Mapi representó a nuestro país en el Festival Intercéltico de Lorient. Allí se abrió en canal para compartir su vida y también su duelo a través de la música.
-Cuéntanos cómo empezó tu idilio con la música. ¿Eras muy pequeña cuando empezaste a cantar?
-No tengo recuerdos de ello, solo uno de una Nochebuena en la que estaba subida a una silla y estoy cantando o bailando, tengo una fotografía de ese día. Un par de años después empecé a ir a clase de música. Con 6 o 7 años iba a aprender piano, solfeo, me gustaba mucho, así que la música siempre estuvo ahí. En mi casa no había músicos profesionales, pero sí gente que cantaba mucho y de una manera muy distendida.
-Eras todavía muy jovencina cuando dejaste la cuenca minera y te fuiste sola a estudiar música a Ámsterdam. Una decisión así solo la toma una persona con carácter, ¿cómo lo viviste?
-No sé si fue carácter o inconsciencia máxima, pero tenía gente alrededor que siempre me aconsejó muy bien, y creo que siempre supe escuchar. Yo estudiaba música clásica porque era la única formación de música reglada que se podía hacer en Asturias, pero cuando de repente descubrí el jazz lo vi como algo que realmente me gustaba y me veía cantándolo. Por aquel entonces no pensaba mucho en el futuro, me enganché a esa música que me resonaba natural a pesar de que estaba en otro idioma y yo venía de un sitio completamente ajeno. Mis compañeros me decían que, si quería seguir cantando, tenía que formarme y tenía un buen amigo en Ámsterdam que me recomendó que fuera allí. Lo hice en el año 2000 y no volví hasta el 2009.
“Estudiaba música clásica porque era la única formación de música reglada que se podía hacer en Asturias, pero cuando de repente descubrí el jazz lo vi como algo que realmente me gustaba y me veía cantándolo”
-Aterrizaste en Ámsterdam con tu notable en inglés conseguido en el instituto. No debió ser fácil la adaptación, ¿dudaste de la decisión en algún momento?
-No, simplemente era lo que tocaba en ese momento. Llegué pensando que con el inglés que había estudiado me arreglaría, pero en las clases no entendía nada. Echaba de menos mi casa, pero era parte del trato. El primer año fui sin beca, en casa tuvieron que hacer un esfuerzo gordo y yo tuve que buscarme un trabajo. El descanso brillaba por su ausencia pero con veinticuatro años se llevaba bastante mejor y nunca me planteaba no hacerlo. Cuando ya veía que la situación era insostenible llegó la beca y fue más fácil porque me pude dedicar solo a estudiar.
-¿Por qué regresaste a Asturias?
-Echaba de menos a mi familia y a Asturias. Cuando vine, con el hachazo que había metido la crisis de 2008, todos me decían que estaba loca, que cómo volvía ahora. Pero yo pensaba que el jazz estaba siempre en crisis, así que me daba igual que hubiese crisis que no. La etapa de Ámsterdam estaba cerrada; además quería venir a vivir con mi familia, quería disfrutar de mis padres y no volver porque estuviesen muy enfermos y tuviera que cuidarlos. Yo vivía genial en Holanda, tenía varios proyectos muy chulos pero Asturias es una madre mala porque no te suelta, por lo menos yo lo experimenté así.
-Hiciste cosas porque era ‘lo que tocaba’, ¿sigues viviendo y tomando decisiones en base a tu brújula interna?
-Yo planifico muchísimo, me encanta hacerlo. Hago muchos planes a largo plazo y me ilusiono con ellos sabiendo que puede que no se realicen porque es como ir por una carretera y si, de repente, para ir hacia donde yo quiero me encuentro con otro camino diferente, pues igual cambio la ruta. Estoy a tope con lo que estoy haciendo ahora, pero siempre atenta a lo que me está viniendo. Si mañana aparece otra manera de hacerlo, puedo cambiarlo, y nunca me planteo ‘y si hubiera hecho…”, eso no vale para nada.
“Cuando regresé a Asturias tras varios años en Ámsterdam, con el hachazo que había metido la crisis de 2008, todos me decían que estaba loca, que cómo volvía ahora”
-En Asturias se te considera toda una referencia en el género del jazz. ¿Cómo te sientes llevando esa bandera?
-No sé cómo contestar porque realmente discos de jazz no hice ninguno, aunque es verdad que tengo la formación y una estética musical en la que me gusta lo relacionado con la improvisación y siempre va a aparecer una armonía un poco más juguetona. Siempre se dice que yo hago fusión, que fusiono el jazz con otras cosas, pero en realidad solo hago la música que oigo.
Que pueda ser un referente me sorprende un poco, aunque a mi regreso sí que hice algunos repertorios más jazzísticos. Con el guitarrista Marco Martínez hice temas de los discos de Ella Fitzgerald y Joe Pass y también estuve ligada a proyectos relacionados con el jazz como Obsolescencia Programada de Eladio Díaz o West Side Story con Federico Lechner. Y ahora que llevo un par de años centrada en la música más tradicional, el cuerpo me está pidiendo volver a este género, volver a cantar en otro idioma y frasear de otra manera. El jazz no lo abandono jamás.
-¿Qué te condujo a conectar con la música asturiana tradicional?
-A poco de volver de Holanda, conocí a gente que hacía este tipo de música y el enganche fue brutal. De repente encontré la identidad, la familia, el lugar, todo; iban encajando las piezas y yo me sentía muy orgánica en ello y viendo que esto soy yo.
Conocía a Ambás y me gustaba la música de Tuenda porque este grupo contaba las cosas con un lenguaje que a mí me llegaba mucho. Me gustaba también la energía de otros como Llan de Cubel o Felpeyu pero lo de Tuenda fue un zambombazo directo brutal. La manera de tocar de Pepín, cómo improvisa y cómo acompaña Elías… y justo era la época en la yo empezaba a maquinar la vuelta a casa. Fue como una conjunción, a través de ellos empecé a interesarme y cuando llegó a mis manos yo ya estaba queriendo contar algo y hacer mi propia aportación.
-¿Con qué trabajo sientes más la raíz? ¿Cuál te pellizca más por dentro?
-El que hice con Elías García, que se llama Severina, fue un punto importante porque yo era la encargada de escoger los temas, hacer los arreglos y cantar. Aunque el trabajo de Elías fue importantísimo, personalmente para mí fue un paso más allá, tuve que escoger el repertorio de entre más de 140 cantares del concejo de Lena, el concejo de donde yo soy. Cantar las canciones de toda esa gente que estaba antes que yo fue el trabajo más guay de todos, y haberlo hecho con Elías emocionalmente para mí es un hito.
-¿La influencia de tus güelas fue también importante?
-Sí, Gelina, mi abuela materna, fue la que me apuntó a música. No se dedicó profesionalmente pero cantaba muy bien; una vez después de un concierto que di se me acercó un señor y me dijo: “nena, faeslo muy bien pero no llegas a tu güela ni a la suela de los zapatos”. Ahí entendí la dimensión de lo que mi güela Gelina sabía hacer, ella cantaba copla en la cocina, le encantaba ese género y todo lo que había por la radio. No era de música tradicional como la otra güela, María, que cantaba para la danza en el pueblo donde estaba en Maramoniz. Ahí hacían baile con acordeón y mi güelo tocaba la pandereta. En Severina hay una canción de cuna que me enseñó María y el único día que vino a verme cantar pude ver que ella también la estaba cantando conmigo, fue un día muy especial.
“A través de lo que yo cuento de una manera ligera y distendida, me gustaría que la gente llegara a esas relaciones que tienen con sus güelos porque son personas que aportan tanto que hay que disfrutarlos”
-Interpretar canciones de tus mayores tiene un componente emocional extra que hay que saber llevar en el escenario. ¿Cómo logras mantenerte?
-Me tengo que abstraer absolutamente o pensar en otra historia. Mi güela María tenía mucho humor e intento ponerme en esa tesitura de risas, siempre salgo por ese lado y hago chiste de todo, porque si no es demasiado emocionante. Eso me ayuda a mantenerme en un estado de ánimo controlable. A través de lo que yo cuento de una manera ligera y distendida, me gustaría que la gente llegara a esas relaciones que tienen con sus güelos porque son personas que aportan tanto que hay que disfrutarlos. Que mi manera de transmitir sea como una llave para que ellos abran sus puertas y se conecten con sus historias personales.
-¿Entiendes la vida sin música?
-La música es el lenguaje que utilizo para poder expresarme bien, a través de ella comunico el 100% del mensaje, porque si solo hablo, hay cosas que se quedan ahí y no tienen tanto color. Pero sí que entiendo la vida sin música, sin embargo no la entiendo sin naturaleza o sin familia.
“Cuando me hicieron el encargo de ir a Lorient primero experimenté mucha alegría y reafirmación, luego mucho miedo, y después, cuando encontré la temática que iba a llevar, a partir de ese momento fue un disfrute total”
-¿Qué sentiste cuando te eligieron para ir al Festival del Lorient?
-Fue un puntazo porque soy una persona extremadamente insegura de mí misma. No tengo muy buena relación conmigo misma en ese sentido y siempre necesito un refuerzo externo, así que cuando me encargaron esto tan gordo fue un chute de autoestima brutal, aunque luego vino la bajada. Así que hubo primero mucha alegría y reafirmación, luego mucho miedo, y después, cuando encontré la temática que iba a llevar, a partir de ese momento fue un disfrute total.
-¿Por qué quisiste ir con Música pa tornar páxaros?
-Era un duelo que yo tenía a medias, el duelo por Elías García, aunque en realidad es un duelo colectivo porque toda la comunidad de la música tradicional y no tradicional lo perdimos y nos quedamos huérfanos. Para mí era una figura importantísima en mi vida y desde que se murió yo cambié, y hay un hueco gigante que no acaba de hacerse más pequeño. Teniendo ese duelo a medias pensé en utilizar la música para hacerme una terapia.
“Elías García era una figura importantísima en mi vida y desde que se murió yo cambié, hay un hueco gigante que no acaba de hacerse más pequeño”
-¿Qué significa ese título?
-Elías, aparte de ser músico espectacular, era un ornitólogo importantísimo y siempre tuvo una relación con los pájaros. En mi relación con él también se hablaba mucho de pájaros porque siempre recurría a él cuando veía un pajarín. En el trabajo hay una canción que se llama Ornitólogo de guardia y es por eso, porque siempre que había algo de lo que quería saber más le llamaba y le preguntaba.
Tengo aquí en mi casa un jardín al que vienen muchísimos pájaros pequeñinos, que eran los que le gustaban a él, y cuando veo un gorrión o a un raitán posarse en las plantas a mí me proporciona una felicidad máxima. La idea era seguir haciendo esa música para que los paxarinos sigan viniendo y que no se nos olvide toda la gente que marchó y que queremos que siga volviendo.
-¿Cómo afrontaste la experiencia de Lorient?
-Semejante encargo tenía que hacerlo con gente que me quiere, con gente que iba a hacer que me sintiera segura de mí misma y respetada. Hicimos un equipo de gente donde todos son de los mejor en su campo, y al llegar allí estaba tranquila. Estaba todo tan bien preparado, hecho con tanta honestidad y tan bien montado técnicamente que solo tenía ganas de hacerlo y contarlo.
-¿Contenta con el resultado?
-Sí, yo creo que la gente entendió lo que se estaba contando. Como la letra era muy importante y estando en Francia no se iba a entender del todo hicimos unas proyecciones, un refuerzo visual ayudaba a entender lo que estaba pasando. Me sentí entendida, se estaba recibiendo bien. Había allí algunos asturianos y la manera en que conectamos con ellos, la complicidad que hubo, me hizo pensar que esto había que repetirlo en Asturias.
“Yo solo sé de acordes y melodías y me apetece prenderle fuego al móvil y al ordenador, pedir una excedencia vital y regresar dentro de un par de años, lo que pasa es que si te apeas del tren, este marcha y es muy difícil volver”
-¿Así que este fue el detonante para el concierto que hiciste después en La Laboral?
-Sí, y fue muy gordo. En realidad me di cuenta de que, aunque obviamente el encargo era para el 6 de agosto en Lorient, yo había trabajado para ese concierto en La Laboral. Ese concierto era el destino final y fue mucho más emocionante, era un repertorio que nos representaba a todos.
-¿Crees que es algo para repetir o fue un momento mágico que no se debe intentar recrear?
-Es algo que me estoy planteando estos días, precisamente. Lo que tengo claro es que fue un encargo del Principado y necesito el permiso de la Consejería de Cultura si quiero seguir haciendo esto. Por un lado, es algo que me encantaría porque fue un espectáculo precioso que llevó mucho trabajo prepararlo y me da pena que no se haga más, pero por otro, yo ya avancé en mi duelo, ya conté lo que tenía que contar. Lo que sí quiero hacer es grabarlo en un disco, creo que sí que hay que hacerlo.
-Cada vez que subes al escenario muestras tu interior, en cierta medida te desnudas ¿no te da un poco de miedo hacerlo?
-Cada vez que cantas te pones en pelotas, incluso aunque estés cantando una canción de Adele o Mari Trini. Yo aprendí a desvestirme sin sentirme desvestida, es verdad que a veces cuento cosas muy personales pero es que quien me escucha probablemente esté en la misma situación. Entonces nos desvestimos todos y ya no me siento tan sola.
Yo no quiero que escuchándome olvides tu vida, quiero que te reenganches con ella, que pienses en las cosas que te pasan a ti y por qué, y si lo que yo canto o cuento te da un pellizco en medio de la barriga, es que hice bien mi trabajo
-Dijiste que te gusta tener proyectos en la mente, ¿qué ves mirando para el futuro?
-Estoy en un momento de reajuste, de transición personal, porque tenía un plan de vida pero me separé y el plan tiene que cambiar. Me estoy planteando incluso si quiero seguir haciendo música, aunque es la gran inversión de mi vida. Le dedico todo mi tiempo, pero hay tantas cosas que rodean la profesión que no me gustan y no puedo controlar… sobre todo tener que vender un producto. Es algo que no controlo y honestamente me asusta y me da pereza. Yo solo sé de acordes y melodías y me apetece prenderle fuego al móvil y al ordenador, pedir una excedencia vital y regresar dentro de un par de años, lo que pasa es que si te apeas del tren, este marcha y es muy difícil volver.
De momento, a medio plazo tengo un plan que es grabar dos discos: La Maramoniz y Música para tornar páxaros. También estoy muy muy feliz trabajando con Rodrigo Cuevas, es algo que no me cansa. Me gusta su discurso, la música y el equipo que está en ese proyecto, y me gustaría seguir trabajando en un proyecto que no es el mío, es el de otra persona.
“No quiero que escuchándome olvides tu vida, quiero que te reenganches con ella, que pienses en las cosas que te pasan a ti y por qué, y si lo que yo canto o cuento te da un pellizco en medio de la barriga, es que hice bien mi trabajo”
-¿Qué podría hacer Mapi Quintana si no siguiese como hasta ahora con su música?
-Cualquier cosa, si lo mandase todo a la mierda podría volver a dar clases de canto, soy profesora titulada de Estill Voice Training; montar un santuario de animales o marcharme a Nepal y ayudar a los demás, pero siempre voy a querer cantar o tocar. Lo que pasa es que hacer un proyecto como los que hice emocionalmente es la de Dios porque solo sé hacerlo involucrándome al cien por cien y a todos los niveles. A lo burro, porque me mola y soy un poco masoca.
-¿Tienes que descubrir si la música te sigue haciendo feliz?
-Claro, porque si eres feliz haciendo algo, lo haces bien y aportas felicidad a los demás; es una responsabilidad. Si todos hiciéramos eso, sería todo más guapo. Creo que como sociedad somos miedosos y no nos atrevemos a ser felices.
-¿Te llevas mejor contigo misma ahora que has visto que puedes conseguir lo que quieres?
-Sí, me amigué bastante conmigo misma después de una etapa de odio visceral. Y no fue solo por haberme demostrado a mí misma que puedo hacer cosas muy guays y que puedo estar orgullosa. Después de todo el tumulto, de mi situación personal que por mi separación es dura, estoy en un momento de decir: “tranquila, no pasa nada. Sabes hacer las cosas bien, tira para adelante”.
-Por último, y a modo de anécdota, decirte que tus redes sociales no dejan de sorprenderme.
-(Se ríe) El Instagram lo abrí para reírme de mí misma, muchas veces salgo en bata y con la toalla por la cabeza y no pasa nada. A mí me resulta entretenido y no hay que estar siempre arreglados como en el escenario, porque estamos en casa. En Facebook es verdad que tengo más de gatos y animales que de música, ya me lo dijo mi hermana, y claro, si quiero enseñar lo que yo hago, tengo que ponerlo ahí, porque es la ventana.