Hace unos meses, bajo el sello de Ediciones Trabe, salió a la luz el nuevo trabajo del cantautor tinetense: Ratos Invisibles. Arropada por la cálida voz de Rafa Lorenzo esta apuesta musical por el mundo rural y sus sacrificados habitantes ya está cosechando buenas dosis de éxito.
Rafa Lorenzo necesitaba aislarse, encontrar alguna aldea tranquila desde la que dar salida a su necesidad creativa. Y la encontró en La Piñera, un paraje del concejo de Tineo en medio del monte en el que apenas quedan cinco vecinos con los que conversar. La casa que le dejó un amigo fue el templo perfecto para encontrar el hilo conductor de su nuevo trabajo que, en fala, recoge la riqueza de la vida campesina.
-¿Qué es para ti la música?
-Es una pregunta complicada, para mí es la vida, es todo. Yo nací siendo músico y moriré siendo músico, eso lo tengo más que claro. Uno de los recuerdos de mi infancia, con aproximadamente dos años, es el de haciendo que tocaba una guitarra delante de casa con una tabla de madera, o cantando en párvulos encima de una estufa porque el maestro me decía que cantara. La música es una forma de ser, una forma de vida.
-¿Nunca te planteaste la vida de otra manera?
-Hubo un pequeño espacio de tiempo que no me dediqué a la música, porque soy periodista y trabajé en la radio y en prensa escrita. Estuve durante seis o siete años retirado de la música porque estaba llenando ese hueco con otra profesión que también me apasiona y que me enamoró. De alguna forma viene a ser lo mismo porque en realidad los cantautores somos cronistas, hacemos crónicas de lo que tenemos alrededor con música y verso. Pero luego necesité volver a la guitarra.
“En mi nueva casa había movimiento de papeles por la noche y llegué a la conclusión de que eran ratones pero nunca conseguí verlos, por eso la idea de escribir Ratos Invisibles”
-Y subiste a un tren que nunca más dejaste.
-No, y eso que, aunque te da muchas satisfacciones, la música a veces también te da sinsabores y algún bajón en el que momentáneamente tienes ganas de tirar la toalla, pero luego el contacto con el público y con los compañeros de profesión es lo que te hace decir ‘hasta que la muerte nos separe’.
-¿Qué papel juega el equipo a la hora de lograr el éxito?
-Es fundamental, desde el principio tuve muy claro que tenía que rodearme de buenos músicos y excelentes profesionales. Y siempre digo que quiero ser el más malo de todos ellos. Yo soy la imagen, la figura, pero en realidad somos un grupo de personas que llevamos muchos años juntos, que nos subimos al escenario, y que a veces con una simple mirada sabemos salir de cualquier atolladero musical.
-Imagino que para componer un trabajo como Ratos Invisibles hay que tener una raigambre con el mundo rural que seguramente se remontará a la infancia. ¿Es así?
-Yo nací en la villa de Tineo, en una casina al lado de la escuela y del parque Verdeamor que todavía existe aunque está desvencijada. Mi padre era minero, mi abuelo panadero y mi familia materna era de Luarca con ascendencia vaqueira. Viviendo en un concejo agrícola ganadero como es Tineo seguramente esas raíces son las que influyeron en mí. Pero el nuevo disco surgió como consecuencia de instalarme en una casina en medio del monte, un lugar donde tengo contacto directo con la naturaleza y con el campesinado real.
Detrás de la marca ‘Rafa Lorenzo’ se encuentra el equipo formado por Nati González, voz y percusión vaqueira;
Yoli Alba, flauta travesera; Antón Barquero, percusiones; Marcos Maoxu, piano y teclados; Rafa Lorenzo, voz y guitarras; Ramón G. Morán, teclados. Senén González, bajo eléctrico y técnico de sonido, ha sido el último en incorporarse al grupo. / Fotos: Fernando Malva y Michel Maza
-Los ratos invisibles dan nombre a tu nuevo trabajo, ¿cómo es tu relación con estos roedores?
-Los primeros días que fui a dormir a la casa, al apagar la luz empezaba a sentir movimiento sobre los papeles, pero al encender no veía nada y así ocurrió durante varios días. Llegué a la conclusión de que eran ratones y es el día de hoy que sé que están ahí pero no consigo verlos, por eso la idea de escribir esa canción, jugando con el doble sentido de los ratos invisibles porque también son esos momentos en los que te asomas al corredor o a la galería de la casa y contemplas el inmenso paisaje y escuchas a los pajarinos cantando. Todas estas cosas son ratos mágicos invisibles.
-¿Qué te llevó a retornar a una aldea?
-Llevaba unos años viviendo en Oviedo y quería encerrarme en un sitio tranquilo donde poder escribir canciones nuevas. Surgió a través de un amigo de la infancia que tenía una casina en la zona de Tuña y Xenestaza. Al llegar allí me puse a reparar un poco la vivienda y cultivar la tierra y tuve la necesidad de escribir sobre eso. Fue una manera de recuperar vivencias que había tenido de adolescente, aunque siempre digo que yo no soy campesino ni ganadero. Lo que sí puedo decir es que conozco y palpo directamente el sufrimiento y trabajo diario de la gente del campo, realizan una labor muy sacrificada y muy poco reconocida.
-Como en otras ocasiones, tu música conlleva una reivindicación. ¿Qué es lo que quieres poner en alto?
-Una primera intención es la de reconocer y reivindicar el sacrificio continuo y diario de la gente que vive en las aldeas y en las brañas y un segundo mensaje que aparece en el disco (y en todo mi trabajo) es reivindicar que la gente joven vuelva y se instale en las aldeas, que como bien sabemos se están despoblando. ¿Qué hace falta? Que las administraciones, los organismos oficiales y privados pongan los medios adecuados para que la gente moza y los mayores puedan vivir dignamente.
-¿Cómo fue la experiencia de grabar este trabajo?
-Lo hice todo de un tirón. En quince días escribí todas las canciones en una misma línea que es lo que yo pretendía, y en una tarde y una mañana grabamos el disco entero. Creo que eso se nota en el resultado con un trabajo que es compacto y consolidado. Está teniendo mucho éxito, el disco está prácticamente agotado y estamos pensando en sacar una segunda edición.
-¿Es tu primer disco en fala?
-Siempre canté en castellano y asturiano, pero este es el primer disco que hago íntegramente en asturiano. No podía ser de otra forma si estoy hablando del campo, porque es como habla la gente en la braña y en la aldea. Estoy aprendiendo muchas cosas de los paisanos, y conocer el idioma te ayuda a seguir tirando de este carro como es la oficialidad de nuestra fala.
-¿Tu música es para todas las edades?
-Sí, el oficio te reconduce hacia eso. A la hora de cantar vaqueiradas, por ejemplo, lo que pretendo es reivindicar la música tradicional (no soy folclorista) pero también renovar las coplas y los cantares, y fusionarlas con otros estilos para acercarlas a la gente joven. Es una de las pautas que siempre me marco musicalmente.
-Háblanos de otro proyecto reciente, el que tiene que ver con el 45 Aniversario del grupo Jekes, de Tineo.
-Tenemos un proyecto musical rehabilitando al grupo del cual fui fundador junto con el padre de Senén González, Luis. Acabamos de sacar un disco con motivo del 45 aniversario de su fundación que presentamos en la Feria de Muestras de Tineo. Para nosotros es un divertimento, un motivo para reunimos de nuevo aquellos sesentones que formábamos el conjunto en los años 70.