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jueves 25, abril 2024

El terremoto de Turquía

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El pasado lunes 6 de febrero, según los datos de AFAD (Autoridad turca de gestión de desastres y emergencias), a las 4:17 hora local (UTC+3), un terremoto de gran magnitud (7,8) sacudió el sur de Turquía. Se trata del seísmo más fuerte registrado en Turquía desde el año 1939. Se registraron al menos 83 réplicas más, seguidas de un segundo seísmo de magnitud 7,6 a las 13:24 del día siguiente.

El epicentro del terremoto fue Pazarcık, distrito de Kahramanmaraş, y se produjo a siete kilómetros de profundidad. El terremoto también se sintió en otras ciudades cercanas como Adıyaman, Kilis, Şanlıurfa, Diyarbakır, Adana, Osmaniye, Gaziantep, Malatya, Bingöl, Elazığ, Mardin, Şırnak, Bitlis, Hakkari y Hatay; y los países vecinos de Siria, Chipre, Grecia, Jordania, Líbano, Irak, Georgia y Armenia.

El seísmo también ha afectado gravemente al noroeste de Siria, una región donde 4,1 millones de personas dependen hoy día de la ayuda humanitaria, y en la que, tras casi 12 años de conflicto, la población es especialmente vulnerable ante estos eventos ya que muchos siguen desplazados y carecen de cualquier servicio público.

Figura1. Mapas de Turquía en el que se muestran a diferentes escalas el área donde el sismo ha tenido los efectos más destructivos, así como la densidad de población en el sur del país. Fuente: Cruz Roja.
Figura1. Mapas de Turquía en el que se muestran a diferentes escalas el área donde el sismo ha tenido los efectos más destructivos, así como la densidad de población en el sur del país. Fuente: Cruz Roja.

Recordemos que Turquía se encuentra en una zona tectónicamente activa en la que confluyen varias placas tectónicas. Por un lado, tenemos la placa euroasiática al norte (en la que se incluye la subplaca de Anatolia), la placa Arábiga al este y al sur la placa Africana (Figura 2). Las placas Africana, Arábiga y de la India se aproximan, en dirección norte-sur, a la de Eurasia. El resultado es la formación del Himalaya, de los Montes del Cáucaso, los Zagros y la zona de subducción al sur de Creta.

Este acortamiento produce el “escape” tectónico del bloque turco hacia el oeste, a favor de dos grandes fallas en dirección: la del norte de Anatolia, lateral derecha (el bloque que limita la falla se mueve hacia la derecha), y la del este de Anatolia, lateral izquierda (el bloque que limita la falla se mueve hacia la izquierda).

Recordemos que Turquía se encuentra en una zona tectónicamente activa en la que confluyen varias placas tectónicas.

Estas grandes fallas activas son fracturas que limitan bloques de corteza que se desplazan uno respecto al otro. Sin embargo, aunque lo hacen de modo constante, estas fallas se encuentran bloqueadas, de modo que a medida que pasan los años, siglos o miles de años se van acumulando esfuerzos a lo largo de los planos de falla. Cuando el nivel de esfuerzos alcanza un punto crítico se inicia el proceso de rotura a lo largo de la falla que puede durar desde segundos a varios minutos, proceso que llamamos terremoto.

Cuanto mayor es la longitud de la falla que sufre ese desplazamiento, mayor será la magnitud del terremoto y la energía liberada en forma de letales ondas sísmicas que provocan la sacudida del suelo, responsable en definitiva de la catástrofe.

Figura 2. Mapa en el que se muestran las placas tectónicas con sus movimientos relativos implicadas en el terremoto del 6 de febrero. Fuente: The Conversation.
Figura 2. Mapa en el que se muestran las placas tectónicas con sus movimientos relativos implicadas en el terremoto del 6 de febrero. Fuente: The Conversation.

Por tanto, cabría esperar que en esta región se produzcan terremotos de cierta magnitud. De hecho, hay registros históricos de otros grandes sismos en esta zona limítrofe entre Turquía y siria.

En la figura 3 se puede ver el mapa de sismicidad del sur de Turquía y norte de Siria, donde aparecen los epicentros de anteriores sismos junto a los dos devastadores terremotos y las réplicas que tuvieron lugar este lunes 6 de febrero que han causado más de 20.000 muertos e innumerables heridos y daños materiales.

El terremoto de magnitud 7,8 se sitúa en la falla Este de Anatolia y el otro, de magnitud 7,6 en el ramal de Sürgü. Ambas son fallas de desgarre con movimiento sinestral, que según medidas obtenidas mediante satélites han sufrido en ciertas zonas un desplazamiento horizontal de hasta 3 y 4 metros.

Figura 3. Mapa técnico en el que se muestran los mecanismos focales (tipo de roturas dependiendo de las fallas que las producen) de los terremotos del pasado 6 de febrero y también otros históricos ocurridos en las inmediaciones.
Figura 3. Mapa técnico en el que se muestran los mecanismos focales (tipo de roturas dependiendo de las fallas que las producen) de los terremotos del pasado 6 de febrero y también otros históricos ocurridos en las inmediaciones.

El terremoto, aunque de una magnitud bastante elevada, ha sido tan destructivo por causas que atañen al tipo de construcciones presentes en esa zona. Por ejemplo, en Japón ocurren terremotos mayores y sus efectos son casi inapreciables.

Este terremoto ha causado tantos daños no solo por su elevada magnitud sino por el mal estado de las construcciones en las edificaciones. La mayoría de los edificios de esas ciudades no habían sido construidas siguiendo las normas sismorresistentes. Una norma sismorresistente (NCS) es un documento técnico en el cual se regula y describe la construcción de estructuras capaces de soportar seísmos que pueden ocurrir en un territorio o país.

La mejor forma que tenemos de prevenirnos contra los efectos destructivos de los terremotos es estudiar nuestro subsuelo, nuestra geología, y conocer si estamos en una zona en la que es posible y probable que estos fenómenos ocurran.

Desgraciadamente no hay forma precisa de predecir un terremoto a largo plazo. En cambio, existen ciertos indicadores que pueden elevar la alarma y hacer que se tomen ciertas acciones, pero esto es a muy corto plazo (días u horas).

Por tanto, la mejor forma que tenemos de prevenirnos contra los efectos destructivos de los terremotos es estudiar nuestro subsuelo, nuestra geología, y conocer si estamos en una zona en la que es posible y probable que estos fenómenos ocurran. Todas las edificaciones deberían ser construidas siguiendo la norma sismorresistente vigente en cada país. Educar a la población para saber qué hacer y cómo comportarse en caso de presenciar un evento sísmico notable.

Para finalizar, se adjuntan unas fotografías en las que se aprecia de forma muy clara el desplazamiento de las fallas, al cortar, en varios casos, infraestructuras humanas.

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