El reciente suceso de los jóvenes aislados en hoteles de Mallorca habla de la insensatez de muchos padres, pero también del oportunismo de políticos y agencias de viaje, que tratan de sacar tajada en una realidad de pandemia como la que estamos viviendo. En este contexto, se han escuchado argumentos variopintos para defender el desmadre de unos jóvenes que habían ido a un supuesto viaje de estudios. Aunque no sé por qué lo llaman así, ya que no parece que hayan visitado muchos museos sino más bien las catedrales del ocio nocturno que son las que tienen más éxito en estos tiempos. Muchos han usado como argumentos, el año que han perdido estos chavales y el gran esfuerzo que hicieron para aguantar el confinamiento. En realidad, los quince meses largos que llevamos en pandemia es un tiempo que se nos ha robado a todos, desde los más pequeños hasta los más mayores. Apelar solamente a que ese tiempo se les ha restado a los jóvenes es un enfoque limitado, ya que todos hemos sido privados de multitud de encuentros, oportunidades, viajes y demás. Sin embargo, las consecuencias a medio y largo plazo, no son las mismas en los diferentes tramos de edad. Para una persona mayor, es probable que algunas de las cosas que no ha podido hacer en este tiempo, no pueda volver a hacerlas. Los más mayores han sido los más afectados por la falta de relación social, el encuentro con sus familias y el impedimento para poder moverse o viajar. Una gran mayoría directamente se murieron y otros muchos han sufrido un gran retroceso en su funcionalidad tanto física como mental. Para los más jóvenes, dichosamente los efectos son muy distintos. Hay mucha vida por delante y tienen mayor capacidad de adaptación, por lo tanto, no se puede usar como argumento que han perdido un año de vida para justificar sus desmanes, porque en esa estamos todos y, cuando la vida nos impone algo tan serio como una pandemia, es lo que hay, es lo que toca y lo mejor es adaptarse y aprender algo válido para el futuro.
La responsabilidad no es de los jóvenes, sino de los padres y madres que desaprovechan una oportunidad como ésta para enseñar a sus vástagos que la vida no es como estar en un parque temático permanente en el que hay que disfrutar en todas las atracciones.
De todos modos, la responsabilidad no es de los jóvenes sino de los padres y madres que no saben poner límites, que no saben decir que no y que desaprovechan una oportunidad como ésta para enseñar a sus vástagos que la vida no es como estar en un parque temático permanente en el que hay que disfrutar en todas las atracciones. No falta quien apela al derecho a disfrutar. Quien así lo piensa no sabe que no hay ningún derecho que avale el entretenimiento o el disfrute. En todo caso, disfrutar es una capacidad y una actitud que requiere mucha más introspección que el simple hecho de desmadrarse en un concierto o coger una borrachera.
De todos modos, quiero resaltar que muchas familias educan a sus hijos en la mesura y con límites, inculcándoles valores y proporcionándoles herramientas para que sean hombres y mujeres responsables, capaces de aportar algo valioso a la sociedad. Curiosamente estas familias expresan muchas veces, las dificultades con las que tienen que bregar en un entorno social que les conmina a hacer las cosas de otro modo. Conozco también a muchos jóvenes sensatos, que no han ido a esos viajes porque no querían contagiarse ni ser vector de contagio de otras personas, que piensan de otro modo y que no necesitan emborracharse para sentir que se divierten y, también ellos manifiestan sufrir la presión de una mayoría jubilosa que sólo entiende la diversión en términos de desmadre. Sin olvidar a miles de jóvenes, que nacen en otros contextos y para los que su mayor alegría es ayudar a sus familias a sobrevivir cada día.
En el proceloso universo de confusión en el que vivimos en estos tiempos de pandemia, no podemos olvidar que algunos saben echar la caña para extraer algún beneficio y no falta quien aprovecha los deseos de unos y la debilidad de otros, para ofertar esos mal llamados “viajes de estudios” con un todo incluido de botellón y conciertos multitudinarios. Y como guinda que corona el pastel están los políticos y los medios de comunicación, unos sin saber cómo gestionar el tema y otros sacando partido de una situación que abordan desde lo políticamente correcto y apelando a las emociones, que parece ser la única clave en la que sabemos abordar los problemas en este país. ¡Así nos va!
No puedo estar más de acuerdo. A veces a los jóvenes nos meten a todos en el mismo saco, y muchos no tenemos nada que ver con esos descerebrados.