No tengo más remedio que empezar por Ceuta, ese trozo de tierra marroquí ocupado primero por Portugal y después por España, que está soportando una fortísima presión demográfica. Veo en el canal 3 de televisión a una señora maestra que va encendiendo el mensaje conforme deja hacer a la lengua; se queja de abandono por parte del Gobierno, habla de invasión, igual que el discurso de un partido de la oposición, y por fin declara el peligro que significa la llegada de 80.000 personas ilegales.
¡Ay, madre! Me llevo las manos a la cabeza y luego a Internet, para comprobar que la población legal ceutí es de 84.202 personas; efectivamente, doblarla en cuarenta y ocho horas es problemático, casi ni se cabe. Luego, me tranquiliza ver que es solamente un exceso verbal de la señora maestra, le sobra un cero a su discurso mitinero. Ocho miles son muchas almas en busca de futuro, en todo caso; vergüenza para Marruecos, tarea ingente para Europa…
… Dolor de cabeza para el señor ministro de Interior, que hace unos días solamente tenía como preocupación si autorizaba la presencia de público en los campos de fútbol. Un poco despistado, debía de estar, cuando citaba el número de espectadores (y espectadoras, hay que suponer) “que pueden acudir a la Cartuja de Palma”. Culto parece, el antiguo juez, pero poco versado en balompié; se hablaba del estadio de La Cartuja, en Sevilla, para sede de una copa de Europa, asunto que nada tiene que ver con la novela de Stendhal.
El problema se complica desde el punto de vista del altísimo número de menores que han pasado a este lado de la frontera. Y han sobrevivido. Dudo del tacto de quienes deben cuidar de ellos, habida cuenta de las denuncias por maltrato en los centros de acogida. Me permito por ello una broma negra, muy negra, aunque sea jugando con lápices de colores. ¿A quién se le puede ocurrir que sean libres de gluten?
Alguna de las inmigrantes se llama Fátima, nombre muy ligado al Islam, aunque los cristianos pasean un madero por Portugal con esa advocación. Dicen que un trece de mayo se apareció una virgen con tal nombre a unos pastores cristianos. Suele suceder. Les contó secretos terribles, según el clero; de tal calibre que debían estar guardados bajo siete llaves.
Incomestible, vaya, el asunto. Tanto que una empresa chocolatera de Zamora, si bien pone una virgen similar a la de Covadonga en su envoltorio, avisa claramente, -aunque nuestra reproducción sea mala-, que está libre de gluten. Como los colores de los que hablábamos antes. O sea, un mito que se puede digerir sin dificultad por el niño, por la niña, por militares, curas y otras especies humanas. Comestible. ¡Madre del amor hermoso!