Mientras en otros lugares hay deslizamientos o corrimientos del terreno, en Asturias se producen argayos, masas de roca o de tierra que se desplazan a favor de una pendiente bajo la fuerza de la gravedad. Fenómenos muy comunes en la región que causan daños a viviendas, dejan incomunicados a pueblos y suponen millones de euros para las arcas del Principado.
Para conocer más sobre el tema hablamos con la geóloga de la Universidad de Oviedo, María José Domínguez, experta en geodinámica externa y miembro del equipo de investigadores que estudia la inestabilidad de las laderas como indicador del retroceso de la Costa Cantábrica (Proyecto COSINES).
-¿En qué situación se encuentra el Proyecto?
-Acaba de finalizar el 30 de septiembre. COSINES (Coastal Instability) iba a durar tres años y terminar en 2020 pero este último fue tan raro que nos lo prorrogaron hasta septiembre. Hacemos varias salidas al mes para monitorizar los argayos objeto de estudio, también hacemos salidas de cartografía y reconocimiento de otras zonas interesantes, geográficamente hablando. Es un trabajo de campo con el que disfrutamos mucho todo el equipo. Luego, toda esa información hay que trabajarla, elaborar con ella artículos que publicamos en revistas científicas o llevamos a congresos.
-Según estudios de un grupo de expertos del Instituto Geológico y Minero de España, Asturias figura entre las zonas con más riesgo en Europa de sufrir argayos. ¿Por qué?
-Es por un cúmulo de factores que son básicamente, las precipitaciones -factor desencadenante-; por otro lado, la orografía, las pendientes que tenemos y una tercera, el tipo de rocas. Esta confluencia hace que la región sea propensa a este tipo de fenómenos y también que sea muy activa, respecto a la gravedad de estos.
-¿Qué zonas son las más vulnerables?
-Son un tipo de rocas en concreto, rocas ‘blandas’ que podemos encontrar en las zonas carboníferas como las Cuencas del Nalón y del Caudal. También tienen lugar en zonas de rocas rojas y poco consolidadas como en Siero o la costa de Candás. Esta podríamos decir que sería la generalidad porque argayos tenemos en toda Asturias.
“Las precipitaciones, la orografía y el tipo de rocas ‘blandas’ hace que en Asturias sean habituales los argayos”
-¿Hay épocas determinadas del año donde sean más comunes?
-Principalmente en época de lluvias. También es verdad que a veces llueve y no hay argayos y otras llueve poco y los hay. La conclusión de nuestros estudios es que depende mucho de cómo esté el suelo de saturado. Cuando llueve sobre mojado el suelo está muy empapado y se desestabiliza mucho antes. A veces caen 60mm en un día y no hay consecuencias y otro donde caen 10mm o menos, se produce un argayo. Tampoco es igual una lluvia en esta época del año a la caída en marzo después de las precipitaciones de todo el invierno.
-Después de tantos años estudiando los argayos, ¿cree que es posible adelantarse en el tiempo y prevenirlos?
-Esa es una muy buena pregunta. Nosotros estamos peleando mucho por eso y de hecho nuestras investigaciones pueden ayudar a crear un sistema de alerta de argayos. Es una aspiración ambiciosa, pero la vemos factible. Sería algo así como el aviso de incendios que nos dicen en el parte meteorológico: te hablan de un riesgo, no de que vaya a ocurrir justo ese día. ¿Es posible? Con el tema de las precipitaciones sabemos más o menos cuánto tiene que llover y cómo tiene que estar el suelo de empapado para que se produzca un argayo; por otro lado, las previsiones meteorológicas cada vez están más afinadas, así que con esto podríamos hacer una predicción. Conocemos además las zonas problemáticas, qué laderas o taludes son los más propensos. Podemos decir: “esta ladera es problemática, está saturada al 98% y se prevén precipitaciones a lo largo de tres días seguidos”, “¡ojo aquí! porque es posible que se produzca un argayo”…
“Se siguen dando permisos para construir en zonas de riesgo. Son decisiones políticas que se escapan a la ciencia y a la razón”
-Esto que me comenta, ¿se ha hecho ya en algún sitio o son ustedes pioneros?
-Tenemos una base de datos que se llama Base de Datos de Argayos del Principado de Asturias (BAPA) que recoge los deslizamientos de laderas ocurridos desde 1980 a nuestros días. Tenemos más de 3000 argayos situados con mucha precisión tanto espacial como temporalmente, en ocasiones sabemos hasta el minuto en el que ocurrió. Asturias es pionera en tener esta base de datos tan completa y detallada, con tantos campos de información (ciento y pico por cada punto de argayo). He llevado esta iniciativa a congresos y siempre me felicitan, también lo hemos publicado en revistas científicas. Es la envidia de la gente que estudia este tipo de procesos.
Esta mañana estábamos hablando con unos compañeros de la Escuela de Ingeniería que están diseñando unos dispositivos para detectar el movimiento de los argayos y necesitaban buscar donde poder aplicarlos. Pues con esa información de la base de datos les podemos decir dónde según las características de cada argayo.
-Si ya se puede definir más o menos dónde se va a producir un argayo, ¿por qué se sigue edificando en zonas de riesgo?
-Esa pregunta me la hacen todos los años mis alumnos y la verdad es que no tengo respuesta. Hay que desterrar la idea de que las catástrofes son como castigos divinos, algo inesperado que nadie se imaginaba antes de que ocurriera…, eso es radicalmente falso. Una inundación, se sabe dónde se puede producir a partir de ahí, surgen las malas decisiones urbanísticas. ¿Por qué se sigue construyendo en zonas inestables? Porque se siguen dando permisos para hacerlo y ahí estamos hablando de decisiones políticas que se escapan a la ciencia y a la razón. Recordemos el caso del camping de Biescas (Huesca). Tenía todos los permisos en regla y en cambio aquel lugar era un punto rojo de riesgo altísimo en el mapa por riesgo de inundaciones porque era la salida de varios barrancos del Pirineo, una bomba de relojería si se producía una inundación de dimensiones considerables como así ocurrió. Y aun así, el camping consiguió todos los permisos a pesar del informes técnicos negativos.
“Se va a la Ruta del Cares como quien pasea por la calle Uría, cuando es un itinerario extremadamente peligroso por la inestabilidad de sus laderas”
-En los últimos cinco años los argayos han costado a las arcas del Principado más de 20 millones de euros. ¿Es posible bajar esta factura?
-Sí, creo que es posible bajar esta factura, así como el número de víctimas que es lo más lamentable de todo. La política de los gestores de las infraestructuras es más de actuar a posteriori: cuando el talud se cae voy y retiro el material. Lo contrario sería parchear todas las laderas de riesgo, lo que supondría un gasto inasumible. Nosotros lo que defendemos es una cuestión intermedia. Prevenir en las zonas más propensas que son unas en concreto y luego advertir del riesgo y de los peligros a los ciudadanos a través de sistemas de alerta. Hay que hacer una labor de concienciación y educación a los ciudadanos porque se vive muy ajeno a las circunstancias que se mueven en el entorno. A mí, por ejemplo, si hay una alerta de argayo, no se me ocurre ir por el Desfiladero de los Beyos. Se va a la Ruta del Cares como quien pasea por la calle Uría y no es así. Se trata de un itinerario muy transitado, pero es extremadamente peligroso por la inestabilidad de las laderas. La educación reduce muchísimo los riesgos, es algo que está comprobado a nivel internacional. Resumiendo, nuestra propuesta es ‘actuar’ -no de manera sistemática- y ‘educar’.
-Además de argayos en el interior, se producen también en acantilados como el del Faro de Tazones que están ustedes monitorizando. ¿Cuánto influyen en estos últimos los temporales marinos?
-Eso es algo que estamos abordando precisamente ahora. Lo que sí tenemos clarísimo es la influencia de las precipitaciones en los deslizamientos. En el caso del argayo de Tazones también se mueve cuando llueve. Lo que estamos estudiando ahora es la posibilidad de que, aunque tengan lugar estos corrimientos de forma inmediata después de períodos de lluvias, ver si a lo mejor responden de forma más lenta a los temporales, si existe un retardo en la respuesta. Podría ser que el temporal de mar dejase preparado el terreno para que cuando llueva se deslice. Esta es una investigación más a largo plazo. Vamos a tomar datos de los registros de oleajes y ver hasta qué punto podría haber una relación.
“La naturaleza es muy caprichosa, muy caótica. Hay muchísimas variables que interrelacionan entre sí y generan cosas de lo más imprevisible”
-¿Cree que existe un incremento de argayos relacionado con el cambio climático?
-Nosotros tenemos estudios de los argayos desde los 80, cuarenta años de observaciones. En realidad, de forma pormenorizada los tenemos desde los 90, hasta ahí nuestras fuentes han sido básicamente lo aparecido en prensa y ciudadanos de a pie que nos han ido enviando información en tiempo real. Pues bien, en este tiempo no hemos visto un cambio significativo en el volumen total de argayos. Sería engañoso concluir que ahora tenemos cien casos y antes dos porque es que nos faltan registros. Con la información de la que disponemos hasta ahora no vemos incremento de incidencias para poder relacionarlo con el cambio climático. Sí hubo en 2010 muchas inundaciones y abundantes argayos, pero fue un fenómeno aislado. Tan extremo como ese no hemos vuelto a tener otro. En 2019 hubo en enero y en noviembre muchos deslizamientos, pero a nuestro entender, nada que se saliera de lo normal.
El cambio climático, como les digo a mis alumnos está de moda, pero hay que ser cauteloso con las afirmaciones que se hacen. Todo invita a pensar que con la emisión de gases de efecto invernadero se genera un incremento en las temperaturas pero me parece pronto y arriesgado decir que por ejemplo, el nivel del mar va a subir 3 cm. Soy enemiga de estas cosas porque la naturaleza es muy caprichosa, muy caótica. Hay muchísimas variables que se interrelacionan entre sí y generan cosas de lo más imprevisible y diverso. Pienso que disponemos de pocos datos para hacer muchas de las afirmaciones que se hacen.
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