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viernes 19, abril 2024

Amor y relaciones de pareja

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“El amor no es más que una ocupación en la vida del hombre, mientras que, para la mujer, es la vida misma”
(Simone de Beauvoir)

Hay tantas definiciones de amor como personas; ocurre como en el caso de la felicidad, cada uno tiene la suya. Sin embargo para la felicidad hay acuerdo acerca de algunos pilares fundamentales: tener una buena autoestima, pensar positivamente, tener un trabajo apropiado, buenas relaciones sociales, etc.

En cambio, en cuestión de amor, es más difícil de establecer unos pilares válidos para la mayoría puesto que es una vivencia más subjetiva y más compleja porque hablamos de una relación de dos personas, lo cual hace que el concepto se complique.

Se plantean por tanto los siguientes interrogantes: ¿en base a qué se construye el amor? ¿Cuáles son las reglas que conforman una relación amorosa?…

Erich Fromm en “El arte de amar” plantea si el amor se puede considerar un arte o es una sensación placentera cuya experiencia es cuestión de azar, algo con lo que uno tropieza si uno tiene suerte.
El título del libro ya posiciona al autor; el amor es un arte y, como tal, implica un proceso de aprendizaje que se divide en dos partes: dominio de la teoría y dominio de la práctica. Y puesto que, vivimos en una sociedad mercantil en la que el éxito material constituye el valor predominante, no hay motivos para sorprenderse de que las relaciones amorosas humanas sigan el mismo esquema de intercambio que gobierna el mercado de bienes y de trabajo. Es por ello que cualquier teoría del amor debe comenzar con una teoría del hombre, de la existencia humana.

Siguiendo esta línea el amor no es esencialmente una relación con una persona, es una actitud que determina el tipo de relación de una persona con el mundo como totalidad. A partir de este punto el autor analiza el amor desde el punto de vista antropológico.

Hay tantas definiciones de amor como personas; ocurre como en el caso de la felicidad, cada uno tiene la suya.

El filósofo José Antonio Marina dice: “El amor es uno de los sentimientos más complejos, un auténtico laberinto dentro del laberinto sentimental. El amor no es un estado sino una actividad ya que no es tanto lo que siento por el otro sino lo que tenga ganas de compartir con el otro. La cantidad y la calidad de las cosas que quiero compartir con esa persona”.

Algunos autores, terapeutas de pareja, entienden el amor como intercambio de refuerzos, equilibrio entre lo que doy y lo que recibo; no tiene que ser exacto pero sí proporcionado. Una solución elegante, una fórmula bastante justa es el “altruismo recíproco”.

Veamos algunos casos en este sentido:

Mujer joven que establece una relación con un señor que puede ser su padre ¿qué sentimientos les unen?
Puede que sean intereses económicos, cuestión de supervivencia. Tú me das, yo te doy.
Admiración. Sería el caso por ejemplo de Elena Ochoa y Norman Foster o de Olga Lucas y José Luis Sampedro.

El amor ha hecho correr ríos de tinta, en la poesía, en la novela, en la música, en el cine y nos ha transmitido ideas como “el amor debe ser generoso”, “amar sin condiciones”, “hasta que la muerte nos separe”, etc.

El amor “incondicional” (o sin condiciones) equivale a decir: “hagas lo que hagas te amaré igual, en las buenas y en las malas”. Cabe, por tanto plantear si estas ideas siguen vigentes o han quedado enterradas en el pasado.
Siguen vigentes, sin duda, éstas y las contrarias (según para quién) porque tal como sostenemos hay tantas formas de entender y vivir el amor como personas.
Amor con “condiciones” podría ser la fórmula más apropiada.

Simone de Beauvoir y el Filósofo Jean Paul Sartre optaron por “las cosas pactadas”. Los dos primeros años practicarían la monogamia, posteriormente la relación se llevaría a cabo en absoluta libertad y nunca se ocultarían ni siquiera los más mínimos pensamientos.
Su pacto fue el “Amor con condiciones”. Cabe, por tanto, el interrogante ¿funcionó?
Simone de Beauvoir dice que sí, aunque de todos es conocido las mentiras de Sartre, al menos en los últimos años. Muchos autores sostienen que el experimento fue un fracaso porque aunque ella no lo ha reconocido se lee entre líneas el alto precio que pagó por ser la mujer que maravilló al mundo por su independencia.

La conclusión respecto a la fórmula “amor con condiciones” es que puede ser una forma de llevar una relación de forma satisfactoria; de hecho, las terapias de pareja están basadas en condiciones, se hace una lista de lo que cada cual espera de la relación y se trabaja en ella. Las condiciones que se proponen se basan en la equidad de los participantes. En el caso de la pareja Beauvoir – Sartre no se entiende que hayan hecho un pacto en total igualdad de condiciones sino que las condiciones fueron propuestas por el Filósofo y Simone aceptaba. Un amor con condiciones sí, pero más bien las de Sartre.

“El amor no es un estado sino una actividad ya que no es tanto lo que siento por el otro sino lo que tenga ganas de compartir con el otro”
(José Antonio Marina, filósofo)

Hay otro tipo de relación de pareja que es la búsqueda de protección y como ejemplo recurrimos dos personajes del séptimo arte: Romy Scheneider y Harry Meyer. Al respecto de su relación Romy dijo lo siguiente: “me dejo llevar de buena gana por mi marido, así lo quise una vez para tenerlo a lo largo de mi vida. Con Harry me encuentro más tranquila y equilibrada. Necesito a un hombre que me mande, que me lleve bien y no a cualquier jovenzuelo”.
Pero tampoco funcionó, Harry la absorbe cada vez más, la quiere totalmente para él, quiere moldearla según su voluntad, termina seleccionando los papeles que ella interpreta. Finalmente Romy termina separándose de él y Harry se suicida en 1.979.
La fórmula no funcionó porque la protección ¿hasta dónde y hasta cuánto?

Walter Riso, estudioso del amor y de las relaciones que se establecen entre diferentes parejas dice: “Existen algunos casos de esclavitud consentida, socialmente admitidos y valorados por la cultura de sacrificio, que se da generalmente en las mujeres, aunque quizá algunos hombres puedan desarrollar ese rol”.
Este autor sostiene que las mujeres que no son capaces de poner límites en la relación pueden desarrollar cualquiera de estos síndromes, o todos a la vez:

Síndrome de la Nodriza, es el caso de la mujer madre, aquella que practica austeridad para sí misma y abundancia para su pareja, lo cual termina por generar cansancio y resentimiento.

Síndrome de la Geisha referido a complacencia ilimitada, cuidan mucho su aspecto físico y están obsesionadas por la belleza.

Síndrome de la Empleada. Si la geisha rinde pleitesía la empleada rinde cuentas. Una relación basada en la eficacia hogareña.

A través de estudios, fórmulas, éxitos y fracasos concluimos que una relación adecuada es aquella en la que hay equilibrio, dónde una de las partes no se considere perdedora porque está dando más de lo que recibe. La relación debe construirse con arreglo a una intersección de conjuntos, a saber: un terreno compartido y otro terreno para cada uno de los integrantes dónde libremente puedan desarrollar sus ideas, inquietudes, hobbies, aquello que sea vital para sí y le ayude a desarrollar su individualidad.
Y es que los límites de la “intersección de conjuntos” garantizan nuestra Libertad Personal.

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