La crisis económica global ha desbaratado todo el sistema conocido. En las pequeñas economías ha reorganizado las prioridades y los valores; una vez se superen los temores primeros, devolverá un papel fundamental a la mesura, regresará el consumo razonable y volveremos a hablar de ahorro no como sinónimo de temor ante el futuro, sino como antónimo de despilfarro.
Quizá también esto se tendría que aplicar a las economías más grandes, las que han pagado la factura por los excesos pasados, la mala gestión, la especulación financiera. Los desequilibrios han sido señalados mostrando que, antes o después, hacen que los castillos de naipes se vengan abajo. Ha sido la crisis del pinchazo de las “burbujas”, lo que, si bien ha dejado un buen número de economías patas arriba, visto desde otra perspectiva no deja de ser un buen modo de comenzar de nuevo y sobre nuevos pilares, más firmes y más asentados que los anteriores. La crisis ha obligado a replantear, a buscar, a crear; a pensar, en definitiva, lo que nunca está demás.
Y en ésas estamos.
Quienes se dedican a analizar, a sacar conclusiones y a hacer previsiones, vienen coincidiendo en que una salida sólida no se gesta en dos mañanas. Requiere, sobre todo y principalmente, cambiar las bases de un sistema que es global y que necesita un grado de consenso que no está claro que se vaya a lograr, o al menos no en la medida que sería necesario. Más bien está claro lo contrario, que será insuficiente para que los desequilibrios existentes, germen de otros desmoronamientos futuros, se comiencen a reparar. En cualquier caso no es éste un espacio para tratar sobre la macroeconomía y sus complejidades. En este momento nos atañe lo que tenemos más a mano, lo nuestro, lo de aquí.
Las decisiones a menor escala son fundamentales para corregir y reorientar el rumbo.
Una de las vías más importantes, ya no para salir de un momento –esperemos- puntual de crisis, sino para mantener vivas a las sociedades modernas, es el conocimiento. No es lo más rápido, pero sí lo más seguro. El conocimiento es lo que nos va a durar, la herencia para el futuro y lo que realmente puede traer cambios importantes en el modelo productivo y en la sociedad misma. Resulta pues fundamental centrarse en la educación. Debemos hablar de mejorar la educación de los jóvenes, de volcarse en la formación de los trabajadores para poder disponer de mano de obra de calidad, de mantener un sistema universitario bien becado, moderno y de calidad. Además de todo eso, hoy en día resulta imprescindible apostar por la investigación. Por un lado, para mantener despierta y ágil la sociedad; con sana curiosidad. Por otro, porque el hecho de desarrollar proyectos pioneros supone una posibilidad entre otras de vincular a la institución universitaria con el sector empresarial. Es un “matrimonio” que, aunque ya ha dado pasos, éstos son tímidos. Es una colaboración que debe crecer y que sería muy beneficiosa para todas las partes.
Y en este punto a Asturias hay que reconocerle un importante esfuerzo que debe ser destacado. El proyecto de Campus de Excelencia Internacional (CEI) que se ha puesto en marcha recientemente en la Universidad de Oviedo con un importante presupuesto, es un hito dentro de la sociedad asturiana. Nuestra Comunidad ya está siendo generadora de avances de calidad y ya está dando nombres propios en el campo de la investigación. Hace cierto tiempo que se le venía dando forma a la apuesta por temas específicos de investigación, especializados en disciplinas variadas y con una clara vocación de transferir el conocimiento al tejido empresarial. Ahora, el CEI viene a sustentar esta tendencia, al apostar por dos clusters, el de Energía, Medio Ambiente y Cambio Climático, y el de Biomedicina y Salud, que pueden y deben situar a nuestra Universidad en el mapa internacional.
Faltará ver los resultados de todo este esfuerzo, evidentemente, pero siempre teniendo en cuenta que la impaciencia no es buena consejera cuando se habla de una siembra: para recoger frutos, hay que dejarlos madurar. En lo que sí estamos de acuerdo es en que es ante todo una estupenda Oportunidad con letra mayúscula, un motivo de ilusión para nuestra sociedad. Asturias debe apoyar de todas las maneras posibles a sus investigadores, debe sostenerlos, arroparlos y animarlos, con la consciencia de que son “de los nuestros” y que si ellos ganan, ganamos todos.
¿O es que alguien pensó que eso sólo pasaba en el fútbol?