Dicen que las riadas que tuvieron lugar el mes pasado en Asturias no se repetirán hasta dentro de un siglo. Lo dicen las estadísticas, esto es, los números sumados, restados, multiplicados y divididos concluyen que no habrá otra tal hasta pasados cien años. Francamente, parece una predicción demasiado audaz dadas las circunstancias.
Vamos, que no nos fiamos. Cambio climático de por medio, y viendo lo visto, por mucho que el cálculo sea científico se asemeja demasiado a un augurio que parece arriesgado suscribir.
En cualquier caso, lo sucedido el mes pasado, si de algo ha de valer, que sea para aprender de lo mal hecho. Para eso hay que desoír absolutamente a los representantes de otros intereses que no sean los de todos los asturianos. El auge de la construcción, que aquí no ha sido tan devastador como en otras zonas del país, sí ha dejado ejemplos de lo que no se debe hacer. Prohibir la construcción en zonas con riesgo de inundación parece una medida tan lógica como tardía. Confiemos en que lo que prime, sea el sentido común.
De lo mal hecho bastante se sabía antes, pero parte por desidia y parte por no destinar dineros a obras de poco lustre político, muchas barbaridades conocidas se dejaron estar. Es esa dichosa galbana administrativa, ese ánimo de “dejar para mañana”, refugiados en la espera resignada y supersticiosa del que confía en que nada va a pasar, cruzando los dedos para que no se den todas juntas las circunstancias que provocarían el desastre./>Ahora sacamos conclusiones. Ahora comprobamos que hay obras mal hechas que hay que revisar. Y nos damos cuenta de que la ceguera urbanística pasa una factura que no es a largo plazo, sino inmediata. Y que los supuestos beneficios de tanta manga ancha no sólo no compensan, sino que son una ruina. Y que no se puede construir en zonas inundables porque no es de recibo. Y que los cauces de los ríos hay que cuidarlos, como hicieron hasta hace poco nuestros abuelos, que ya no nuestros padres. Ésas y otras tantas cosas parecen evidentes ahora, a la vuelta del desastre.
Las fuerzas de la Naturaleza llegan para poner las cosas en su sitio. El agua nos ha dado una lección. Nos ha recordado que no debemos dejarnos contagiar por la estupidez y la ineficacia. Asturias siempre ha mantenido una estrecha relación con la tierra y especialmente con el agua, que es parte de nuestra esencia. Sabemos que la clave del desarrollo de una comunidad como la nuestra está en la combinación entre lo urbano y lo rural, la vanguardia y el modo de vida tradicional; la vista puesta en el futuro, pero manteniendo un pie en los orígenes, para no perder las referencias. Para no perdernos.
Un traspiés en ese delicado equilibrio nos traerá problemas antes o después, como ya hemos comprobado. El caso es que mantener una relación cercana con nuestro entorno natural exige un esfuerzo de cuidado y mimo, mantener limpios los cauces de los ríos, retirar maleza y escombros, talar o plantar, según convenga, desbrozar los montes, entre otras cosas. Cuidar Asturias como si toda ella fuera un jardín es una inversión para el futuro y, además, una extraordinaria fuente de empleo para muchos asturianos que no sería prudente desdeñar dados los tiempos que corren.
De nosotros depende tomar buena nota para seguir adelante.
Nuestro deseo es que lo aprendido no quede traspapelado por los despachos, ni sea fruto del acaloramiento de los primeros momentos, sino que sirva para reorganizar nuestras prioridades. Dicho eso, todo debe continuar. Asturias se sumerge en su verano y tiene que mostrarse a sí misma y al exterior su capacidad para regenerarse, para restablecerse y continuar adelante. Tiene que ser ejemplo de capacidad de sacrificio y reinvención, de flexibilidad e ideas. Tiene que hacer aflorar su disposición para superar los malos tragos. Entramos en unos meses en los que los visitantes vendrán a vernos, a disfrutar de nuestra hospitalidad, nuestra gastronomía, nuestras playas, nuestra cultura y también de nuestro clima, que sigue siendo benigno y amable para todos aquellos que vienen escapando de los calores de otras latitudes. Asturias se abre para todos en estos meses mostrando su cara más festiva. Y así debe ser. Porque el turismo nos busca y debemos responder de la mejor manera posible: con la afabilidad que nos es característica y con la vista puesta hacia delante.