En 1996 se constituye formalmente la Filmoteca de Asturias, veinte años después de que Juan Bonifacio Lorenzo hubiese propuesto la idea de crear un organismo para preservar el cine asturiano. Él es nombrado director, y desde entonces no ha parado de rescatar películas que conforman el patrimonio cultural e histórico del Principado.
Bonifacio es un hombre conversador y gran amante del séptimo arte, hasta el punto de declarar: “Soy apolítico. Mi única bandera es el cine”. Esta pasión es la que le ha llevado a dirigir una institución que indaga, encuentra y recupera películas rodadas en Asturias o por asturianos. La génesis de su idea se remonta a 1976. A propósito de la muerte de Jesús Rubiera -importante productor del cine español, que renovó los géneros-, Bonifacio quiso homenajearlo proyectando las películas y cortos que rodó en Asturias. Pese al apoyo de su familia y de las instituciones, le costó localizar el material. Ello, sumado a un accidente casero en el que el propio Bonifacio perdió sus películas, le hizo reflexionar sobre la necesidad de crear un Instituto Asturiano del Cine. De los tres apartados propuestos -filmoteca, productora mixta y escuela de cine-, sólo uno de ellos vio la luz tras muchos avatares al son de la voluntad política del gobierno regional: la Filmoteca de Asturias. Tenemos un convenio de asistencia técnica con la Filmoteca Española, que facilita los laboratorios para la labor fotográfica, así como las cámaras de seguridad para guardar el material inflamable que constituyen las películas antiguas. Gracias a eso se han rescatado importantes grabaciones, como una película de 1924 que estaba en el Archivo Municipal de Avilés, o “Llanes, 1917”.
-¿Qué papel tiene el cine asturiano en la Filmoteca?
-La Filmoteca fundamentalmente se constituye para recuperar cine asturiano o relacionado con Asturias. El problema es que nosotros tuvimos una Revolución del 34 -que no hubo en otros sitios-, durante la cual se quemó el Teatro Campoamor. En los bajos del edificio había una oficina de turismo que tenía las películas que se habían realizado en Asturias para su promoción turística. Ahí se perdió cantidad de material. Otra dificultad para la conservación de las películas es el grado de humedad que tenemos. En toda película el soporte químico se degrada con el paso del tiempo, pero si las condiciones de conservación no son las adecuadas, la degradación es más rápida. Es lo que sucedió por ejemplo con las películas que tenía el Ayuntamiento de Gijón en los bajos de la Casa Consistorial, donde siempre que llovía fuerte se filtraban las aguas. Muchas películas se perdieron allí, pero de la mayoría existen copias en otros sitios. Luego hay mucho profesional que destruyó las películas, porque al ser inflamables era peligroso tenerlas después de la Guerra Civil, ya que te podían asociar a actividades peligrosas. Como además eran de cine mudo y no le daban valor al haber llegado el cine sonoro, muchos de ellos las vendieron para sacar acetona, hacer botones, peines…
“Entre las joyas de la Filmoteca destacan las que hemos llamado “Vistas gijonesas, siglo XIX”, rodadas por Arturo Truán. Originalmente se encontraban en la Filmoteca de Cataluña, y tras un acuerdo con ellos, las restauramos y las identificamos. Son las películas más antiguas que tenemos”
-¿Cuál es la joya de la colección?
-Joyas son todas prácticamente, cuanto más antiguas mejor. Entre ellas destacan las que hemos llamado “Vistas gijonesas, siglo XIX”, rodadas por Arturo Truán. Originalmente se encontraban en la Filmoteca de Cataluña, y tras un acuerdo con ellos, las restauramos y las identificamos. Ésas son las más antiguas que tenemos. Hay una “Vista” en concreto que es de la visita de Alfonso XIII a Gijón, en la que todavía no ha sido coronado. Tiene catorce años y es la primera imagen grabada en cine que existe de él. También incluyen una vista de la playa de Gijón que rodó Truán en 1899, varias salidas de la misa del Pilar (Zaragoza), salidas de obreros de la fábrica… Son breves y no están completas -estas películas duraban entonces sobre un minuto, después se fueron extendiendo-, pero son unos documentos muy interesantes.
-Para concienciar a la población sobre este aspecto de la cultura, la Filmoteca de Asturias lanza los “Lunes de cine” y los “Martes de la Filmoteca”, proyecciones en el Teatro Filarmónica de Oviedo. ¿Con qué criterios se programan y cuál está siendo la respuesta del público?
-Sí, esos son los ciclos ordinarios, y luego están los extraordinarios. Están destinados a dos públicos distintos, aunque alguno acude a los dos sitios. El espectador del Filarmónica es más generalista, se proyectan películas destinadas a un público más mayoritario porque son películas dobladas por indicación del Ayuntamiento, aunque yo en principio pretendía que fueran en versión original con subtítulos. Entiendo que el cine hay que verlo así, porque por muy bien que te doblen te adulteran música, sonido ambiente… El Filarmónica llama mucho la atención a mis compañeros de otras filmotecas porque acude siempre un mínimo de doscientos espectadores. El 29 de enero estrenamos la película de Raúl Hernández Garrido con cuatrocientas personas; el director quedó impresionado porque en Madrid tuvo un estreno malísimo, y gracias a esto pudo presionar para que los productores le sacaran la película en DVD.
En cambio el público de los martes está más interesado en el arte y ensayo, tiene un interés cultural. Son dos conceptos distintos a la hora de programar.
“Nosotros tuvimos una revolución del 34 -que no hubo en otros sitios-, durante la cual se quemó el Teatro Campoamor. En los bajos del edificio había una oficina de turismo que tenía las películas que se habían realizado en Asturias para su promoción turística. Ahí se perdió cantidad de material”
-¿Los asturianos conocen suficientemente la labor que se está realizando desde la Filmoteca?
-No, se va conociendo poco a poco. En ello influye también que tampoco hay interés porque se conozca. Aunque hay mucha ignorancia, también hay mala fe a la hora de indicar que una película está restaurada por la Filmoteca Española, orillando a la Filmoteca de Asturias. La Filmoteca Española presta una asistencia técnica, pero la restauración la realiza el señor Juan Mariné en base al Plan Director y a las indicaciones que yo le doy. Es una labor de equipo donde cada uno ocupa su lugar y debe recibir el reconocimiento correspondiente.
-En la actualidad han desaparecido muchas salas pequeñas, que han sido sustituidas por multicines. Surgen fenómenos de masas como Avatar, llega el 3D, aumentan las descargas en Internet… ¿Ha pasado a la historia la forma tradicional de ver cine?
-Sí, de eso ya hace tiempo. En España hay un punto de inflexión en la estadística: el año 1966. A partir de esa fecha se han ido perdiendo espectadores, unas veces más rápido y otras más lento. En Europa ya había sucedido anteriormente, y todo se debe al incremento de nuevas formas de ocio. La gente tiene televisión donde ponen películas, llega el seiscientos y aquellos que los fines de semana iban al cine ahora se van de excursión; a partir de ahí empiezan a cerrar los cines de los pueblos. Luego hay una serie de oleadas de crisis, como cuando llega el vídeo y la gente va al videoclub, en los 90 empiezan a cerrar los cines del centro de las ciudades -en Gijón desaparecen el María Cristina, el Robledo-, después se busca la solución en los minicines y terminan cerrando… Hoy por hoy la gente que quiere ir al cine tiene que coger coche y desplazarse a extrarradios, a centros comerciales y demás. Cuando ponemos las películas en el Filarmónica, la gente acude porque puede venir andando y no tiene que coger medios de transporte, igual que hacía antaño. Es el único cine que exhibe dentro del casco urbano de la ciudad. En cualquier caso, creo que hoy se ve más cine que nunca, pero por otros conductos.
“Hoy por hoy la gente que quiere ir al cine tiene que coger coche y desplazarse a extrarradios, a centros comerciales y demás. La programación de la Filmoteca en el Filarmónica es el único cine que se proyecta en el centro de Oviedo”
-Personalmente, ¿qué te supone estar el frente de una entidad como ésta?
-Bueno, yo me apoyo en lo que creo que puedo aportar a la sociedad asturiana. Todos tenemos una misión, y la mía es ésta desde que conocí al crítico de cine Don Carlos Fernández-Cuenca, cuando tenía quince años, y me animó a seguir. Es una labor que me gusta, en la que trabajamos con pocos medios y que hay que mantener con mucha ilusión, mucho entusiasmo y mucha vocación. Porque la Filmoteca es como un chiquillo que va creciendo, y le tenemos que dar el traje adecuado porque si no le saltan las costuras.