En una tierra donde reina la sidra, la cultura del vino busca un hueco en el emergente mercado. La consecución de la IGP Vino de la Tierra de Cangas fue un hito para la región, y ahora se trabaja para normalizar el consumo y la exportación de un vino de producción exclusiva y de calidad sorprendente.
La Indicación Geográfica Protegida abarca tierras de los concejos de Cangas del Narcea, Allande, Degaña, Grandas de Salime, Illano, Pesoz e Ibias. Aquí se encuentra un paisaje característico, de bancales que trepan por empinadas laderas, con cepas de cuidado casi artesanal. El vino de la zona es como un pequeño tesoro, ya que su cultivo, cosecha y producción guardan tradiciones milenarias, sorprendiendo a más de uno. Es precisamente ese misterio lo que lo hace tan especial: el aislamiento histórico y geográfico de la zona ha traído evidentes problemas pero también una ventaja indiscutible para los amantes de los nuevos sabores, en forma de uva autóctona. De las diferentes variedades admitidas en la IGP, cuatro se cultivan exclusivamente en Asturias: Albarín blanco, Verdejo negro, Alvarín negro y Carraquín. De este modo, los catadores más sibaritas han encontrado en las pequeñas bodegas de la Tierra de Cangas un filón, un vino excelente que aún se puede descubrir.
La vendimia se realiza manualmente, y en la elaboración se combinan las prácticas tradicionales junto con los procesos tecnológicos modernos.
La cultura vitivinícola no es una novedad en la Asturias interior. Existe documentación que habla de que ya en el siglo IX se producía vino en la zona de Cangas del Narcea; a comienzos del XI se convirtió en una zona productora e incluso exportadora, probablemente por influencia de los monjes benedictinos del Monasterio de San Juan Bautista de Corias. La elaboración de vino se ha mantenido desde entonces, con la mayoría de la producción destinada al autoconsumo. No es hasta hace pocos años cuando algunos cosecheros comenzaron a poner en valor su producto pensando en el mercado, cuidando la materia prima y recuperando las uvas autóctonas, y prestando atención a todo el proceso. La vendimia se realiza manualmente, y en la elaboración se combinan las prácticas tradicionales junto con los procesos tecnológicos modernos, trabajando lógicamente con todas las garantías sanitarias y los controles de calidad que requiere una denominación de origen. Por eso, aunque la producción es de momento pequeña, esa escasez potencia su exclusividad, a la vez que se va ganando un nombre en catas nacionales e internacionales, y un sitio en las bodegas de los que disfrutan de un vino con cuerpo y personalidad propia.