Julio Rodríguez es poeta y novelista, pero también guionista, e incluso ha hecho alguna incursión en el audiovisual (making-of de Para qué sirve un oso). Dentro de toda esta actividad, acaba de publicar su nueva novela El vuelo de la monarca (Ed. Menoscuarto), que él mismo define como como una pequeña historia en el marco de las grandes migraciones.
-¿Cómo resumir la trama argumental de tu nueva novela?
-Es la historia de Sico Tomé, un niño asturiano que al final de la Guerra Civil española, sin saber muy bien cómo ni por qué, se ve a bordo del vapor Sinaia rumbo a México. Pero podéis estar tranquilos: no se trata de otra maldita novela de la Guerra Civil (como tituló Isaac Rosa la suya), sino que se centra en el exilio, en las pequeñas historias de las grandes migraciones. La vida pura y dura.
-¿Cuál es el logro principal de este nuevo libro, del que tú como creador te sientes más orgulloso?
-Casi todos los lectores con quienes he tenido la oportunidad de cambiar impresiones han destacado el trabajo de documentación que sustenta la historia y la hace verosímil. Y tal vez sea eso precisamente de lo que más orgulloso me sienta: de haber conseguido que una vida inventada parezca verdadera, de haber podido reflejar, a través de alguien que nunca existió, la historia real de mucha gente.
-¿Cuál es la metáfora que desarrolla la novela, relacionada con la mariposa y la migración?
-Todos los años, la mariposa monarca emprende un viaje desde los bosques mexicanos de Michoacán hasta la frontera entre Estados Unidos y Canadá. Hacen falta tres generaciones para que alcance su destino. Por fin, será la cuarta la que regrese a México. Millones de personas se ven obligadas a emigrar en todo el mundo y muchas de ellas ni siquiera tienen la posibilidad de regresar a su tierra, pero tal vez sí que lo haga alguno de sus descendientes, logrando cerrar el círculo abierto tanto tiempo atrás. Esa es la idea que quise transmitir en esta novela.
“Lo bueno de no vivir de esto es que no tienes que irte a Madrid o Barcelona ni que rendir cuentas a nadie. Así que mi sueño tal vez sea no apartarme demasiado de este camino”
-El hecho de que el viaje comience en Asturias ¿es de alguna manera un homenaje a tu tierra?
-Las personas exiliadas, desterradas, obligadas a vivir una vida que no es la suya, que viven con las raíces colgando, como dijo John Fante en una de sus novelas, no pueden dejar atrás su tierra nunca. Los que tenemos la fortuna de quedarnos debemos ser agradecidos; yo intento devolver parte de lo que Asturias me da teniéndola presente en mi literatura. Al fin y al cabo, hay miles de destinos posibles, pero sólo un punto de partida.
-Desarrollas facetas creativas en varios frentes, ¿qué te aporta esta variedad? ¿En cuál de ellas te sientes más cómodo?
-Me apasionan el cine y la literatura y me siento muy afortunado por poder acercarme a ambos campos desde dentro. Por eso disfruto de cada faceta creativa sin pararme a pensar cuál se me da mejor o dónde estoy más cómodo. Dicho esto, no negaré que la poesía es mi debilidad, que estoy siempre pendiente de su llamada.
-Eres “un escritor notablemente premiado pero menos publicado”, según explicas en tu web. ¿El mundo editorial es más complicado por el hecho de residir/trabajar en Asturias?
-De los cuatro libros que he publicado hasta el momento, éste es el primero que no es consecuencia directa de haber ganado un premio, sino que es el resultado de que la editorial Menoscuarto se interesara en lo que estaba escribiendo y decidiera apostar por mí y por la historia. No es fácil que esto suceda y por eso estoy agradecido. Por lo demás, lo bueno de no vivir de esto es que no tienes que irte a Madrid o Barcelona ni que rendir cuentas a nadie. Así que, aunque pueda resultar extraño o poco ambicioso, mi sueño tal vez sea no apartarme demasiado de este camino.
-Indudablemente la palabra más escuchada con respecto a 2012 es “crisis”. ¿Alguna sugerencia para cambiarla por otra?
-Recuerdo un antiguo anuncio de coñac Magno cuyo eslogan era “Medidas para una crisis”, haciendo referencia a las medidas de los vasos y a la cantidad de coñac necesaria para hacer frente a la situación. Siempre he creído que las cosas hay que tomárselas así, con humor (dentro de lo posible) y, en este caso, con el optimismo de quien hace de la necesidad virtud y decide soltar lastre para que el globo tome altura: nos sobran demasiadas cosas y tenemos que aprender a deshacernos de ellas.