El pasado día 8 de noviembre la Ley de Prevención de Riesgos Laborales cumplió 20 años de vida. En el marco de este destacado aniversario, la directora del Instituto Asturiano de Riesgos Laborales, Miryam Hernández Fernández, reflexiona y hace balance del camino recorrido, al mismo tiempo que apunta a nuevas necesidades en el campo de la prevención de riesgos laborales.
-¿Cómo ha cambiado el panorama de la prevención desde que se promulgó la LPRL?
-Hay que tener en cuenta que la Ley de Prevención de 1995 es la primera que se transpone de una directiva europea, por lo tanto, el desarrollo tuvo muchas complicaciones, y fue muy minucioso y exhaustivo hasta derivar en la legislación que hoy nos regula. En ella ha habido importantes -aunque muy escasas- modificaciones. Una de las más destacadas fue la del 2006, en la que se trató el tema de la subcontratación y la coordinación de actividades empresariales que actualmente está en vigor.
-¿Cuál es el mayor aporte que plantea esta ley?
-La ley del 95 lo que hace es regular de forma exhaustiva la responsabilidad del empresario en la prevención. Y a partir de ahí objetiva todas las obligaciones que derivan de ella. Con ello se crea la estructura en la que se basa el desarrollo de la organización preventiva de las empresas, es decir, se crea una nueva profesión, técnico de prevención de riesgos laborales y un nuevo sector, que es el de los Servicios de Prevención, propios o ajenos, de las empresas. Todo eso no existía antes de la ley del 95, así que el cambio es mayúsculo.
-¿Cómo evolucionan los índices de siniestralidad a lo largo de estos 20 años?
-La evolución en estos últimos 20 años ha sido muy positiva respecto a datos de siniestralidad. En realidad hasta la década del 2000 no empezamos a ver una reducción paulatina y sistemática en dichos índices, debido a que cuando se creó la ley no había una estructura para desarrollarla. Hubo que crear profesionales y un sistema de desarrollo, una red de empresas proveedoras de gestión preventiva, todo eso llevó un tiempo. En el año 1997 se materializó el primer reglamento en donde se determina qué tipo de formación y qué tipo de profesional puede desarrollar esas funciones y a partir de ahí hay un constante goteo de reglamentos y de normativa específica. Toda esa evolución se ve en los datos. En Asturias, desde que se empezaron a aplicar planes específicos estratégicos de prevención de riesgos laborales y de mejora de las condiciones de trabajo se ha reducido el índice de incidencias de los accidentes de trabajo en torno a un 42%.
«La ley ya es mayor de edad pero no tiene suficiente músculo para compensar los vaivenes de la actividad económica»
-¿Se hace ahora necesaria una revisión de la LPRL?
-Obviamente las leyes son instrumentos vivos, no pueden permanecer inmutables. Y ahora es el momento ideal para valorar cuáles son sus puntos fuertes, qué cosas han sido verdaderamente útiles y por tanto susceptibles de conservar y mantener y cuáles son aquellas que no han salido tan bien, por desconocimiento o porque la evolución de los tiempos camina hacia otra dirección. Tenemos que cuestionarnos la validez del modelo que tenemos y del que queremos tener, y eso es necesario hacerlo a corto plazo.
-¿En qué cuestiones se ha quedado desfasada?
-Una de las grandes circunstancias que necesitan desarrollo es la formación preventiva. La propia ley no contempla o desarrolla qué tipo de formación hay que obtener para ser profesional, ni siquiera cómo formar a los agentes intervinientes. Es ya en los reglamentos del servicio de prevención donde se desarrolla esa distinción entre nivel básico, nivel intermedio y nivel superior, distinción que a día de hoy ya está obsoleta.
Hemos trasladado esa formación preventiva desde el ámbito del Ministerio de Trabajo o de las Direcciones generales de trabajo, al ámbito del Ministerio de Educación o de la Dirección general de educación. Y aunque se ha producido ese traslado, los Reales Decretos no se han adecuado a esa realidad.
-Por otra parte, ¿por dónde transcurrirán las líneas futuras de prevención de riesgos laborales?
-La evolución pasa por adecuar los usos y las aplicaciones de las especialidades preventivas a las necesidades actuales de la realidad laboral y no quedarnos encasillados en las técnicas tradicionales de prevención, que por supuesto no hay que olvidar.
Las realidades laborales van a tener un reflejo clarísimo en las necesidades preventivas, en asuntos tales como las nuevas organizaciones del trabajo, el envejecimiento de la población o las nuevas tecnologías aplicadas al trabajo. También en las grandes demandas que nos presentan las bajas laborales, como son los trastornos musculoesqueléticos y los psicosociales que se derivan de las nuevas organizaciones del trabajo; sin obviar las clásicas que siguen ocurriendo, y me refiero por ejemplo a los accidentes laborales derivados de faltas de seguridad en el trabajo: caídas en altura, riesgos eléctricos, biológicos, químicos, contaminantes, etc.
-¿Ha envejecido bien la ley después de 20 años?
-Obviamente la ley ya es mayor de edad pero no tiene suficiente músculo para compensar los vaivenes de la actividad económica en la propia fortaleza de la integración y la prevención. En ese sentido es donde tenemos que trabajar. Ya está criada, ahora hay que fortalecerla y hacerla madura, y creo que ése es el gran caballo de batalla.