En noviembre del año pasado corrió 1000 kilómetros de Avilés a Málaga como homenaje a Pablo Ráez y todos los fondos recaudados fueron para la Fundación Josep Carreras. Este año se enfrentó a los 619 kilómetros de la Titan Desert en el desierto del Sáhara y consiguió cruzar la línea de meta. El atleta asturiano Iván González, diagnosticado de leucemia crónica en 2015, encontró en el deporte la forma de superar mentalmente la enfermedad.
A veces la vida tiene paradojas que atentan directamente contra toda razón. A Iván González le diagnosticaron leucemia con 24 años. Él asegura que anteriormente y en muchas ocasiones le había dicho a su mujer que, debido a su trabajo y al ritmo de vida que llevaba, acabaría enfermo, pero nunca creyó que lo que era un pensamiento se convertiría en certeza tan pronto. Su vida se centraba en ganar dinero, crecer a nivel laboral, cuidar de su familia, tener casa, coche y una jubilación que le permitiese vivir tranquilo el día de mañana. De pronto llegó el diagnóstico y con él un frenazo que supuso el inicio de una nueva vida. Las prioridades cambiaron completamente y apareció la superación personal en forma de retos deportivos. «La gente flipa cuando digo que he tenido buena suerte. Gracias a la leucemia he descubierto un mundo completamente paralelo al que yo vivía que me aporta muchísimo más».
-¿Cómo llegas al mundo de las carreras de larga distancia?
-Nunca hice deporte, era algo completamente desconocido para mí, yo solo me dedicaba a trabajar y a cuidar de mi familia. Desde que me diagnosticaron la leucemia empecé a correr, más que por una superación física lo hice porque me ayudaba a superar mentalmente todo lo que ello supuso. Empecé por ver qué pasaba y me enganchó completamente, ahora soy adicto a las carreras y cuantos más kilómetros tengan mejor. Antes era el prototipo de persona centrada totalmente en lo material y ahora soy una persona que intenta vivir el día a día, cubrir todas mis necesidades de la mejor manera posible pero siempre teniendo la prioridad de llenar la vida de momentos que el dinero no da.
«La leucemia me cambió la vida por completo de una manera muy positiva»
-¿Cómo se asume un diagnóstico de leucemia a los 24 años?
-Imagínate… Yo ya tenía un hijo porque a pesar de ser una persona joven siempre fui muy mayor para la edad que tenía, con muchos proyectos de futuro y una vida muy planificada. De repente fue un punto y aparte. Tanto a mí como a mi mujer nos descolocó por completo y hubo que empezar de cero, no solo a nivel económico sino a nivel mental porque entré en una depresión importante y hubo que superarla. Los medicamentos no son mis amigos así que busqué otras alternativas y entre ellas estuvo el deporte. Empecé a indagar en carreras de larga distancia porque tienen una relación muy directa con la superación mental. Que la Titan Desert la haga una persona que practica ciclismo o bici de montaña es un reto físico importante pero la diferencia para mí fue que yo ni tan siquiera tenía bici. Lo que me lleva a participar en este tipo de carreras es buscar situaciones en las que tenga que depender de mí mismo para salir de ellas. Los problemas que vivimos diariamente no los entrenamos, llegan y los tienes que tragar como puedas, con lo cual la cuestión es intentar adelantarse a las cosas e intentar solucionarlas. Esto me da seguridad a la hora de pensar en mi enfermedad.
-¿Cuánto tienes que agradecerle a la leucemia?
-Si no hubiese sido por ella no hubiese conocido a las personas que conozco ahora, ni el deporte, ni sus beneficios, ni nada de lo que tengo a día de hoy; hubiera seguido con mi vida laboral pensando en una futura jubilación. Esto me cambió la vida por completo de una manera muy positiva. Yo tengo leucemia pero cualquier persona puede salir a la calle y pasarle cualquier cosa, lo único que hay que hacer es asimilar que tienes una enfermedad crónica y debes vivir con ello. No vale lamentarse porque por muchas vueltas que le des no vas a cambiar la realidad así que tengo que llevarlo de la mejor manera posible, pero las ventajas para mí fueron enormes.
-Sabías que tarde o temprano pasaría algo que frenase la vida que llevabas. ¿Es necesario llegar a pasar por algo tan duro para cambiar las prioridades en la vida?
-Esa hostia la necesitamos todos y sin ella no giramos, yo sabía que donde trabajaba había muchos agentes contaminantes y le decía a mi mujer que con los años me iba a pasar algo. Aunque era consciente no lo asumía y no hacía el cambio. No es tan fácil visualizarlo desde fuera, creo que es muy difícil cambiar el concepto y ver las cosas de otra manera sin tener un frenazo así, me tuvo que pasar lo que me pasó para darme cuenta. La asignatura obligatoria debería ser aprender a ser feliz.
«Mi mentalidad es que si hay una persona que lo puede hacer, yo lo puedo hacer; no sé el tiempo que me va a llevar ni sé cómo lo voy a hacer, pero lo voy a conseguir»
-En cuanto a asumir límites, ¿el ritmo lo marca el cuerpo o la mente?
-Yo creo que no hay límites pero sí que cada uno debe saber hasta dónde puede llegar. Mi mentalidad es que si hay una persona que lo puede hacer yo lo puedo hacer, no sé el tiempo que me va a llevar ni sé cómo lo voy a hacer, pero lo voy a conseguir. También hay que ser consciente de las limitaciones que uno tiene pero sabiendo que no son sus límites. Yo tengo que ser consciente de la enfermedad que tengo y aunque pueda pasarme no debo hacerlo, pero el ritmo lo marca la mente. Tanto para las carreras como para la vida la clave está en ser positivo y tener una mentalidad ganadora. Si tienes confianza en lo que quieres al final sale. Si tienes una mentalidad negativa para vivir estás perdido.
-Muchos de tus retos son para recaudar fondos para la Fundación Josep Carreras, ¿cómo estableciste ese vínculo con ellos?
-Soy una persona a la que le cuesta mucho pedir y vi que a través de mis retos podía ayudar a otras personas. La Fundación realiza un trabajo muy bueno en cuanto a los proyectos científicos que realiza y a la gestión de la donación de médula en España. Cuando empecé con el reto de los 1000 kilómetros lo primero que quería era hacerle un homenaje a Pablo Ráez que es un referente a nivel nacional de lo que es la donación de médula y también canalizar de algún modo todos los beneficios que pudiéramos obtener, y la Fundación me parecía que era lo mejor.
-¿Qué retos tienes ahora en mente?
-Tengo ideas para el año que viene pero todavía no hay nada aterrizado. Me gustaría correr un Iroman porque no sé nadar y el reto va a ser aprender y terminar de la mejor manera posible. Otro reto que tengo en Asturias es escalar el Urriellu por la cara oeste que es una de las más complicadas pero tampoco sé escalar. Me encantan los retos que me hagan temblar, que me hagan esforzarme. Siempre dije que las carreras no es algo que me motive, no me motivan los resultados, ni ser el más rápido ni el más lento, en esto tengo cierta ventaja respecto a mis adversarios porque yo corro contra mí mismo. Ese es mi verdadero enfrentamiento.