La forma que tiene de entender la cocina es la misma que tiene de entender la vida: pasión y compromiso. Música de profesión, aprendió a cocinar de manera autodidacta a base de invertir muchas horas y de sentir como propia la tierra.
Se emociona cuando habla de cómo siente el mundo rural, de su compromiso con la sostenibilidad, de la necesidad de preservar las razas autóctonas asturianas y de cómo su mayor gratificación cada vez que cocina es saber que está ayudando a hacer conservacionismo. El restaurante La Cuadra de Antón, en Gijón, es un proyecto de vida donde el compromiso es el norte a seguir. Es la primera sidrería en el mundo y el tercer restaurante en España en calcular su huella de carbono, el primer restaurante a nivel internacional en conseguir la certificación BIOSPHERE, es miembro de ACEPA, Foro Asturias Sostenible y colaboradora de COPAE, entre otras muchas cosas. Dice que no le hace falta tener estrellas para brillar y es cierto, con tan solo oírla hablar se hace cierta aquella frase enunciada por uno de sus mentores, el cocinero francés Michel Bras: «cocinar es un largo camino que se nutre en lo cotidiano; son las emociones para construir, ser cocinero es contar la propia historia en el día a día».
-¿Cuál es el vínculo que une la música con la cocina?
-Sensibilidad. Tal vez el concepto resulte abstracto pero la sensibilidad importa mucho en los dos mundos y ambos hacen una simbiosis perfecta. Pasar de una cosa a otra tenía sentido, me encontraba cómoda porque para meterte en la cocina te tiene que gustar demasiado lo que haces, tienes que aportarle mucha sensibilidad a todo y con la música pasa lo mismo, son dos profesiones que exigen, a las dos tienes que dedicarles una cantidad de horas ingente. Las personas que somos músicos tenemos un sexto sentido, no creo que hubiese sido lo mismo si fuese abogada o arquitecta.
-La Cuadra de Antón no es un restaurante al uso en el sentido de que tiene en marcha muchas acciones sociales. ¿Cómo estableces la línea entre el negocio y el compromiso?
-Esto es un proyecto no solo profesional sino personal porque forma parte de mi vida y es mi filosofía, es algo idealista con lo cual la implicación es brutal. El contexto en el que se desarrolla tu vida marca lo que es tu actitud. Yo me crié en el mundo rural, pasé mi infancia rodeada de animales y eso ha permitido que conociera, amara, respetara y valorara aún más lo que es la naturaleza y la cultura campesina. Tener ese arraigo tan importante me permite llevarlo a la cocina usando producto de proximidad y ecológico o utilizando razas autóctonas para poder apoyar y preservar un legado cultural, porque es importante decir que todas las razas autóctonas asturianas, salvo la ternera Asturiana de los Valles, están en peligro de extinción, con lo cual para mí es muy importante colaborar en su mantenimiento. El compromiso social está en el día a día porque nuestros uniformes de sala están elaborados por mujeres que están en riesgo de exclusión social, somos la primera sidrería y el tercer restaurante en España en calcular la huella de carbono y compensar sus emisiones anuales de CO2 con dinero invertido en proyectos sociales sobre todo en países en vías de desarrollo. Siempre colaboramos con COPAE y actualmente somos el único restaurante en Gijón cuyo certificado está controlado por la Asociación de Celiaquía del Principado. Esto también lo entendemos como un compromiso social porque estamos tratando de integrar y sociabilizar a las personas con una enfermedad como es la celiaquía. Traducimos nuestra carta al asturiano y al castellano porque dentro del compromiso entra también todo lo que tiene que ver con la cultura y con nuestras señas de identidad.
«Con este tipo de gastronomía hacemos conservacionismo porque preservamos todo aquello que está en nuestra región, mantenemos las raíces»
-Tienes un vínculo muy grande con lo rural. ¿Cómo influye esto en tu cocina?
-Mi vinculación con el mundo rural es lo que realmente me llena. Mi día a día es la ruralidad y lo que quiero hacer son platos que transmitan valores, que la gente sepa cuando se sienta a comer de dónde viene cada producto, que lo que está comiendo tiene un interés y que está ayudando a una conservación de la naturaleza. Pretendo que la gente capte que con este tipo de gastronomía hacemos conservacionismo porque preservamos todo aquello que está en nuestra región, mantenemos las raíces y, al final, repercute también en el medio ambiente. Ayudamos a fijar población en los núcleos rurales, damos una vida digna a los animales que tienen derecho a ser criados en libertad y todo esto también repercute en nuestra salud porque todo lo que viene de la ecología viene limpio de conservantes y colorantes… Son todo ventajas.
-¿Qué significa para ti la sostenibilidad?
-Hay gente que la utiliza para desarrollar un nicho de mercado dentro de su trabajo pero para mí no es algo pragmático, es sensibilidad, sentimiento, es pasión y querer tanto las cosas que no te cuesta nada trabajarlas. Si me preguntas cuánto tiene este proyecto de idealismo te diré que el 90%, incluso a veces perdiendo dinero, porque todas estas acciones e iniciativas de mejora implican un coste. Son aportaciones que haces y que revierten a largo plazo en prestigio y reconocimiento, pero para mí no todo es meter dinero en el bolsillo. Quizá no sea el estereotipo de empresario pero lo que más feliz me hace es aquello que no me da dinero.
-¿En qué proyecto estás trabajando ahora mismo?
-Pertenezco a Foro Asturias Sostenible y lo que intentamos es buscar la forma de aglutinar a todos los productores y vender el producto en un conjunto. La idea es mantener un contacto directo con el productor porque de esa forma vamos a poder respetar el precio justo y dignificar su trabajo. Evidentemente la asociación tiene que tener una distribución pero la idea es que el productor sea el que lleve el producto directamente a la restauración o a la tienda especializada. Este es un proyecto en el que estoy bastante implicada y me ayuda a desarrollar mi faceta de compromiso social.