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lunes 25, noviembre 2024

‘Asturias tiene potencial de futuro’. Juan Luis Rodríguez-Vigil, ex-Presidente del Principado de Asturias.

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En su calidad de ex-Consejero de Sanidad, es habitual verle en la prensa opinando sobre el tema, más en unos tiempos en los que se plantean dudas sobre la viabilidad del sistema sanitario. Pero es su bagaje como ex-Presidente del Principado lo que le da una visión general de la región.

Juan Luis Rodríguez-Vigil actualmente forma parte del Consejo Consultivo del Principado y, desde la tranquilidad de estar retirado de la primera línea política, hace sus propias valoraciones al respecto.

-Su trayectoria política le ha permitido situarse en una atalaya privilegiada para tomarle el pulso a la región. ¿Qué tal ve Asturias hoy en día?
-En realidad lo que yo tenía cuando llegué a la Consejería de Sanidad era un bagaje muy amplio como administrador público. También estuve muy metido en la política de la pre-Transición y la Transición, hasta el punto en que pedí la excedencia en la administración pública para poder dedicarme a lo que en aquel momento me parecía prioritario, que era el montaje de una estructura socialista, tanto en su vertiente sindical como política. Desde esa perspectiva yo sí tengo una visión compleja de la sociedad asturiana, hoy mucho más crítica, porque los años pasan y uno ve cómo las cosas van cambiando.
A esta región el sistema autonómico la ha beneficiado en una medida, pero en otra le ha quitado esa singularidad que tenía en el conjunto español, convirtiéndola en una región limitada en cuanto a su demografía, y en el número de representantes. No cabe duda de que este sistema actual lo hemos montado mal entre todos.
-Es usted muy crítico con el sistema autonómico. ¿De qué manera ha afectado a Asturias?
-Yo he debatido esto muchas veces. En una ocasión me decían que el sistema autonómico ha propiciado una gran mejora, y yo contesté que lo que ha propiciado eso es la mejora económica general. Se pueden achacar los crecimientos a un sistema institucional, pero habría que ponerle algún tipo de sordina.
Aquí en Asturias hemos pasado unas reconversiones industriales teniendo la percepción de que se nos caía el mundo, viniendo como veníamos de esa estructura de tutela, de amparo dentro de la gran estructura del Estado. Y ahí todos hemos cometido errores, yo el primero. Creo que no hemos querido afrontar nunca la nueva realidad, siempre mirando hacia atrás, hacia un ideal que fue para nosotros la primera industrialización, la minería, la siderurgia. Y hemos aplicado todo el esfuerzo en poner paños calientes a una situación que realmente exigía cirugía seria. No hemos conseguido que la sociedad asturiana mire al futuro, y una sociedad que mira exclusivamente al pasado está siempre condenada a la melancolía, que es lo que hoy domina el pensamiento político e ideológico regional: una especie de impotencia y de amargura absurda, cuando verdaderamente Asturias tiene potenciales de futuro muy importantes.

“En esta sociedad se estigmatiza al que fracasa en vez de pensar que es alguien que ha tomado una iniciativa. Esto inhibe a la gente de tomar decisiones arriesgadas, y sólo con decisiones arriesgadas se sale adelante”

-¿Cuál es la raíz del problema?
-Pienso que la Asturias de principios del siglo XX tenía una sociedad muy boyante, con muchas iniciativas de tipo industrial, cultural, etc., que se agotaron precisamente por la existencia casi aplanadora de esos grandes dinosaurios industriales, y también por los excesos sindicales que esos monstruos conllevan. Se ha creado una dinámica sindical basada en una estructura de empresa pública, que no se corresponde con las necesidades de trabajo actuales. Todo eso combinado con esta crisis, que es la puntilla, nos lleva a un punto final implacable.
-Usted defiende que esta crisis también es una oportunidad.
-Las crisis tienen una vertiente positiva, en el sentido de que ofrecen la posibilidad de crear una nueva sociedad, o unas nuevas formas de estar en la sociedad. Lo que esta crisis concreta propicia es que supone el fin de todo eso que estaba muriendo lentamente y que ha llegado hasta ahora lastrando otras posibilidades. Tenemos una administración mala, lenta, anticuada; tenemos una Universidad lenta también, incapaz de adaptarse a los tiempos; tenemos una sociedad en la que el miedo a las cosas nuevas y al fracaso se convierte en pavor. Es más, al que fracasa se le estigmatiza, en vez de pensar que es alguien que ha tomado una iniciativa. Esto es muy negativo, porque inhibe a la gente de tomar decisiones arriesgadas, y sólo con decisiones arriesgadas se sale adelante.
-Como escritor y jurista, usted ha prestado especial atención a la organización de la tierra. A la hora de plantear una visión de Asturias, no se puede olvidar que es una región eminentemente rural.
-Es curioso porque en el campo es donde ha existido la mayor revolución económica, ahí sí que hay una reestructuración total del sector, que se ha hecho con una dureza tremenda, buscando la competitividad, pero ha surgido de los propios ganaderos en dos sentidos: unos marchándose, y otros modernizando sus estructuras.
Hay algunos que se llaman asturianistas y que demuestran no saber nada de Asturias, porque hablan de la casería y de cosas que no existen. Hoy la ganadería asturiana es una industria potente, con los problemas que tiene una industria en todos los sentidos: ambientales, de gestión financiera… El ganadero hoy ya no es el paisano de la guiada y la boina, sino que sabe de economía y contabilidad.

“Se dice que la salud no tiene precio, pero la sanidad cuesta: ésa es una realidad. Hay que ver qué sanidad podemos tener con nuestros recursos,
y yo creo que podemos tenerla muy buena”

-¿Qué haría falta para culminar esa modernización?
-El problema es que la estructura física de la propiedad es la misma que hace doscientos años, y eso no permite a los ganaderos tener competitividad. Es decir, tenemos una ganadería intensiva cuando se requiere que sea, quizá no extensiva, pero sí diferente. Es una ganadería que tiene que estar muy medida en sus compras y tiene que vivir prácticamente de la producción del terreno. Pero los terrenos son pequeños, porque en esta vida absurda todo se considera edificable y los terrenos adquieren un valor enorme… Hemos mantenido por inercia una política de concentración parcelaria estúpida, que se inició en el franquismo y que ya no tiene ninguna validez. Las administraciones públicas no han cooperado con los ganaderos en los cambios, en un momento en que la situación lo requiere.
-¿Y dónde está la salida?
-En materia agraria, hay que buscar las rentas para la gente que vive en el campo, y esa gente tiene que sentir la ayuda. Es muy complicado, porque el minifundio, que es otro de los mitos de Asturias, como fórmula de tenencia de la tierra, es un fenómeno relativamente reciente, de finales del siglo XIX, principios del veinte. Los campesinos compran las fincas cuando las rentas dejan de ser interesantes para sus propietarios, y como los nuevos propietarios lo son desde hace muy poco tiempo tienen un agarre muy fuerte a la tierra. Pero desde entonces han pasado tres o cuatro generaciones, mucha gente ya no está en el campo y creo que ya es hora de hacer una política fiscal de otro tipo. Y sobre todo en un momento en que la demanda de suelo residencial en el medio rural se ha acabado, cuando se vea que ya no se vende un prado para construir una segunda residencia, la gente entenderá el valor de la tierra como explotación agraria.
-¿Hasta dónde llegarían los cambios?
-Hacen falta cambios muy profundos. La ruralidad es esencial en la sociedad asturiana, pero la gente que viva en el campo tiene que vivir bien. Para que haya gente tiene que haber familias, es decir, que las mujeres tienen que sentirse cómodas y hoy la vida de la mujer en el campo asturiano es durísima. Eso solamente se arregla consiguiendo que existan rentas serias.
-Como ex-Consejero de Sanidad conoce profundamente el sistema sanitario asturiano. ¿Qué valoración hace de su estado en este momento de crisis?
-Yo diría que el sistema sanitario es bueno, pero no goza de buena salud en la medida en que tiene muchos problemas. Está el problema económico, pero también la necesidad de acabar con la inercia, de dejar de mirar atrás y la obligación de mirar hacia adelante. Se han producido muchos cambios de todo tipo: tecnológicos, organizativos, del espacio, que exigen una redefinición importante de todo el sistema sanitario asturiano, entonces a mi juicio, mirar atrás no tiene más lógica que la de intentar mantener la calidad en el servicio y la universalidad, que son temas esenciales. Pero los temas organizativos son contingentes y hay que adaptarlos a las necesidades de cada tiempo, y desde luego en nuestros tiempos no se pueden sostener las estructuras que yo entre otros monté, y que respondieron en aquel entonces.

“Hoy la ganadería asturiana es una industria potente. El ganadero hoy ya no es el paisano de la guiada y la boina, sino que sabe de economía y contabilidad”

-¿Cómo comenzar a plantear este cambio de organización?
-Intentar afrontar este cambio de circunstancias en un sistema tan adversarial como el sistema político asturiano, en el que unos se oponen sistemáticamente a lo que otros proponen, es muy difícil. Una sociedad de adversarios continuos es una sociedad primitiva, de caníbales, mientras que una sociedad decente y normal debería ser capaz de articular puntos de acuerdo en determinadas cuestiones, y la sanidad debería ser una. Hay que buscar un consenso en términos nacionales y lógicos, porque se dice que la salud no tiene precio, pero la sanidad cuesta: ésa es una realidad. Hay que ver qué sanidad podemos tener con nuestros recursos, y yo creo que podemos tenerla muy buena.
-¿Para seguir manteniendo un buen nivel no queda otro remedio que subir los impuestos?
-Lo primero que hay que intentar es la reordenación de los servicios, para ver si con los recursos que tenemos podemos seguir dando la misma calidad. Como primera medida vamos a ver si podemos salir adelante con lo que tenemos, y yo estoy convencido de que sí.
-¿La sostenibilidad del sistema sanitario público asturiano y la mejora de su eficiencia sólo se podrán afrontar con medidas de alcance nacional?
-Ciertamente, hay algunos temas que requieren actuaciones regionales, pero hay otras medidas que sí tiene que afrontar el Estado español, porque hemos llegado a un grado de descoordinación que parece destructivo, o que se arriesga a serlo. Y yo creo que todo el mundo es consciente de que el sistema autonómico está a la deriva desde hace unos años, requiere correcciones que yo creo que debieron hacerse en el año 2004, que es cuando se podía haber parado, reflexionado e incrementado la autonomía en algunas cosas y la coordinación en otras.
Para esto hay un documento excelente: el dictamen del Consejo de Estado del año 2005, que es una guía estupenda para éste y otros terrenos. La aplicación de la teoría incorporada en este dictamen es el mantenimiento de un estado autonómico de una forma racional, y es cierto que hay que hacer ya un cierre competencial, estableciendo claramente las interrelaciones entre las distintas regiones y el estado central. Esto es determinante en materia sanitaria, porque hay tantos excesos que se convierten en factores de riesgo de destrucción o disgregación. Y esto es así en todos los terrenos, desde la información hasta temas económicos.

Juan Luis Rodríguez-Vigil, Ex-Presidente del Principado de Asturias y ex-Consejero de Sanidad

Al margen de su actividad política, hace ya tiempo que Rodríguez-Vigil ha ido desarrollando su vocación de escritor. Aunque se confiesa amateur, ha publicado trabajos de diferente calado como “Los montes comunales y vecinales de Asturias”, o temas relacionados con la Inquisición como “Bruxas. Lobos e Inquisición. El proceso de Ana María García, la Lobera”, o “El confín del Santo Oficio: Inquisición, inquisidores y reos en la Asturias de Oviedo”.

-¿Por qué le interesan especialmente los temas religiosos?

-No soy una persona religiosa pero los hechos sobre estos temas me llaman la atención. Me interesa la religiosidad en todas sus variantes, especialmente las más extremas. Los mecanismos inquisitoriales me interesaban mucho porque es algo que ha quedado impreso y porque es como si las fórmulas de vida implantadas por la Inquisición se hubieran puesto a cuño en la sociedad española. Se nota mucho en esto de Internet: el afán por el insulto o la denuncia anónima, todas esas cosas vienen de aquel tiempo. La Inquisición es una excrecencia de aquel tiempo, al igual que la brujería.

-¿De dónde nace ese interés?

-A veces hay cosas que son casuales. Cuando yo dejé la política me cayó en las manos el proceso de Ana María, la Lobera. Es un personaje sorprendente en la medida en que uno empieza a profundizar en la historia de la brujería española. Este personaje tiene poco que ver con el mundo de la hechicería urbana, pero tampoco tiene que ver con la demonolatría vasca, que yo no sé si llegó a existir, aunque tiene algunos puntos de conexión. Nuestra historia oral en ese sentido es mucho menos intensa que la gallega, todo lo publicado por Vicente Risco, por ejemplo, aunque yo creo que los galleguistas exageraron un poco en este sentido. En cambio en el folklore asturiano hay mucho menos, pero te vas metiendo y encuentras un mundo apasionante. Son los residuos del paganismo, de las prácticas antiguas de gente marginada que ha luchado durante siglos, de una manera inconsciente pero eficacísima, para mantener creencias que han considerado vitales.

-Con una agenda tan apretada como la suya, ¿de dónde saca tiempo para escribir?

-Bueno, yo trabajo por la mañana. Me dedico a hacer los dictámenes que me tocan, que son bastantes. Pero como por las tardes no ando mucho por ahí, ni salgo a tomar copas, y tengo una buena biblioteca -aunque no tan buena como me gustaría-, me dedico a leer y a escribir. Y a caminar, un poco.

-¿En qué proyectos está trabajando?

-Quiero hacer un informe sobre la evaluación económica y jurídica de las políticas forestales desde los años 70. Con eso creo que cierro un ciclo que inicié hace muchos años con un texto sobre la expropiación forzosa de los montes vecinales, y que luego he continuado con otros libros. Y por otro lado tengo mucha ilusión por hacer una novela, de nuevo sobre el tema religioso, pero esta vez no el nuestro, sino el africano. Siempre me ha gustado mucho África y voy en la medida que puedo, conozco bastante países: Mozambique, Sierra Leona, Senegal, Mali… Es algo que me seduce mucho, y que voy a intentar llevar a cabo.

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