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lunes 25, noviembre 2024

‘El campesino es una especie en peligro de extinción’. Jesús Arango. Economista

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En su último libro, ‘Somiedo. De la trashumancia al Parque Natural’ (Ed. KRK ), Arango hace un repaso a la trayectoria del primer Parque Natural de Asturias, sacando conclusiones extrapolables a toda la región. Con propuestas tan polémicas como pagar por acceder a los espacios protegidos, busca generar debate y sobre todo hacer una llamada a la reflexión: ¿cómo queremos que sea la Asturias del futuro?.

Jesús Arango es un economista atípico para los tiempos que corren: cree que la economía está para hacer la vida más fácil a la gente. Su trayectoria laboral y política le convierten en voz autorizada en temas regionales, su especialidad ya desde antes de ser Consejero de Agricultura y Pesca, en los años 80. Allí asistió en primera fila al nacimiento de iniciativas como el plan Oscos-Eo, modelo de promoción turística y dinamización económica para una zona deprimida. Sin embargo, afirma que, eso fue hace muchos años, y hay que evolucionar hacia un nuevo modelo de turismo, basado en la exportación y en la generación de nuevas ofertas. En resumen: convertir la riqueza medioambiental y paisajística de Asturias en una actividad económica, como antídoto para el despoblamiento.

-¿Qué aporta de nuevo este libro al tema de Somiedo?
-Sobre Somiedo existen muchas referencias bibliográficas, pero gran parte están referidas a los temas como la flora o la fauna, e incluso en menor medida a los somedanos; yo he intentado hacer un libro donde el eje central sea la población y la economía, porque me pareció que había una laguna en ese tema.
Lo que pretendía también es poner de manifiesto algunas cuestiones que, más allá de Somiedo, tienen relevancia en Asturias, relacionadas con el tema de la naturaleza y los espacios protegidos. Si cogemos como ejemplo las plazas hoteleras en Somiedo se ha pasado de tener aproximadamente nueve plazas en el año 92 a más de mil en este momento. Es decir, que el cambio ha sido muy radical, pero el problema subyacente sigue siendo la población, que cada vez es menos y cada vez está más envejecida. Entonces lo que me planteo es que el problema fundamental de Somiedo no es el oso, con todo lo que hay que hablar de ese tema, sino que la especie en peligro de extinción es el campesino.

«Si seguimos la tendencia de los mercados, de los campos verdes pasaremos a un desierto marrón»

-¿Es entonces Somiedo un buen ejemplo de la despoblación que sufre el medio rural asturiano?
-Bueno, en Asturias tenemos tendencia a simplificar cuando hablamos del medio rural, sobre todo porque se parte desde una visión muy urbana. No se puede hablar del campo en singular: hay que hablar de los campos, de las agriculturas. Es decir, no tiene nada que ver la problemática de un concejo como Tapia o Castropol, con buenas comunicaciones, con una ganadería de leche y unas posibilidades de desarrollo, con Somiedo, que tiene una ganadería extensiva de alta montaña y una densidad de población bajísima. Dentro del medio rural hay muchos matices, aunque sí hay una tendencia general a que los concejos que están fuera de la zona central pierdan población. El reto es ver cómo salir de esa tendencia a agruparse en el centro.

-Efectivamente, la fractura entre las zonas rurales y las urbanas crece. ¿Qué fórmulas se pueden aplicar para evitar este desequilibrio?
-Lo primero que tenemos que discutir como sociedad regional es qué visión de futuro tenemos de Asturias. En estos momentos el debate es sobre los ajustes de crisis, pero ¿hacia dónde vamos? ¿vamos simplemente hacia lo que diga la situación económica? Porque entonces ya sabemos que el centro cada vez tendrá más población y más actividad, y que en quince o veinte años las alas van a quedar semidesiertas. Y lo que hay que explicarle a la sociedad es que eso tiene unas implicaciones, y que de los campos verdes pasaremos a un desierto marrón. Seguir la tendencia de los mercados es una opción, y es una opción real.

«Si yo quiero conservar una Asturias verde, tendré que plantearme pagos de compensación a la gente que la está cuidando»

-Debería haber otras…
-Sí, y es que en treinta o cuarenta años tengamos una Asturias donde por ejemplo un investigador pueda trabajar en Vegadeo, o en Llanes, igual que yo en Dinamarca he visto centros de investigación punteros en medio del campo. Y esto no ocurre por generación espontánea, sino por una serie de políticas de intervención serias y radicales.

-Somiedo, a pesar de sus características, no es una de las grandes bazas turísticas de Asturias. ¿La abundancia de recursos, en este caso naturales, hace que no se le pueda prestar suficiente atención a todo?
-Al final del libro yo hago una reflexión sobre el desarrollo basado en los atractivos rurales, entendidos como un conjunto de factores: el paisaje, los campos cultivados por el hombre, las construcciones, incluso la cultura… Ese conjunto es un elemento de desarrollo si se sabe vender, y en Asturias todavía no hemos sido capaces de convertirlas en riqueza. Yo planteo el tema de cobrar por entrar a los espacios protegidos, pero también de buscar la forma de exportar un turismo más allá de la oferta de plazas hoteleras. Tenemos un aeropuerto que nos comunica con quinientos millones de europeos, que son potenciales consumidores de turismo. Y por eso hay que evolucionar, porque nos hemos conformado con lo que yo llamo el turismo de primera generación, basado un poco en lo que fue Taramundi. Y no se puede vivir veinte años después con el mismo modelo de oferta: hay que hacer paquetes turísticos, donde me ofrezcan una serie de actividades, me lleven desde el hotel en autobús hasta un sitio donde empieza una senda, donde haya un guía… Eso genera actividad, y genera empleo.

-Sugiere pagar para poder acceder a los Parques Naturales. ¿Lo público ya no puede ser gratis?
-Una cosa es un bien público, y otra que una administración pública preste un servicio. El Parque de Somiedo tiene una serie de guardas, tiene un centro de interpretación con un presupuesto y un personal. Si alguien usa todo eso, ¿no es lógico que aporte una cantidad para sufragar el coste de mantenimiento? En un municipio como Somiedo la operación es muy sencilla: hay del orden de 180.000 visitantes al año, si cada uno paga dos euros, que es algo que paga cualquiera por un refresco, son 360.000 euros, el 12% del presupuesto municipal.
Con esto además se racionaliza el tema de los visitantes. ¿Qué sentido tiene que entren millones de personas al año sin pagar nada, y además dejando basuras? Hay que matizar qué hay que pagar en cada caso, pero haciendo una reflexión: si yo pago impuestos y no voy a Somiedo, que está financiado como un gasto público, ¿por qué los que vienen de fuera y no pagan impuestos aquí no tienen, por ejemplo, que aportar una tasa?

«No se puede hablar del campo en singular: hay que hablar de los campos y de las agriculturas. Dentro del medio rural hay muchos matices»

-Aboga por una política demográfica clara, con incentivos fiscales, ayudas a la residencia, etc. ¿El campo nunca va a ser autosuficiente, siempre va a necesitar ayudas?
-Eso está clarísimo. En Suiza, que es el paradigma de este tema, tienen muy clara su política agraria, al margen de la Unión Europea. Por un lado, en contra de lo que dice la gente, Suiza es un país muy belicista, siempre tiene en cuenta el tema de la guerra, así que ha decidido mantener una agricultura propia, aunque no sea rentable, por razones estratégicas de alimentación ante un conflicto. Y por otro lado, mantiene una inversión en paisaje para su principal industria, que es el turismo, así que da las ayudas en función de unos criterios objetivos y políticos. Así que si yo quiero conservar una Asturias verde tendré que plantearme pagos de compensación a la gente que la está cuidando, y esos pagos no pueden ser los mismos a un ganadero de la costa de Luarca que a un ganadero de la montaña. Hay que ir al detalle y tratar a la gente de forma desigual, porque hay gente que tiene más dificultades que otros, y que aportan más que otros.

-Últimamente se nos presenta todo en términos económicos pero ¿cómo cuantificar la etnografía, el paisaje, los modos de vida…? ¿No deberían estos factores tener algún peso en la toma de decisiones?
-A la gente se le ha olvidado que la economía no es un fin, sino un instrumento. Pero en contra de todo lo que se está viendo, algunos pensamos que la economía vale algo en la medida en la que soluciona problemas a la humanidad y le hace la vida más agradable y mejor. Cuando uno piensa eso, entiende que hay una serie de cosas que no tienen precio de mercado, pero que hay que tener en cuenta a la hora de diseñar las políticas. Un teito en Somiedo no vale nada, pero ese tipo de patrimonio, que es único en Europa, puede aportar muchas cosas al desarrollo económico de Asturias si se pone en valor. Si somos capaces de traer a extranjeros, hacer visitas guiadas, sería la forma de traer riqueza, fijar población y sobre todo mantener ese tipo de patrimonio, que si no tiene uso acabará en la ruina. Y para eso, insisto, hay que diseñar políticas ajustadas en función de la dirección que queramos tomar. Si uno no ve hacia dónde quiere ir, es una tragedia.

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