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lunes 25, noviembre 2024

El viejo HUCA y el abandono que le espera

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En los últimos años una de las decisiones tomadas en Asturias cuya adopción requirió un proceso más laborioso y no exento de polémica fue la de construir un complejo de nueva planta para el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) en La Cadellada, Oviedo.

Han sido años de debate y de planificación, de controversias y tensiones, culminadas con un proceso por venir, ciertamente complejo, de traslado desde las actuales dependencias en El Cristo hasta las que están por estrenar, desarrollándose esta recta final en un contexto especialmente complicado de escasez manifiesta de recursos públicos, lo que supongo que estará dando más de un quebradero de cabeza a los responsables de la política sanitaria en el Principado de Asturias. Si uno recorriese la infinidad de titulares, informaciones, declaraciones y contradeclaraciones de todos estos años, advertiría con perspectiva la magnitud del desgaste y de los esfuerzos empleados en el importante reto que ha significado sacar adelante este proyecto, especialmente en estos tiempos recientes en los que los servicios públicos están tristemente bajo cuestión.
Ya desde hace tiempo, a su vez, se planteó con viveza el debate sobre el destino de los actuales edificios y terrenos del HUCA. Se trata de un patrimonio importantísimo, en suelo y en construcciones –aunque difícilmente versátiles-, que determinan en buena medida la fisionomía del oeste de la ciudad, afectan a sus comunicaciones, a los flujos de personas y a la actividad económica de los barrios del entorno. Y, repetidamente, aunque de forma menos intensa de lo debido, se ha formulado el interrogante sobre qué clase de alternativas se darán a este espacio. A este respecto, hasta hace unos años el temor principal residía en que las presiones especulativas condenasen a la pérdida de un espacio público o a su radical disminución en favor de una desproporcionada recalificación para usos residenciales. A día de hoy, sin embargo, la crisis del sector inmobiliario ha echado por tierra la posibilidad de contar con inversiones privadas provenientes del ladrillo para diseñar las alternativas; y tampoco parece que la iniciativa privada procedente de cualquier otro sector vaya a plantear soluciones creíbles.

El escenario es, cuando menos, inquietante, por cuanto en un breve periodo de tiempo nos encontraremos con un complejo enorme desocupado, sin alternativas de uso y en el que las deficiencias de conservación y mantenimiento aparecerán con toda su crudeza.

Queda, por lo tanto, la iniciativa pública, prácticamente en solitario, para afrontar una situación que hasta hace poco parecía lejana pero que ya es inminente. En unos meses comenzará paulatinamente a trasladarse toda la actividad y los servicios y, gradualmente, como ya ha sucedido con el edificio que albergaba el Instituto Nacional de Silicosis, se irán cerrando edificios. El escenario es, cuando menos, inquietante, por cuanto en un breve periodo de tiempo nos encontraremos con un complejo enorme desocupado, sin alternativas de uso y en el que las deficiencias de conservación y mantenimiento aparecerán con toda su crudeza. El deterioro que va a experimentar este espacio y con él una buena parte de la zona oeste de la ciudad, será irremediable y, seguramente, prolongado.
Llegados a este punto y echada la vista atrás, se aprecia una enorme falta de liderazgo local para tomar decisiones en previsión de futuro. No olvidemos que, aunque la titularidad de los terrenos es principalmente del Principado de Asturias, el asunto es de incidencia eminentemente municipal y es al Ayuntamiento de Oviedo a quien corresponden las competencias en materia urbanística, aunque puedan ser moduladas con base en la tutela de intereses supramunicipales. Ha pasado el tiempo y, salvo ideas voluntariosas, de momento no hay sobre la mesa ninguna propuesta en firme autorizada que tenga solidez y cuente con la planificación adecuada. Y, en lo que será el reto urbanístico más importante para la ciudad en décadas, no sólo se trata de promover alternativas para el espacio del actual HUCA y de alcanzar el acuerdo necesario para hacerlas viables, sino de llevarlas a los instrumentos de planeamiento –lo que siempre es laborioso y lleva su tiempo- y de movilizar recursos para que se conviertan en una realidad.

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