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lunes 25, noviembre 2024

‘El buen periodista debe ser incómodo’. Manu Brabo. Fotoperiodista

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Es el segundo Premio Pulitzer que recae en España y, curiosamente, también en Asturias. Con crudeza y con franqueza, Manu Brabo habla de su trabajo como fotoperiodista especializado en las situaciones más duras del planeta.

Dice que el premio Pulitzer «está bien», aunque no es un tema al que dé mucha importancia. Este reconocimiento, en cualquier caso, sirve para dar más difusión a su trabajo y para escuchar la voz de alguien que prefiere usar la imagen para comunicarse. A su pesar, Brabo no era un desconocido por el gran público: en 2011 estuvo secuestrado en Libia, lo que impulsó una movilización ciudadana para pedir su liberación. Una vez libre volvió a España, dio las gracias, descansó unos días, y enseguida volvió a Libia a hacer lo que mejor sabe: su trabajo. Países como Kosovo, Haití, Palestina o Egipto, entre otros, han pasado por su objetivo. Imágenes duras que alguien tiene que mostrar.

-¿Para qué sirve un Premio Pulitzer?
-No lo sé. Nos han dado un premio por un trabajo que ya está hecho, así que lo que queda es seguir trabajando. Está bien la palmadita en la espalda aunque uno no hace nunca el trabajo con esa intención, pero ya pasó. Este año habrá nuevos premios Pulitzer, diecisiete en realidad, que incluso pueden ser compartidos como es mi caso.
-Las fotos con las que conseguiste el galardón, ¿son personalmente las imágenes que más te han impactado?
-No sé si las que más, pero sí que en el momento en el que ves la imagen en el visor de la cámara, porque ahora podemos hacer eso, sí que dices «ahí hay algo». Quizá hay fotos que me hayan impactado más, pero esta imagen funciona y resume un poco lo que se está viviendo, y se debe seguir viviendo, en Alepo.
-Como fotoperiodista has sido testigo de muchos de los conflictos sociales y bélicos de los últimos años. ¿Qué te ha supuesto como experiencia y qué huella deja en tu corazón?
-Esto es algo que yo hablo mucho con compañeros, y creo que dentro de esta profesión, esta ala específica en la que yo me muevo, cansa. Así que es fundamental descansar, hacer los parones cuando toca, mantener los anclajes a una vida normal, a mi familia, a mis amigos. Porque si no al final uno pierde un poco el sentido de las cosas y termina convirtíendose en la coraza que se pone para no andar sufriendo. Yo creo que nadie está preparado para ver o para vivir determinadas circunstancias de continuo. O paras, o te quedas K.O.

«En Siria llegué a sentir tanta impotencia que me tuve que ir del país»

-De todos los lugares donde has estado, ¿en dónde has sentido que tu presencia como fotoperiodista era más incómoda?
-Creo que esa presencia es muy incómoda en casi en cualquier lado que vayas, de hecho creo que ése es un problema del buen periodista. Supongo que en casi todos los países o estados hay mucho que tapar, y cuando la gente es consciente de eso, vas a encontrar problemas. Yo he visto en manifestaciones aquí, en España, el mismo comportamiento que en El Cairo por parte de la policía o de los Cuerpos de Seguridad del Estado. Como dicen en mi tierra, en todos los sitios cuecen habas y en mi casa, calderadas.
-Estuviste seis semanas secuestrado en Libia en 2011. Después del paso del tiempo, ¿qué recuerdos te quedan de aquellos momentos?
-Pues la verdad es que a toro pasado todo son buenos recuerdos. Es esa fabulosa facultad que tiene nuestra cabeza para hacer que cualquier experiencia, por puta que haya sido, con el tiempo se vea de otro color. Aparte de todas las cosas incómodas que alguien se puede imaginar de estar preso, pues yo ahora voy a Libia y tengo buenos colegas, también es una experiencia que te hace enfrentarte a ti mismo, conocer tus miedos, tus límites o tus no límites… Y luego venir aquí y darte cuenta de que hay trescientas personas, incluyendo a amigos y familia, dando voces en la calle para que te liberen. Esas cosas, quieras que no, te llenan. Puedes quedarte en eso o puedes quedarte en el día que te apresaron, te dieron de ostias, etc. Al final yo creo que, como toda experiencia, depende del enfoque que le quieras dar. Yo prefiero estar en el lado positivo.
-Regresaste poco tiempo después a Libia. ¿Querías demostrar algo?
-A mí me daba más miedo no poder volver a trabajar que me volvieran a meter preso.

«Hasta que el consumidor en este país no reclame el periodismo que quiere, y no se ponga incluso un poco ‘borde’ pidiéndolo, aquí no va a cambiar nada»

-¿Sentir miedo te ayuda a sobrevivir?
-Es que si no sientes miedo eres un inconsciente o estás como una regadera. O eres tonto. El miedo está ahí cada día que vas a trabajar, pero aunque lo sientas no te puedes paralizar. Lo dejas ahí, tiras adelante con ello y ya está.
-Egipto es uno de los últimos escenarios en los que has estado. ¿Cómo traducirías lo que está ocurriendo allí?
-La verdad es que no sé como contestar a eso. No es un golpe de Estado, porque la mitad de la población lo apoya, pero la otra mitad no, así que es una situación muy compleja que se torna violenta. Me llevaría muchas horas de conversación describir lo que pasa. Lo que está claro, por hacer un resumen muy rápido, es que al final no deja de ser un estado militar, con las características de un estado militarista clásico, como lo hemos entendido durante todo el siglo XX. A mí al menos no me parece que traiga nada nuevo.
-Siria es uno de los destinos que reconoces como más duros. ¿No sentías impotencia ante lo que presenciabas allí y la respuesta internacional al conflicto?
-En Siria llegué a sentir tanta impotencia que me tuve que ir del país. Yo pensaba: toda esta mierda va a acabar conmigo, me voy a volver loco, o voy a acabar pegándole una patada a la cámara y comprándome un fusil. Y así dicho queda más o menos bien, pero es que las situaciones eran durísimas. Al final son casi cinco meses trabajando dentro del país, y las cosas no cambian nada, y la guerra es cada vez más puta. Son de estas cosas que te hacen enfrentarte con las grietas ideológicas que tiene este oficio.
-De hecho en el informe de 2013 de Reporteros Sin Fronteras, Siria está catalogado como uno de los lugares más peligrosos para ejercer esta profesión.
-Yo creo que es el país en el que he perdido más amigos.
-No deja de ser curioso que los periodistas españoles más reconocidos o premiados trabajen para medios extranjeros. ¿Obligación o elección?
-En este caso concreto para que te den el Pulitzer tienes que estar publicando en medios estadounidenses, pero lo que sí es cierto es que en este país falla algo en la base, en el estado del periodismo, en la manera en que se trata a los profesionales e incluso en los estudios de periodismo. Yo creo que hasta que el consumidor en este país no reclame el periodismo que quiere, y no se ponga incluso un poco «borde» pidiéndolo, aquí no va a cambiar nada. A ver: si a ti te sirven un plato de mierda y luego te vas a dormir la siesta sonriendo, ¿para qué te voy a hacer un asado de cordero, si así ya estás contento?
-¿Trabajar para una agencia condiciona un trabajo tan instintivo como éste?
-Es como todo, la fotografía periodística es muy amplia. En mi caso, en una agencia de noticias diarias como puede ser AP, hay determinadas reglas, desde visuales hasta éticas; si las aceptas trabajas con ellos y si no, no. Yo tengo mi trabajo para la agencia y tengo mi trabajo personal, hay cosas que sé que no van a entrar en la agencia y me las guardo para mí, y al revés: material que yo no quiero para nada pero que sé que a ellos les va bien. Al final eres un currante.
-¿Has dejado alguna foto por hacer por cuestiones de conciencia?
-Muchas. En ocasiones, cuando vas a hacer una foto, se empieza a sumar gente para salir. Pues no. En fin, es una cosa con la que te tropiezas casi cada día en este trabajo.


Foto de Manu Brabo premiada con el Pulitzer 2013 El Premio Pulitzer a la categoría Breaking News Photography se otorgó a la cobertura gráfica de la guerra civil de Siria llevada a cabo por el equipo de fotorreporteros de la agencia Associated Press, entre los que se cuenta Manu Brabo. Junto a él estaban Narciso Contreras, Rodrigo Abd, Khalil Hamra y Mohamed Muheisen. Una de las imágenes más conocidas es la del hombre que llora mientras sostiene el cuerpo de su hijo, asesinado por el ejército sirio, en Alepo. Esta imagen sirvió también para ilustrar el 17 Encuentro Internacional de Fotoperiodismo en Gijón coordinado por el otro premio Pulitzer español, Javier Bauluz, en el marco de la Semana Negra.

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