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lunes 25, noviembre 2024

Silvia Quesada. Sola y bien acompañada

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Es una conocida de los escenarios folk, curtida en su paso por grupos como Los Gatos del Fornu, Blima o Tejedor. Recientemente ha presentado su aventura en solitario con un muestrario de temas que navegan entre la melancolía y la esperanza.


Con un directo intimista y sobrio se ha ganado al público en las presentaciones de este nuevo trabajo. No hacen falta más abalorios ni artimañas escénicas: el piano de Alfredo González, la guitarra de Rubén Bada y la voz desnuda de Silvia Quesada se bastan para que después de escuchar un tema, el público se quede con ganas de más.

-Primer disco en solitario. ¿Qué te impulso a tomar una decisión de este calado?
-Tengo que decir que la decisión final no fue mía. Es cierto que llevaba tiempo queriendo hacer algo en solitario sin saber bien en qué dirección. Quería alejarme un poco del folk, quizá algo más pop, o incluso pasarme al castellano… en realidad quería tener más tiempo para ir pensando, pero desde Algamar Producciones, mi buen amigo Pablo Quiroga me animó a que empezásemos. Fredo (Alfredo González), que me conoce mucho, fue componiendo canciones que iban encajando muy bien en lo que yo quería… Y así empezamos.
-Para las letras te has rodeado de muy buenos autores también.
-Pues sí, la primera canción del disco, «Antes de empezar», es de mi amiga de toda la vida, Laura Fernández, que tiene muchísimo talento y se atrevió a hacerme una letra que está gustando mucho. Después contamos con Boni Pérez, letrista de Los Locos y también de Felpeyu; con poemas de Berta Piñán, un par de temas de Javier Ballina «Bueno», etc.

«Desde el principio tenía claro que quería algo muy pequeño para la producción: guitarra, piano y voz, ahí estoy cómoda»

-También te has rodeado de buenos músicos, como los hermanos Tejedor, Alfredo González, Sergio Rodríguez o Rubén Bada. ¿Qué tal la experiencia de estas colaboraciones?
-A todos ya los conocía de anteriores ocasiones. Me siento encantada, es un privilegio poder contar con ellos no solo como músicos sino también como amigos.
-«La pena abierta» es una revisión del mito de Penélope y Ulises, en el que la melancolía, la tristeza o la derrota son temas recurrentes. ¿Qué tiene de especial esta canción para que dé título al disco?
-Fue la primera que hizo Alfredo y pronto tuvimos claro que iba a ser el título. Define muy bien el carácter melancólico que impregna todo el disco. Estamos viviendo ahora mismo tiempos bastante malos, y cuando uno está triste lo que quiere es escuchar canciones con las que se pueda identificar, por eso «La pena abierta».
Aparte, el disco trata mucho del desamor, pero no de una forma típica sino de un desamor cínico. Hoy estás dolido, pero empieza tu nueva vida. Hay una canción que se llama «Veintiún», con los hermanos Tejedor, que habla de esto: a partir de hoy empiezo a renacer.
-Todos los temas tienen un corte intimista y desprovisto de adornos superfluos. ¿Una apuesta por la sencillez?
-Yo soy una persona muy tímida, y necesitaba algo que pudiese defender. Por tanto, no cabía un acompañamiento musical complejo, desde el principio tenía claro que quería algo muy pequeño para la producción: guitarra, piano y voz, ahí estoy cómoda. Además, quería darle importancia a la voz precisamente porque es un elemento que a veces se olvida un poco en el folk, donde predomina lo instrumental. Quería algo muy sentido para que la interpretación llegase al público, y quien ha visto el directo dice que sí, que llega.
-¿El folk asturiano sigue gozando de un público fiel? ¿Cuál es tu percepción del panorama musical?
-El público sigue siendo fiel, eso lo tengo claro, pero la salud de la música folk es más complicada. Hay menos grupos que hace años, y se compone menos también. Otros años optaban muchísimos temas a El Meyor Cantar, para el que estábamos nominados, ahora son muy pocos porque no hay canciones.
Otro problema es el dinero. Como ya no hay ayudas, no se hacen conciertos. Hace siete años no había fin de semana que no tuviésemos una noche folk en alguna parte. Había muchos grupos, no todos buenos, pero con las facilidades que había mucha gente se animaba a tocar. Hoy nadie se atreve a ir a taquilla.

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