El planteamiento de una persona puede transformarse rápidamente en opinión pública dentro de las redes sociales. ¿Cómo funciona este proceso? ¿Se pueden realizar predicciones? ¿Qué incidencia tiene sobre la sociedad? Daniel Gayo es ingeniero informático y profesor en la Universidad de Oviedo. Como estudioso de este fenómeno, reflexiona sobre el poder de las redes sociales y su influencia real.
-Con el boom de las redes sociales, ¿saben los internautas qué herramienta tienen entre manos?
-La mayor parte de la gente no es consciente de todas las posibilidades que se abren en el momento que escribimos, por ejemplo, un mensaje. De la capacidad que tiene ese texto de difundirse en la red cuando posiblemente lo hayamos escrito para unos pocos; de que puede descontextualizarse y decir algo que no queremos, o simplemente de que uno se arrepienta de lo que ha enviado y no haya vuelta atrás. La gente hoy habla y opina de todo, muchas veces sin pudor, y eso puede traer problemas.
-En el momento que una persona cuelga su perfil en una red social se transforma, de alguna manera, en una «marca» que participa de un mercado interconectado. ¿Es un proceso consciente?
-Las personas famosas tienen razonablemente claro que deben cuidar su imagen. Otro tema distinto son los particulares, que no caen en la cuenta de que con toda la información que vuelcan transmiten a la gente una imagen de sí mismos que a lo mejor no es la que desearían.
-En su tesis ha investigado la fragilidad de la privacidad en las redes sociales. ¿Cómo puede ser utilizada toda esa información?
-Depende. Si vamos a Facebook, la información aparece bastante estructurada: dónde estudié, dónde trabajo, dónde vivo, con quien me relaciono, si tengo o no pareja. Otro tema distinto es Twitter, una red basada sólo en la publicación de mensajes, donde con sólo registrarse, uno puede ver a quién sigue un determinado usuario. Ese material puede explotarse de muchas maneras. La investigación a la que te refieres tenía como objetivo predecir el resultado de las elecciones de 2008 en EEUU, en base a lo que la gente volcaba en Twitter. Me interesaba ver si era relevante el perfil demográfico de los usuarios, para lo que necesitaba datos como sexo, edad, orientación religiosa, ideología, raza: datos que fui consiguiendo a través de Twitter. El estudio daba como vencedor a Obama pero había errores importantes que luego analicé: valorar exclusivamente la información de las redes sociales induce a error porque el público que participa es mayormente joven, de ámbitos urbanos, que si no quieren dar su opinión no lo hacen. Es por tanto una información sesgada. Por ello los investigadores trabajamos con otros instrumentos externos de juicio para intentar ajustar el modelo. Además está la influencia de los sentimientos: alguien que está contento no utiliza las mismas palabras que otro que está deprimido, y el estado de ánimo de unas personas se traslada a otras.
«La gente hoy habla y opina de todo, muchas veces sin pudor, y eso puede traer problemas»
-El próximo año se celebran elecciones y las predicciones sobre la intención de voto se suceden. ¿Hasta qué punto podemos entonces fiarnos de Twitter?
-En relación a los grandes partidos tradicionales, que se supone que son los que se reparten la mayor parte de los votos, más o menos se ajustan las proporciones de tuits y los votos conseguidos. Pero no ocurre lo mismo con los partidos pequeños. Cuando surgió UPyD recibía una cantidad de tuits, enorme en comparación con el rendimiento electoral que consiguió. Y al contrario: en unos estudios realizados en Francia se comprobó que con respecto al Frente Nacional se tuiteaba menos de lo que la gente luego votó. Es difícil sacar conclusiones de los partidos pequeños, porque pueden estar sobrevalorados o infravalorados en la red. Con Twitter no se puede predecir todo, no es la panacea. Es una fuente de datos interesante que nos permite entrar en detalles y es inmediato, pero siempre vamos a necesitar un ajuste de datos con otras fuentes de información que no estén tan sesgadas. No es el espejo de la sociedad, la opinión mayoritaria es otra. Creo que no es un factor determinante en el rumbo de la vida pública.
-Adquieren cada vez más peso los trending topics, que se utilizan como un referente. ¿Cuál es su valor real?
-Un trending topic significa que un algoritmo detecta que ahora mismo se está hablando mucho de un determinado tema, bien o mal. En alguna ocasión puede servir para detectar algún evento, pero en la mayoría de los casos es el eco de algo que ya lanzaron a la luz los medios tradicionales. Que hoy sea trending topic Emilio Botín, que acaba de fallecer, va por detrás de la noticia, en otros casos surge por cuestiones puramente anecdóticas. Por ejemplo cuando Cañete hizo aquellas famosas declaraciones después del debate con Elena Valenciano -«mostrar superioridad intelectual con una mujer es machista»- tembló la red sobre esa anécdota, pero no sobre otros elementos de juicio que seguramente tendría ese asunto. Hace poco Obama dio una rueda de prensa sobre el conflicto de Ucrania y el trending topic fue que en vez de llevar un traje gris o azul, era de color caqui. Detrás de los trending topics hay mucho ‘ruido’, no es una muestra significativa y hay de fondo un nivel de cháchara que se queda en lo superficial, en titulares banales. Eso no significa que haya que ignorarlo pero es difícil extraer algo de veracidad, algo que indique lo que piensa la gente, qué necesidades existen.
«Detrás de los trending topics hay mucho ‘ruido’, no es una muestra significativa»
-Cara a las elecciones se está hablando de que quien no esté en las redes sociales juega en desventaja. ¿Se sobrevalora su influencia?
-En este tema no estoy demasiado especializado. Aunque se habla mucho de las redes sociales, tengo la sensación de que los políticos españoles son bastante escépticos. Si ahora hay que tener una cuenta en Twitter, se tiene; pero si echamos un vistazo a la de Cañete, una vez pasadas las elecciones europeas posiblemente no se haya tuiteado nada, y si se ha hecho, lo más probable es que fuera alguien de su equipo. El electorado quiere oír al candidato y ver qué tiene que contar. Pero tampoco éste es un sistema que facilite el diálogo. Si tienes gran número de seguidores es impensable poder hablar con todos. Además, como estrategia, los políticos se niegan a entrar en debates reales con los electores. Si no concretan tienen una baza que si concretan pueden perder, así que son CORambiguos.
Aquí en Asturias el más cercano a los ciudadanos es el Alcalde de Oviedo, Agustín Iglesias Caunedo, un caso totalmente atípico. El ya tuiteaba antes y si ves su cuenta no se parece en nada a otras del PP. No reproduce los hashtags del partido, sino que escribe un poco lo que quiere. Luego, como la gente empezó a pedirle cosas por este medio, pues lo aprovechó. Ha convertido esta red social en una especie de ventanilla única que atiende personalmente. Ha conseguido comunicarse de forma cercana, y esto no es usual.
-Llama la atención ver lo complejo que es todo esto y con qué ligereza se manejan datos o se sacan conclusiones.
-Si se consigue quitar el ‘ruido’, la cháchara y demás, las potencialidades serían inmensas. Si conseguimos separar las opiniones sobre la Liga, la Vuelta, Top Chef o Sálvame y centrar en lo que de verdad importa, creo que podrían enfocarse las políticas de otra manera. Un político con dos dedos de frente buscaría conocer lo que les preocupa a los ciudadanos y actuaría en consecuencia.
-España se ha convertido en el país con más penetración de los smartphones (66%) mientras que la media europea es de un 57%. ¿Cree que el WhatsApp puede cambiar la organización, comunicación y mensaje de las próximas campañas electorales como ahora se está avanzando?
-Sí, con toda seguridad. De hecho es la única explicación plausible para que Facebook pagara una millonada por WhatsApp. Es darse cuenta de que se trata de un canal subterráneo, comunicaciones privadas entre comunidades de usuarios donde hay muchísima información. El problema de los investigadores es que no tenemos acceso a estos datos, sólo podemos hacer encuestas y preguntar a la gente cómo lo está utilizando. Estoy convencido de que gran parte de la comunicación se va propagar por este medio, y no sólo durante las próximas elecciones. El WhatsApp combina las ventajas que tiene un correo, que es básicamente un cierto grado de privacidad, y las ventajas de las redes sociales: mensajes cortos, directos, que admiten algo de multimedia y que se difunden con facilidad. La información va a circular por ahí y la cuestión es que podamos de algún modo determinar la importancia de este mecanismo.