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lunes 25, noviembre 2024

Crónicas de la Dignidad

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Las conocidas como Marchas de la Dignidad reunieron el pasado 22 de marzo a miles de personas en Madrid para una multitudinaria protesta. Fue la primera vez que una iniciativa surgida directamente de la sociedad civil, sin partidos políticos ni sindicatos detrás, desarrollaba tal poder de convocatoria. Además, muchos de estos manifestantes habían llegado caminando desde distintos puntos de España, uno de ellos Asturias. De la experiencia de la columna asturiana nace 485,2 kilómetros en las Marchas de la Dignidad (Ed. Sangar): un libro que es crónica y resumen de aquella experiencia, firmado por Miguel Ángel Fernández.


El 1 de marzo de 2014 aproximadamente dos mil personas deciden ir caminando desde Llangréu hasta Mieres. No es un paseo precisamente plácido: el agua cae a cubos desde el cielo y hace un frío nada desdeñable; pero ésta es la comitiva que se junta para acompañar a unos cincuenta «locos» que van a seguir camino hacia Madrid, a pedir nada menos que «pan, trabajo, techo y dignidad». Como ellos, y bajo el paraguas de un manifiesto básico -no al paro, no al pago de la deuda, sí a la renta básica y a la defensa de los servicios públicos-, otros grupos parten de diversos puntos de España con un objetivo: reunirse en Madrid en veintidós días, en una manifestación que canalice el evidente descontento social.En ese momento, muy poca gente ha oído hablar de esta iniciativa, que se autodenomina Marchas de la Dignidad. Los grandes medios de comunicación les menosprecian o directamente les ignoran, aunque esta actitud irá cambiando a medida que pasen los días y se empiece a intuir que la convocatoria va a superar las expectativas más optimistas. Desde la parte política, de la indiferencia se llegará descaradamente a la criminalización.

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Miguel Ángel Fernández. /Foto: Carlos Tuñón-FotOrbayu

Al autor se le conoce en toda la Marcha como «el de Cuturrasu», y su particular diario personal se convierte en un enlace entre caminantes y familiares, ayudando a romper el silencio informativo, que él mismo califica de «clamoroso».

De momento llueve en Llangréu, pero la comitiva parte con el ánimo alto. Uno de los caminantes es Miguel Ángel Fernández, un histórico de la lucha obrera y social en la Cuenca del Nalón, que entre otras cosas se dedica a escribir en varios proyectos personales. Por ejemplo un blog, Cartes de Cuturrasu, en el que va a ir colgando su crónica de las distintas etapas. Ahí narrará los pequeños detalles del camino -la intendencia, el cansancio, las ampollas, las amistades que van naciendo por el camino…- junto a reflexiones sobre el porqué de esta protesta y la necesidad de una movilización. Poco a poco se le conoce en toda la Marcha como «el de Cuturrasu», y su particular diario personal se convierte en un enlace entre caminantes y familiares, ayudando a romper un silencio informativo que él mismo califica de «clamoroso».

De la red al papel

El resto, como suele decirse, es historia. La concentración de Madrid no sólo reúne a los caminantes, sino que a éstos se les unen cientos de autobuses venidos de toda España. El 22M fue en un innegable éxito de convocatoria -la mayor manifestación de la democracia, ha llegado a decirse-, aún a pesar de la guerra de cifras y de unos disturbios que curiosamente empezaron a la hora misma del telediario. Para los que han vivido la Marcha desde la primera etapa, los días siguientes son una especie de resaca, en un intento de asimilar tantas emociones juntas, y también de incertidumbre: ¿y ahora qué? ¿esto ha valido para algo?
Mientras la plataforma 22M organiza conferencias para contar la experiencia, y planea los objetivos para el futuro, Miguel Ángel empieza a darle vueltas a un proyecto: reorganizar toda la información que ha ido recopilando, tanto sus crónicas como las declaraciones y colaboraciones de otros compañeros, en un libro que quede como testigo de lo vivido en aquellos días. Alguien le habla de la Editorial Sangar, un nuevo proyecto para publicaciones de temática social, y con eso parece que se juntan el hambre y las ganas de comer: el libro 485,2 kilómetros en las Marchas de la Dignidad sale de imprenta el 7 de noviembre, «108 años y 7 meses después del inicio de la huelgona en la mina Baltasara de Fábrica de Mieres». El 10% de las ventas se destinará a «Asturias en Marcha», impulsora de las Marchas en Asturias.
En el libro se juntan esas famosas crónicas hechas en el viaje -un poco editadas para la ocasión- junto con el testimonio directo de varios participantes, que exponen su experiencia personal en el asunto. Además, un repaso al manifiesto de las Marchas y textos que replantean la deuda, la obligación de defender la sanidad pública, el derecho a la vivienda o la necesidad y viabilidad de la renta básica; por último, un epílogo de Diego Cañamero. Todo con fotos de otro caminante: Carlos Tuñón (FotOrbayu).

Punto y seguido

485,2 kilómetros en las Marchas de la Dignidad nace por la necesidad primera de hacer balance y segunda, de dejar constancia de una experiencia de las que dejan huella, tanto en lo personal como en lo comunitario. Y uno de sus grandes aciertos es que combina ambas facetas con toda naturalidad. Pequeñas historias como la de Rafael, el jubilado que tiene que abandonar la Marcha porque le llaman para operarse; Mon, obrero en paro que empieza a caminar un sábado sin conocer a nadie, porque el miércoles le dieron un papel de las Marchas»; Esteva, cuyo apodo viene de los años de la clandestinidad, un viajante en paro que terminó cocinando para todos «con aplausos incluidos»; Carmen, trabajadora no remunerada, que gracias a las Marchas se ha convencido de que «sí se puede» y desde entonces se implica en todas; Jesús, Poli, José María, Agustín, Diana… En persona, Miguel Ángel Fernández cuenta las historias con orgullo de compañero, amplía lo que no ha salido en el papel y se emociona con cada «batallita». Aquellos días se forjaron amistades de las que duran.
Día a día, uno va siguiendo las andanzas de estos caminantes, familiarizándose con los ritmos diarios y disfrutando las anécdotas, que siempre las hay. El lector agradece la emocionante ayuda de las Mujeres del Carbón, que se vuelcan con la iniciativa, se solidariza con el dolor de las ampollas o comparte las ganas de vitorear al alcalde que ofrece para dormir un polideportivo ¡con calefacción! Aunque claro, no todo son rosas: cuesta organizar a un grupo tan grande de gente, y hay quien prefiere ir por libre, lo que causa más problemas a medida que se acerca la meta y crece la tensión.

En el libro se juntan las crónicas hechas en el viaje junto con el testimonio directo de varios participantes, que exponen su experiencia personal en el asunto. Además, un repaso al manifiesto de las Marchas y otros textos.

¿Qué queda de todo aquello? «Orgullo en lo personal, por haber participado en esta maravillosa locura, por haber resistido físicamente y por haber sido capaz de torear las provocaciones de los profesionales. Orgullo de nación: a uno que no le gustan nada las banderas ni las cruces se le ha subido el pavo cuando entrábamos en la capital del reino al ritmo de gaita y percusión, aplaudidos por miles de personas que veían en la presencia de la columna asturiana la imagen de lucha incansable. Y orgullo de clase, porque estas Marchas de la Dignidad han arrancado de lo más profundo de la clase trabajadora, de la misma base».
Sin embargo, esos 485,2 kilómetros son más un punto y seguido que un balance cerrado. Porque la plataforma de las Marchas de la Dignidad está empeñada en demostrar que aquello no fue flor de un día. «Todo parece indicar que el 22M no es el final, sino un gozoso principio», afirma Miguel Ángel Fernández. Durante meses se han ido organizando movilizaciones, como la protesta «Somos reales» frente a los Premios Príncipe de Asturias o la «semana de lucha» el pasado noviembre, en la que se incluyeron distintas presentaciones del libro. Además, se ha presentado un ambicioso calendario social para 2015, huelga general incluida, lo que indica que este tema va a dar todavía mucho que hablar. Y todo ello sin tener el paraguas de ningún sindicato ni partido político. Sólo es la gente por la gente: quizá ahí radique el secreto.

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