Se considera una mujer con suerte. No vive de la literatura, y quizá por eso disfruta sin presiones de cada momento del proceso: la escritura, las correcciones, las presentaciones… Con El misterioso anacoreta (KRK Ediciones) se adentra en la literatura juvenil, lo que le ha permitido entrar en contacto con un público totalmente nuevo.
Es ésta la octava novela de María Luisa Prada, aunque ella cuenta nueve. «Porque tengo un relato corto, La noche del arpa, que escribí para la Asociación de Escritores de Asturias, y para mí también cuenta». Es que los libros son como los hijos, es imposible elegir al más querido, como impensable es olvidarse de alguno, por pequeño que sea. Y cada uno, desde luego, tiene su historia no contada, más allá del argumento legible. La que nos ocupa, El misterioso anacoreta, es su primera incursión en la novela juvenil. Un desafío planteado por sus nietos, que ella afrontó con su vitalidad habitual.
-Te cuento: un día mis nietos mayores me dijeron que sólo escribía para adultos, y me animé. Al final no fue tan fácil como pensaba, porque las cosas han cambiado mucho y hoy los chiquillos hablan de otra manera, tienen más tecnología… Por eso les consultaba mucho: «mira, he escrito este párrafo ¿qué te parece, está bien dicho esto?». Así que estuve muy bien documentada.
«Parece que cuando se escribe para chiquillos se escribe para tontos. Y no son tontos, sólo son pequeños».
-Pues ha tenido asesores de lujo.
-Yo tuve a mi hijo muy joven, y tuve a mis nietos muy jóvenes, así que he llegado a un momento en el que pueden hablar conmigo sin notar un salto de edad demasiado grande. Y me vale mucho el contacto con ellos, porque me obliga a hacer un esfuerzo para estar al día, por ejemplo de las novedades del fútbol, porque sé que me van a preguntar. No puedes decir: yo de esto no sé, las nuevas tecnologías no me interesan… te tiene que interesar todo, porque si no te dejan de lado.
-Las fronteras entre literatura juvenil y adulta parecen cada vez más confusas. El ejemplo clásico es Harry Potter, pero hay cada vez más.
-Bueno, ahora es Harry Potter y antes eran Los cinco. Y cuando yo era nena estaba Corazón, que ya lo había leído antes mi madre en el colegio. Pero ahora se tiende a que los niños participen más en la historia, eso es lo que tiene éxito. Es que parece que cuando se escribe para chiquillos se escribe para tontos. Y no son tontos, sólo son pequeños. No puedes estar siempre contándoles Blancanieves y los siete enanitos o Cenicienta, que por cierto son cuentos de una crueldad tremenda.
-Además de estar ocupada con las presentaciones de éste, ¿cómo va el próximo libro?
-Prácticamente listo. Como me encanta escribir, siempre tengo algo. A mí no me cuesta sacar un libro al año, en realidad mis libros son como embarazos: tardo nueve meses en escribirlos, más tres para el trabajo con el editor. Pero bueno, también hay que dejar descansar a la gente, a mí no me gusta agobiar y sacar libros como churros, porque habrá otros que quieran publicar también. Y más ahora, que todo el mundo tiene sus recortes hechos.
-Al no depender económicamente de la literatura, ¿es más fácil disfrutarla?
-Absolutamente. La realidad es que muy poca gente puede vivir de esto, y me hacen gracia los que dicen «es que vosotros ganáis mucho dinero». ¡Qué va! Porque además yo no creo en las cifras que se cuentan. Llega un libro el primer día con una banda puesta: «trece millones de ejemplares vendidos» ¡pero si acaba de llegar! Supongamos que te llevas un euro por ejemplar: son trece millones de euros. Que no me lo creo, vamos, eso es propaganda. Y yo creo que lo importante no es la propaganda: es el disfrute. Claro que yo hablo así porque no tengo problemas económicos, y los escritores, los libreros y los editores también tienen que comer, pero la verdadera riqueza es que algo que tú haces, lo que sea, haga disfrutar a los demás. Por eso los escritores tenemos un cierto ego, porque la gente alaba lo que haces, y tú notas perfectamente cuando te lo están diciendo en serio.