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lunes 25, noviembre 2024

Igualdad… Lo que nos queda

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España suspende en igualdad. Y Asturias sigue esa misma tendencia. La crisis económica ha repercutido especialmente en los colectivos más vulnerables y la situación de las mujeres ha empeorado en prácticamente todos los ámbitos. A mayores, las políticas de austeridad han servido para dar la estocada, recortando recursos sociales. Resultado: no sólo no se ha avanzado, sino que se ha retrocedido. Es necesario volver a tomar las riendas.



Pues lo que nos queda es bastante camino por recorrer, se mire desde el ángulo que se mire. La ONU, que periódicamente realiza un test de igualdad a los países miembros, ha puesto a España un suspenso sin paliativos. En cuestiones relacionadas con la equiparación de los sexos -en campos tan diversos como salarios, violencia de género, salud, empleo, derechos sexuales y reproductivos, representatividad, protección social, reforma laboral, discapacidad, educación, estereotipos, medios de comunicación, y otros- España no pasa la criba. Se trata de un duro informe sobre la situación de las mujeres en España publicado en el mes de julio por la ONU, a través del CEDAW, siglas en inglés de la Convención por la Eliminación de todas las formas de Discriminación Contra las Mujeres. Este documento constata que se han producido importantes retrocesos en los últimos años y subraya la ausencia de medidas para luchar contra la discriminación por motivos de género. Al CEDAW le preocupa «que las medidas de austeridad adoptadas en respuesta a la crisis económica y financiera hayan tenido un impacto grave y desproporcionado en las mujeres, en particular mujeres con discapacidad, mujeres mayores y trabajadoras domésticas». Señala además como preocupantes la eliminación del Ministerio de Igualdad, la carencia de estrategias a nivel nacional, la insuficiente coordinación entre instituciones y con las organizaciones civiles, la baja participación en general de la mujer en la vida política y pública, los altos índices de violencia de género, la falta de compromiso de los medios de comunicación, la falta de medidas para eliminar estereotipos en el sistema educativo, tales como revisar los planes de estudio y los libros de texto, entre otras. Vamos, un panorama demoledor.

La ONU, que periódicamente realiza un test de igualdad a los países miembros, ha puesto a España un suspenso sin paliativos. No sólo no mejoramos, sino que hemos ido claramente a peor.

En general todas las recomendaciones de este organismo internacional tienen que ver con restaurar recortes sociales que se impusieron en tiempo de crisis, mantener o aumentar la protección social, o reestructurar las instituciones para solventar la eliminación del Ministerio de Igualdad; los recortes en la sanidad también han tenido un fuerte impacto sobre el colectivo femenino, incluyendo el acceso a servicios de salud sexual y reproductiva. España tiene un plazo de cuatro años para volver a presentar su informe, se espera que con avances.
De modo que no sólo no mejoramos, sino que vamos a peor. Era esperable que en una sociedad que no ha dejado de estar bajo la influencia de la cultura del machismo, con instituciones muy masculinizadas y predominancia de roles patriarcales, si se descuidan los apoyos lo fácil es volver al camino pisado. Sin un esfuerzo por variar la dirección, seguiremos retrocediendo.

Pongamos la vista sobre Asturias

Evidentemente, vamos en el mismo tren y no nos escapamos de esta tendencia. El estudio más reciente sobre el tema lo firma el Observatorio de Igualdad de Oportunidades, dependiente del Instituto Asturiano de la Mujer, y corresponde a la Situación de Mujeres y Hombres en Asturias en el año 2015. ¿Cómo están las cosas? Peor de lo que estaban antes de 2008. El impacto de la crisis «ha supuesto un empeoramiento de la vida de las mujeres, que ya partían de una situación de desventaja», reza el informe en sus preliminares.
La crisis económica está en el centro de la atención. A partir de 2008 la tasa de paro se disparó en todo el país. En Asturias se equipararon las tasas de desempleo masculino y femenino, algo que no había sucedido antes porque las cifras de paro femenino siempre fueron más altas. «Si algo igualó la situación no fue porque mejorasen las condiciones de las mujeres, sino porque empeoraron las de los hombres», explica Marián Uría, socióloga y técnica del Observatorio. El desplome de la construcción fue una razón clave. El sector de los servicios, mayormente copado por mujeres (9 de cada 10 trabajan en este ámbito) se sostuvo mejor. Lo que no ha resistido son las condiciones laborales. Las mujeres, que como se ha dicho, partían desde una situación de desventaja, se están llevando la peor parte: tienen menor índice de empleo, más contratación temporal y a tiempo parcial, y menos sueldo. En todos esos parámetros, salen perdiendo.

Las mujeres siguen teniendo más dificultades para conseguir un trabajo «normalizado», esto es: con contrato y alta en la Seguridad Social, indefinido y a jornada completa. Para CCOO, «encontrar un empleo es cada vez menos garantía de salir de la pobreza, especialmente entre las mujeres»

Recientemente, la actividad económica en Asturias volvió a situarse en cifras de crecimiento por primera vez desde el inicio de la crisis, sin embargo sigue siendo la comunidad autónoma que presenta peores datos. La Secretaría de la Mujer de CCOO de Asturias elabora anualmente su informe «Las mujeres en el mercado laboral asturiano». En el último, correspondiente a 2014 se señala que, si bien pueden atisbarse señales de una incipiente recuperación, de momento es débil y afecta de manera desigual a hombres y mujeres. A nivel general, se puede decir que ha crecido el empleo, pero también la precariedad laboral y la desprotección de los desempleados. Las mujeres siguen teniendo más dificultades para conseguir un trabajo «normalizado», esto es: con contrato y alta en la Seguridad Social, indefinido y a jornada completa. Las ocupaciones a las que tienen acceso ofrecen peores condiciones laborales y menor reconocimiento social y profesional, tienen más dificultades para ascender y optan a salarios más bajos. Ocho de cada diez personas con contrato a tiempo parcial son mujeres; y aunque en ocasiones es la fórmula elegida -sacrificando horas de trabajo para mejorar la conciliación-, crece el número de mujeres que la asumen porque no les queda otra opción, en seis de cada diez casos. Otro aspecto que destaca el informe es la cronificación del desempleo femenino. Se constata que en 2014 hubo casi 71.000 mujeres buscando empleo activamente, seis de cada diez llevaban más de un año tratando de incorporarse al mercado laboral. De ellas, más de veinte mil mujeres eran desempleadas de muy larga duración. Más del 22% de asturianas que querrían trabajar no encuentran un empleo: «La brecha de género, tradicionalmente desfavorable a las mujeres, vuelve a ampliarse».
El informe concluye que debido a una suma de razones, incluyendo la devaluación salarial, «encontrar un empleo es cada vez menos garantía de salir de la pobreza, especialmente entre las mujeres».

Ojo con las pensiones

La brecha salarial de hoy tiene una consecuencia en el tiempo: las pensiones de las mujeres serán más bajas. La dificultad de acceder a un empleo y las peores condiciones salariales son un hándicap que luego se traduce en menores prestaciones por desempleo y pensiones más modestas. Según el informe de CCOO los hombres van por delante en salarios (un 37% más), desempleo (prestación un 27% superior) y atención a las pensiones: las de ellos son un 73% más altas.

La tardía incorporación al mercado laboral y los salarios menores tienen otra consecuencia: las mujeres tendrán pensiones más bajas.

Sobre este último tema, la diferencia en la cuantía de las pensiones, quiere poner el foco Elena Ocejo, presidenta de Abogadas para la Igualdad. Pone un ejemplo que se encuentran no pocas veces: mujeres de unos cincuenta años, con cierta formación, que después de casadas no empezaron a trabajar o lo hicieron con una reducción importante de jornada hasta superar la crianza de los hijos, por lo que llegaron al mercado laboral de manera tardía. En caso de divorcio, el juez comprueba que está trabajando, incluso en un buen puesto en el mejor de los casos, por tanto determina que no debe haber pensión compensatoria. «El problema aparece cuando se miran los años cotizados por ella y por él. Las diferencias son muy grandes. Es un error que una brecha tan grande pase tan desapercibida, y no se vea hasta el momento de la jubilación. Las mujeres jóvenes ni siquiera se dan cuenta».
Ocejo lamenta la falta de reflexión sobre estas diferencias, incluso por parte de la jurisprudencia. Para ella «se está muy lejos de llegar a la igualdad real». La igualdad formal que emana del artículo 14 de la Constitución, que reconoce la igualdad ante la ley sin importar, entre otras, razones de género «incluso nos hace daño, porque implica que se tratan con un mismo rasero realidades que son muy distintas».

Salud, también diferentes

Igualdad... Lo que nos queda Las mujeres suponen poco más de la mitad de la población asturiana (52%) y tienen una de las esperanzas de vida más altas de España, casi 85 años y medio, por encima de los cerca de 79 años de los hombres. Son datos que se recogen en el informe Situación de hombres y mujeres en Asturias 2015. En él se analiza pormenorizadamente la diferencia entre ambos géneros en diversos parámetros. «Tenemos una población terriblemente envejecida. Las mujeres vivimos más, pero nuestra calidad de vida es peor», explica la socióloga Marián Uría, especialmente sensibilizada con los temas sanitarios. «Es algo que aparece reflejado en todas las encuestas de salud. La mortalidad es mayor en los hombres, mientras que las mujeres tenemos muchos más problemas crónicos que provocan limitaciones importantes, relacionadas con el dolor: de espalda -cervicales y lumbares-, reumáticos -artritis y artrosis-, de cabeza, varices…». Es habitual también que las mujeres acudan a la consulta médica con quejas poco concretas, resintiéndose de malestar general o agotamiento generalizado… Síntomas que tienen más que ver con la continuada acumulación de tareas que con una patología específica. Merece una mención aparte la ansiedad y la depresión, donde las mujeres van a la cabeza con cifras que doblan ampliamente las de los hombres. También el estilo de vida es clave para la salud, y éste está claramente determinado por el género. Las mujeres realizan menos ejercicio físico que los hombres, al margen del que puedan realizar en las tareas del hogar y el cuidado; en cambio fuman menos, aunque la prevalencia del consumo de alcohol ha aumentado. En líneas generales, consideran menos satisfactoria su vida social y cuentan con menos tiempo propio. «A las mujeres, el cúmulo de responsabilidades que asumen en la vida cotidiana les pasa factura. Hemos salido al mundo laboral pero no hemos abandonado ni el trabajo del hogar, ni el trabajo reproductivo, ni las tareas de mantenimiento de la vida.

«A las mujeres, el cúmulo de responsabilidades que asumen en la vida cotidiana les pasa factura. Hemos salido al mundo laboral pero no hemos abandonado ni el trabajo del hogar, ni el trabajo reproductivo, ni las tareas de mantenimiento de la vida». Marián Uría, socióloga.

Y no es sólo lo que las mujeres hacen, sino todo lo que tienen en la cabeza. La compra, las citas del médico, la casa…». Este exceso de responsabilidades y tareas durante años es la causa de muchos de los malestares que refieren. Han influido muy negativamente todos los recortes en lo público. Muchos servicios han ido a menos: menos plazas de residencia geriátrica, menos centros de día, menos guarderías, menos días de ingreso hospitalario… El recorte de ayudas a la dependencia y la desaparición de la paga al cuidador familiar, que deja de cotizar a la Seguridad Social, ha afectado de pleno a las mujeres cuidadoras no profesionales, empeorando sus condiciones de vida.

Cuidar tiene un precio

Al llegar a los treinta la tasa de empleo de los hombres crece pero la de la mujer se estabiliza. ¿Por qué? En esa franja, entre los 32 y 35 años especialmente, llega el momento de la maternidad.
«La familia tiene mucha importancia en la vida de una mujer. Sigue estando en el imaginario de las jóvenes la idea de casarse, y una vez se casan seguidamente viene la renuncia para el cuidado de los niños y la incorporación tardía el mercado laboral. El problema es que hoy día ni hombres ni mujeres perciben que haya una discriminación tan importante como la que realmente existe», opina la abogada Elena Ocejo.
El estereotipo de «mujer cuidadora» forma parte del modelo de familia tradicional, que otorga a la madre en primer lugar -también a las hijas- la obligación de cuidar en un sentido amplio: hijos, personas mayores o enfermos. Esto fuerza a las mujeres a realizar una serie de renuncias vitales que tienen importantes consecuencias en su desarrollo personal y su autonomía. Este modelo familiar, en el que la madre cuida y el padre mantiene, está muy interiorizado incluso en las jóvenes, y constituye uno de los principales lastres para avanzar en la igualdad real.

El estereotipo de «mujer cuidadora» forma parte del modelo de familia tradicional, que está muy interiorizado incluso en las jóvenes, y constituye uno de los principales lastres para avanzar en la igualdad real.

«Esta situación se corrige desde arriba, con legislación, y desde abajo, otorgando a los jóvenes nuevas pautas -continúa Elena Ocejo-. Se nos llena la boca con la igualdad pero realmente las cosas no están cambiando tanto, basta con ir a un parque para verlo. O a una reunión en el colegio: siguen yendo las madres, unas porque no trabajan; otras porque piden permiso para poder asistir. De cada veinte, hay sólo dos o tres padres, esa es la realidad».
El momento es pues de marcha atrás. Se logró mucho en décadas anteriores. «Nos tocó una época muy combativa en la que se luchaba por el aborto, por el divorcio, había mujeres activistas muy influyentes, abogadas como Cristina Alberdi, Cristina Almeida y otras, se fraguaba el nacimiento del Instituto de la Mujer… -recuerda Elena Ocejo-. Todo eso a las generaciones posteriores ya les vino dado». La socióloga Marián Uría recuerda su primera manifestación, en los años 70, con una pegatina en la solapa que decía: Yo también soy adúltera. «Es que antes -explica- una mujer adúltera denunciada por su marido iba a la cárcel. En cambio para él, si la mataba, era un eximente». Es indudable que las cosas han cambiado, pero aún queda mucho para visibilizar a las mujeres y para construir un marco nuevo de relaciones entre géneros. Concluye Uría que «las mujeres han emprendido un camino imparable, que es el de la autonomía y la igualdad. Es verdad que estamos en un momento de recesión, soportando además retrocesos ideológicos como lo que sucedió con el intento por parte del gobierno de reformar la ley del aborto, pero en la globalidad este proceso no va a retroceder. Con la igualdad, tenemos todos mucho que ganar.»

Pareja sí, acoso no Pareja sí, acoso no
Uno de los puntos que la ONU destacó como preocupantes es la decisión de suprimir la asignatura de Educación para la Ciudadanía, que suponía al menos un esfuerzo por la eliminación de estereotipos sexistas. Esto es especialmente grave en un momento en el que causan alarma las cifras de acoso entre los jóvenes. La fundación ANAR, de Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo, alerta sobre lo que consideran una normalización y banalización de las conductas agresivas y/o violentas en el entorno de los jóvenes, subrayando el papel que juegan las nuevas tecnologías y las redes sociales para ejercer control sobre las víctimas. Es alarmante que un alto porcentaje de jóvenes tarden en identificar que están siendo víctimas de acoso, al percibir determinadas actitudes como vinculadas a lo afectivo, es decir, como parte natural del enamoramiento, el interés o la preocupación dentro de la pareja. Las cifras son como para pensar que algo falla en la base: entre 2013 y 2014, el número de víctimas menores de 19 años con orden de protección aumentó casi un 22% (Fuente: INE). Los libros, las canciones, los programas de televisión continúan propagando un modelo de amor romántico que no se corresponde con la realidad y que contribuye a perpetuar la idea del amor posesivo o la imposibilidad de sentirse realizado sin una pareja.

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