La asignatura que despierta en el hombre los sueños, la búsqueda y el espíritu crítico desaparece gradualmente de la educación secundaria a partir del próximo año. La Asociación Filosofía para Niños trabaja para que los más pequeños aprendan a pensar de modo crítico y creativo. Myriam García es su presidenta.
-¿Qué nos enseña la filosofía y qué aplicación tiene en el día a día?
-Nosotros la entendemos no como una disciplina o conjunto de teorías, sino como una práctica que nos ayuda a pensar mejor, a razonar las cosas, a tomar buenas decisiones basadas en la razón y en la ética. Todo ello es aplicable a la vida cotidiana.
-En la primera etapa de nuestras vidas surge de manera natural la curiosidad, la necesidad de preguntarnos por las cosas… si no se incentiva, es algo que acabamos perdiendo. ¿En qué está fallando el actual sistema educativo?
-En todo. Creo que el sistema educativo no ha evolucionado desde el siglo XIX, porque está basado en los principios de la revolución industrial y la demanda creciente de una mano de obra cualificada.
La educación en la actualidad se centra en la adquisición de esas técnicas y deja de lado la curiosidad, la investigación y el descubrimiento. Los estudiantes acumulan la información que se les da y no se les enseña a pensar, a reflexionar o razonar.
«La filosofía es una práctica que nos ayuda a pensar mejor, a razonar las cosas, a tomar buenas decisiones basadas en la razón y en la ética. Todo ello es aplicable a la vida cotidiana»
-La última reforma educativa elimina la obligatoriedad de dos de las tres asignaturas de filosofía en secundaria y bachillerato. ¿Qué consecuencias tendrá esto en un futuro?
-Sin duda conducirá a un empobrecimiento humano. Vamos a dejar de pensar, de evolucionar y nos vamos a quedar en una educación más dirigida a la obstrucción que a la formación de ciudadanos. El actual sistema educativo prioriza, por ejemplo, las competencias básicas de ciencia y tecnología, pero luego no aporta una reflexión crítica y responsable sobre los riesgos e implicaciones que ambas cuestiones tienen en nuestra vida, en nuestro entorno, en los animales o en la naturaleza; cuando es precisamente la naturaleza la que nos ofrece estrategias de innovación colaborativa, como alternativa para subsistir.
-¿Cómo surge la idea de la Asociación de Filosofía para Niños del Principado?
-Esta iniciativa surge en Estados Unidos a finales de los años sesenta. Posteriormente su iniciador, el profesor Lipman, viene a España a participar en un seminario y es cuando varios profesores se sienten atraídos por su propuesta y deciden impulsarla: aplicar la filosofía a la vida cotidiana.
Aquello les enganchó y en el 92 se funda en Madrid el Centro de Filosofía para Niños. A partir de ahí empiezan a surgir distintos centros en distintas comunidades autónomas. En Asturias nace en 1998 y si bien al principio se centra más en la formación de profesores, en aprender a utilizar el método para luego aplicarlo en sus clases, a partir de 2008 empezamos con proyectos socioeducativos, a pedir subvenciones y a trabajar en los colegios.
«El sistema educativo no ha evolucionado desde el siglo XIX. Los estudiantes acumulan la información que se les da y no se les enseña a pensar, a reflexionar o razonar»
-Esta asociación colabora con instituciones relacionadas con la enseñanza, tanto públicas como privadas. ¿Cómo es esa colaboración?
-Las entidades públicas nos contratan para hacer talleres puntuales en bibliotecas, asociaciones, centros culturales… pero sobre todo nos centramos en hacer proyectos -actividades extracurriculares- para distintos contextos educativos. Son sesiones de una hora a la semana, durante tres meses y en horario escolar. Un trimestre podemos abordar los Derechos de los Niños, otro organizar un seminario de Lógica y Lectura reflexiva que en un colegio puede hacerse en la hora de lengua, por ejemplo.
-¿A qué edad empiezan a trabajar con los niños?
-Desde tercero hasta sexto de primaria, a través de juegos, contenidos audiovisuales, imágenes, arte; con adolescentes entre quince y diecisiete años y también con adultos a través de los programas ‘Ocio Juvenil de Oviedo» o «La Noche es Tuya’, iniciativas de ocio gratuitas para jóvenes entre 18 y 35 años que se realizan durante las noches de los fines de semana en polideportivos y centros sociales.
-¿Se notan resultados a largo plazo?
-Sí, tanto en niños como en adultos. Los más pequeños son los que más demandan que se les escuche, quieren dar su opinión, aprender a razonar, a argumentar. Quieren tratar temas que les interesan, que consideran importantes para su vida diaria, cuestiones que no necesariamente entran en los contenidos del programa curricular. Están encantados con estas clases, así como sus profesores, jefes de estudio y directivos de los colegios.
-Utilizan el diálogo y el debate en un momento donde prácticamente no se debaten ideas, sino que se pelea por tener la razón.
-No se trata de llevar la razón o imponer por la fuerza mis planteamientos, sino ‘convénceme pero con buenas razones’. Los alumnos no tienen por qué creer lo que les diga el profesor, el ciudadano no tiene que creer lo que le diga el político o cualquier otra autoridad, debe ser él mismo quien llegue a esas conclusiones, lo discuta o pueda verlo de otra manera.
«El diálogo socrático ayuda a estimular a los alumnos a pensar por sí mismos y a que no se acomoden a creer lo que oyen, sino buscar alguna base racional para creer»
-En cierta forma, ¿el ser humano es lo que la educación hace de él?
-Sí, sin duda.
-Por tanto si se corrige la educación -tal y como está diseñada- y se enseña a pensar, algo despertará dentro de las personas…
-Claro, ese algo despierta porque en el fondo está ahí y no es que lo hayamos olvidado, es que el sistema educativo y el mundo en el que estamos inmersos en cierta forma lo prohíben.
-Cada vez estamos más informados pero ¿hasta qué punto tanta información nos confunde? ¿Cómo hacer una lectura crítica de lo que ocurre?
-Nosotros usamos como método la filosofía y el diálogo socrático. Sobre todo este último es el que ayuda a estimular a los alumnos a pensar por sí mismos y a que no se acomoden a creer lo que oyen, sino buscar alguna base racional para creer.
-¿Empezar por los más pequeños y abrirles puertas de su mente es hacer una apuesta de futuro?
-Sí. Nosotros hacemos encuestas antes y después y hemos observado cambios. Ellos necesitan participar y para ello es indispensable crear un ambiente de confianza, de seguridad donde puedan compartir sus pensamientos y opiniones. Así se crea un grupo, una comunidad de investigación. Se sustituye la competitividad por el esfuerzo conjunto, por trabajo de manera colaborativa.