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domingo 24, noviembre 2024

Ana Vega. Escritora. ‘No podemos cambiar una situación, pero sí el modo de afrontarla’

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Su último libro publicado, Resiliencia, profundiza en las actitudes humanas y trata de desenmascarar aquéllas que más daño hacen. Se trata de una recopilación de artículos publicados en su día en Les Noticies, que buscan tejer claves para, al menos, entender mejor las contradicciones del mundo en que vivimos.
Desde una visión acerada y necesariamente cruda de la realidad actual, Ana Vega aborda distintas facetas que desembocan todas en un mismo concepto: Resiliencia, como clave para sobrevivir, o mejor vivir en un mundo que la mayoría de las veces es hostil. «Se nos educa como sujetos débiles», dice. En nuestra mano está fortalecernos para afrontar la vida y aprender a sobreponernos al dolor emocional.

-¿Por qué Resiliencia?
-La palabra «resiliencia» engloba una serie de habilidades y capacidades que me resultan muy interesantes y necesarias para la supervivencia, cómo gestionar y sobrevivir al dolor, a la pérdida, la adversidad y no sólo sobrevivir sino obtener una mayor fortaleza con una gestión más hábil y necesaria de todo ello.
-La adversidad, la frustración, el dolor…son palabras que parecen alejadas del vocabulario cotidiano. ¿La mala gestión de esas emociones está en el origen de muchos problemas actuales?
-Me gustan las palabras, su capacidad para definir y definirnos, cómo podemos fijar nuestra atención sobre un concepto o realidad a través de ellas o silenciarlo (clase obrera, mujer…) Evidentemente en muchas ocasiones la mala gestión emocional está detrás de la superficie de muchos malentendidos y dolor incluso, pero no podemos engañarnos respecto a algo muy básico: no podemos confundir depresión con hambre. La situación actual – la miseria, la crisis de valores, la pobreza, la absoluta pérdida de derechos laborales, la esclavitud, conformismo, sumisión, el triunfo del poder y el capitalismo sobre el pueblo- no obedece a una falta de capacidad humana por resolver problema o conflicto alguno, sino una realidad buscada de antemano y provocada para lograr el bienestar de unos pocos sobre la miseria y el hambre de otros y otras muchas. Es la historia de la humanidad. Poco o nada tiene que hacer ahí la «resiliencia» y el ser humano, que prácticamente ha sido abatido por completo.

«Creo que la resiliencia es algo innato pero que también se puede aprender y perfeccionar»

-¿La resiliencia se aprende o es una capacidad innata? ¿Viene con la persona?
-Creo que ambas. A lo largo de mi vida he conocido personas con unas opciones vitales muy afortunadas, podríamos decir, y sin embargo con escasa o nula capacidad para sobreponerse a la vida misma; y otras con situaciones o circunstancias completamente desfavorables y cuyo ímpetu les inyectaba siempre un impulso de supervivencia certero y eficaz. Creo que es algo innato pero que también se puede aprender y perfeccionar, no podemos cambiar una situación pero sí el modo de enfrentarnos a ella, de afrontarla.
-Y si se puede uno educar en ello ¿qué cambiaría si desde pequeños nos enseñasen a asimilar que no siempre todo es agradable, placentero o gratificante? ¿Viviríamos en un mundo diferente?
-Nos educan tanto en la infancia como en la juventud en una especie de paraíso irreal que más tarde, evidentemente, nos defrauda. Se protege a los niños y niñas de todo dolor, de la muerte, de lo que implica la vida, y en la adolescencia se sigue educando con esta falta de rigor hacia la verdad. Cuando llegamos a la edad adulta el golpe es inevitable. Debemos educar en la verdad, pero aún así nos estaríamos enfrentando de un modo constante a una sociedad que nos sigue educando en la mentira, la hipocresía, en un mundo irreal o «sociedad del espectáculo» que obedece a unas normas mercantiles y de capital que poco o nada tienen que ver con el desarrollo de la persona sino más bien con su sumisión. Nos convertimos en objetos de consumo obedientes y silenciosos. Se nos educa en el miedo, pero sin ofrecernos las excepcionales pautas de aprendizaje que el propio miedo implica, se nos educa en el temer, no en afrontar o aprovechar nuestro propio miedo como recurso. Se nos educa como sujetos débiles, algo en lo que irremediablemente nos convertimos a modo de profecía muy bien orquestada por la conveniencia social.

«Nos educan tanto en la infancia como en la juventud en una especie de paraíso irreal que más tarde, evidentemente, nos defrauda. Cuando llegamos a la edad adulta el golpe es inevitable»

-Uno de los temas es inevitablemente la violencia contra la mujer. ¿Cómo se explica que, al menos en el mundo occidental, aún no se hayan logrado avances más notables?
-La violencia es un tema muy complejo y más en el caso de la mujer, algo que obedece también a un criterio de silencio históricamente aplicado sobre el cuerpo, voz e identidad de todas nosotras. Mientras se nos siga considerando objetos, nuestra muerte será algo que se convierta en carne de medios de comunicación pero no de realidad urgente. Apenas se habla del horror que viven las mujeres de otros países, de la devastación del cuerpo, de su condición de objeto de guerra, de mutilación, de violencia extrema… Pero apenas se habla tampoco de la pirámide de violencia que la mujer occidental vive cada día. Bajo cada muerte se esconde en el subsuelo toda esa pirámide invertida de pequeños gestos, actos, de violencia contra la mujer y su libertad. No tengo la respuesta, sólo la actitud o acción, no permitir violencia en grado alguno sobre nuestros cuerpos, discurso, voces, actos, imagen, decisiones… Pese a que significarse implique siempre una mayor violencia contra quien se defiende. No educar a las niñas como víctimas, jamás, que invadan y tomen las calles y se adueñen de sus cuerpos y vidas y ejerzan sobre ellos una libertad absoluta.

«¿Qué ocurriría si nos encontrásemos ante una publicidad, libros, cuentos, donde los personajes femeninos sean fuertes, disfruten de vida propia y no deban esperar a ser besadas por príncipe alguno para obtener nombre e identidad?»

-¿Cuánta culpa tienen los medios de comunicación y la publicidad, en la concepción de las mujeres hoy en día como objetos? ¿Y cuánta los organismos encargados de promover leyes y campañas para ir haciendo girar a la sociedad?
-Esta pregunta se respondería con otra pregunta: ¿cuántas profesionales mujeres son consultadas a la hora de elaborar estudios, artículos, reportajes? ¿Cuántas mujeres profesionales aparecen en los medios y cuántas ocupan altos cargos? Sigue siendo un número demasiado bajo o inexistente. Si echamos un vistazo a la imagen de las mujeres tanto en publicidad como en otros medios nos damos cuenta de que la mujer sigue convertida en recipiente del deseo del hombre, en sujeto sumiso, débil. ¿Qué ocurriría si nos encontrásemos ante una imagen distinta, una publicidad, libros, cuentos, donde los personajes femeninos sean fuertes, disfruten de vida propia y no deban esperar a ser besadas por príncipe alguno para obtener nombre e identidad? Una imagen en la que en las entrevistas y estudios veamos la opinión de mujeres profesionales en las que se ensalza con seriedad su trayectoria profesional. Evidentemente cambiaría la percepción sobre la mujer y también su imagen.
-La muy nombrada liberación de la mujer ¿en qué momento se encuentra? ¿Considera que incluso los países teóricamente más avanzados, aún tienen mordazas que coartan el pleno desarrollo de la mujer?
-En mi caso, soy bastante pesimista, y siento decirlo así. Me baso en lo que veo y compruebo cada día como mujer. Comenzamos a existir, avanzamos, tejemos red, pero a la hora de la verdad nos siguen violando, asesinando y cada día en cada situación cotidiana la mujer ha de ver y padecer algún tipo de conducta machista más o menos soterrada. Seguimos siendo las cuidadoras, las que cargan con el peso familiar, personal y ahora también laboral sin encontrar las pautas para gestionar toda esa carga. La mordaza es evidente ahora mismo tanto para hombre como mujer; más bien para «clase» diría, porque al final hablamos de la lucha del poder, la lucha de clases y también la aniquilación de la minoría no necesaria como objeto o producto de consumo. ¿Cómo afrontar todo esto? Con conciencia, actos, actitud cotidiana. Poco o nada podemos hacer por las grandes causas de la humanidad si no comenzamos por nuestras propias vidas y entorno.

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