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domingo 24, noviembre 2024

Turismo sostenible y proporcionado

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Según los balances que se han ido haciendo públicos en las últimas semanas, las cifras de visitantes, ocupación hotelera y pernoctaciones apuntan a un verano histórico para el turismo en nuestra Comunidad y a la superación, en este aspecto, de la crisis vivida en los últimos años, al calor de la contracción del consumo por los efectos de la crisis. Es una noticia excelente de la que colectivamente podemos sentirnos satisfechos, porque del atractivo de Asturias como destino no sólo se ocupan las administraciones en su actividad de promoción y de regulación (para asegurar la calidad del producto turístico y la adecuada ordenación de la actividad) y los empresarios y profesionales que se dedican a este sector, sino también los medios de comunicación en su actividad divulgativa, el conjunto de la Comunidad al preservar los atractivos de esta tierra (paisaje, patrimonio cultural, etc.) y todos y cada uno al pregonar sus excelencias, que eso también cuenta.
Ahora que las cosas van bien en este ámbito, es tiempo para ofrecer nuevas oportunidades a las personas que en el periodo previo vieron sus expectativas frustradas como pequeños empresarios y autónomos, y que quieran volver a intentarlo con el conocimiento adquirido del mercado. Pienso especialmente en aquellos que empeñaron sus ahorros (y su crédito como prestatarios, en muchas ocasiones) y a los que la crisis se llevó por delante, no porque no supieran hacer las cosas bien sino por la combinación extrema de factores financieros y disminución de la demanda. Algunos casos que podemos conocer en nuestro entorno más o menos cercano dan buena muestra.
También es momento para, de cara al futuro, no incurrir en determinados errores comunes cuando se produce un atisbo de prosperidad. El hecho de que un cierto número de familias se haya dado más alegrías este verano que en años precedentes ofrece una falsa imagen de bonanza, cuando el 40,6% de los españoles no se puede permitirse unas vacaciones fuera de su casa de una semana al año (según la encuesta de Condiciones de Vida del INE, publicada en mayo de 2016). No olvidemos que, habiendo situado el disfrute del tiempo libre como una prioridad insustituible en nuestra escala de valores, mucha gente hace lo posible, reordenando gastos, para reservar una parte al respiro que significan unas vacaciones. En modo alguno estamos ante el final de la crisis social que ha venido para quedarse mientras los salarios no experimenten una mejoría sustancial y haya empleo suficiente (y no sólo el subempleo rampante).

Que hace treinta años soñásemos en Asturias con la diversificación económica, en la que el turismo representaría un papel importante, y que a día de hoy esto se haya conseguido es un éxito que debe mucho, a quienes empezaron la apuesta, luchando contra todo pronóstico.

Tampoco debemos otorgar al turismo y la hostelería un papel más relevante del debido en la actividad productiva, situándolo como tabla de salvación de nuestros descalabros. De lo contrario, en cuanto otros destinos turísticos ahora en crisis (por razones de seguridad, principalmente) experimenten una mejoría, o cuando un nuevo vaivén de la economía haga que la demanda se resienta, el efecto negativo no se limitará sólo al sector sino que tendrá una amplitud muy superior. Que hace treinta años soñásemos en Asturias con la diversificación económica, en la que el turismo representaría un papel importante en ese proceso, y que a día de hoy esto se haya conseguido es un éxito que debe mucho, además, a quienes empezaron la apuesta, luchando contra todo pronóstico (desde La Rectoral de Taramundi a la vocación de apertura al visitante del Parque Natural de Somiedo). Ahora, no debemos perder de vista que ni el medio rural se preservará sólo con casas de aldea (el sector primario y la industria agroalimentaria son capitales) ni podemos cambiar nuestra tradición industrial por museos que la recreen (con ser éstos importantes para conocer nuestra historia).
A su vez, convendría evitar los cantos de sirena que vendrán con el éxito del sector turístico. La sobreexplotación de los atractivos naturales y monumentales es un riesgo cierto que no debemos permitir, para no perder nuestras señas de identidad comunitarias ni cambiarlas por un parque temático y para no degradar sus valores medioambientales y culturales. En determinados casos harán falta medidas ponderadamente restrictivas, que no todos entenderán pero que, en los ejemplos conocidos, se han demostrado acertadas (desde las visitas limitadas a la Reserva Natural Integral de Muniellos al Plan de Transporte a los Lagos de Covadonga). Tampoco faltarán quienes, con el incremento del número de visitas, pretendan reverdecer iniciativas urbanísticas que, singularmente en la costa, apuesten por la edificación sin tasa. Aunque este peligro es menor, dada la prolongación de los efectos del batacazo de la crisis inmobiliaria, a medio plazo esta tendencia puede resurgir con fuerza y habrá que estar preparados para resistir esta corriente y conservar el litoral, evitando los desmanes que se pueden ver en otros puntos de la geografía (también la cantábrica, vistos los modelos de Laredo o Castro Urdiales).
Pero tenemos razones para estar contentos al cerrar este verano de éxito.

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