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domingo 24, noviembre 2024

‘Enganchados’ al móvil

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Los móviles actuales nos permiten hacer un montón de gestiones, tantas que al final apenas los utilizamos para recibir y enviar llamadas. Ver vídeos, hacer fotos, escuchar música, jugar o navegar por internet son cosas impensables hace años que hoy tenemos al alcance de la mano. Pero en ocasiones deja de ser una herramienta y pasamos a depender de este pequeño dispositivo. Asturias es la segunda comunidad con más adictos al móvil.


Bien utilizado, es una herramienta muy útil de comunicación pero el problema es que para muchos casi se ha convertido en una extensión de su propio cuerpo: la mano ya no termina en los dedos sino en el teclado del teléfono que se maneja a toda velocidad. Los oídos se prolongan hasta los audífonos, la boca continúa hasta el micrófono y la mirada está totalmente dirigida al mundo virtual. La imagen de gente por la calle que no habla y tiene la vista puesta en el móvil que lleva en la mano, es algo habitual.

Uso desmedido, adicción
Hace poco conocíamos a través de los medios de comunicación el caso de un adolescente asturiano de trece años al que sus padres retiraron como castigo, el móvil durante tres días y cuando volvieron a encenderlo se encontraron con catorce mil mensajes de Whatsapp. Podríamos decir que eso es una barbaridad y que ese no es nuestro caso. ¿Cuándo hay que empezar a preocuparse? La psicóloga Marisol Delgado Artime, asegura que hay conductas perfectamente observables que denotan un ‘enganche’ importante: «Quien consulta su móvil cada cinco minutos para ver si tiene alguna llamada perdida o Whatsapp, aunque vaya por la calle o esté conduciendo. El que se da cuenta de que ha salido sin el móvil y da la vuelta aunque le suponga llegar tarde a trabajar. El que pierde diariamente horas de sueño por estar retuiteando, comentando en Facebook o colgando fotos en Instagram. El que gasta lo que no tiene en adquirir las novedades tecnológicas que van saliendo en el mercado o deja de salir con sus amigos, estar con su familia o practicar su afición favorita por estar conectado». Todo esto son alertas.

Por lo general quien está enganchado no piensa que eso sea un problema porque no hace daño a nadie.

Un estudio realizado por el comparador on line Rastreator señala que un 24,4% de asturianos se consideran adictos al móvil, la segunda tasa más elevada después del País Vasco con un 28%. Un 31,1% de los encuestados dice que no podría estar más de un día sin móvil y un 1,56% asegura que como máximo pueden pasar cinco horas sin utilizar el teléfono. ¿Son datos preocupantes? «Probablemente estas cifras sean superiores porque no todo el mundo que tiene dependencia lo reconoce y tampoco hay una referencia sobre lo que es normal o no», señala Delgado. «Estas cifras son preocupantes en la medida en que estas personas para las que el uso de las nuevas tecnologías sería al comienzo, algo inofensivo, puede acabar desarrollando un hábito que no son capaces de controlar y que acaba interfiriendo de manera considerable en sus vidas: pérdida del puesto de trabajo, conflictos de pareja, conductas negligentes en el cuidado de los hijos, dificultades académicas, accidentes».

Desconexión del mundo real
Es normal encontrarse con personas sentadas juntas en una cafetería, por ejemplo, y cada una estar más pendiente de su móvil que de hablar o interactuar de alguna manera con la que tiene al lado. Parece que las relaciones personales han quedado en un segundo plano y han cobrado protagonismo las que se mantienen en las redes sociales, vínculos más superficiales e impulsivos que en muchos casos generan ansiedad y dependencia. El uso de redes sociales según algunos expertos, libera neurotransmisores asociados con el placer cerebral, como la dopamina. El problema está cuando el cerebro se acostumbra a esa sensación de bienestar y pone en marcha una y otra vez el circuito para volver a repetir ese placer y eso interfiere con las actividades de la vida diaria que se dejan a un lado. «La adicción a las nuevas tecnologías, el mal uso de las mismas, genera trastornos de conducta: ansiedad creciente, angustia, irritabilidad, dependencia psicológica, dificultad para controlar los impulsos, depresión, pensamientos obsesivos, pérdida de concentración, problemas de sueño, nomofobia (pánico a quedarse sin conexión) y deterioro de las habilidades sociales. A ello hay que añadir la ocultación de la magnitud de los efectos que se producen y que hacen que la persona no ponga en marcha estrategias para atajar el problema», comenta Delgado Artime. Por lo general quien está enganchado no piensa que eso sea un problema porque no hace daño a nadie.

Los jóvenes, los más vulnerables
Son muchas las personas cuyo foco de vida social se desarrolla a través del móvil pero es entre la población adolescente donde más ha saltado la alarma. Es una generación que ha nacido con un ordenador en la mano, están acostumbrados a utilizar la tecnología desde pequeños y han normalizado su uso, pero eso no quiere decir que sepan hacer un uso responsable de esta herramienta. ¿Son los jóvenes más vulnerables? «Los estudios así lo indican y eso es por varias razones», explica la psicóloga. «Por las características de esa etapa evolutiva adolescente con todos los cambios físicos y psicológicos que supone, la dificultad para controlar los impulsos o para hacer frente a la frustración de no tener lo que quieren en el momento que quieren; porque las nuevas tecnologías les aportan muchas veces la seguridad que no les dan otras actividades; porque algunas de esas tecnologías, como las redes sociales, les dan la oportunidad de mostrarse, no como son, sino como les gustaría ser. Y también, porque nuestros adolescentes se han tenido que enfrentar solos y sin pautas a las nuevas tecnologías porque a los adultos nos ha pillado la revolución tecnológica bastante perdidos. Eso hace por ejemplo, que se nos ocurra dar un móvil como regalo de Comunión a un niño cuando a esa edad ni lo necesita ni lo va a utilizar de manera adecuada».

Son muchas las personas cuyo foco de vida social se desarrolla a través del móvil pero es entre la población adolescente donde más ha saltado la alarma.

El escenario no está completo si no hablamos de la permisividad de los padres. En la memoria que acaba de presentar la ONG Proyecto Hombre de su programa Reciella (dirigido a jóvenes de entre catorce y veinte años) indica que de los 57 menores que atendieron en Oviedo el pasado año, muchos tenían adicción a las redes sociales y todos los casos tenían en algo en común: «la permisividad más absoluta por parte de los adultos». Los psicólogos coinciden en señalar que son los padres quienes tienen que establecer unas normas que regulen el uso del móvil en casa porque son muy pocos los jóvenes que tienen capacidad de autorregularse. También deben inculcarles un código ético y social para moverse por la vida y también para que aprendan un uso correcto de las redes sociales. «No se trata de demonizar el uso de nuevas tecnologías, no hay que olvidar que suponen una importante herramienta social, comunicativa… que seguirá instalándose de manera imparable en nuestras vidas lo queramos o no», comenta Delgado Artime. «Se trata sencillamente, de aprender a usarlas sin que dañen ni desorganicen nuestras vidas».
Se pone el acento en los jóvenes porque se están formando y son más propensos a asumir ciertos comportamientos de riesgo pero los adultos no están a salvo. Son muchos los jóvenes que reconocen que sus padres están ‘enganchados’. La cosa es… ¿quién se lo dice a ellos?

Receta para padresPor Marisol Delgado Artime. Psicóloga.
Enganchados al móvil
1- Es poco recomendable que tengan un ordenador o una videoconsola en la habitación porque, de este modo, es más difícil que los padres y madres puedan controlar su uso. Mejor colocarlos en un espacio común de la casa.

2- Es importante pactar tiempo y días de juego y de navegación por Internet, siempre desde el diálogo y el sentido común. Es mejor una hora al día que cuatro en un solo día.

3- No es aconsejable que naveguen a su aire ni que jueguen a lo que quieran. Se deben supervisar los contenidos. Resultaría útil utilizar programas que bloqueen el acceso a determinadas webs.

4- Es importante que los padres compartan tiempo de ocio con sus hijos y que ese tiempo incluya también jugar a la videoconsola o navegar por Internet. Siempre resulta positivo dialogar, comentar y criticar de forma constructiva los contenidos de los videojuegos y de las páginas webs que visitan. Jugar con ellos es una buena manera de participar en una actividad que les motiva y ayuda a los progenitores a compartir emociones y a conocerles mejor.

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