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domingo 24, noviembre 2024

El valor de la artesanía. Masha Fiorella Casassa. Artesana vidriera.

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Vino a una feria y se enamoró de Asturias. Gracias al Centro de Empresas del Caudal, en Mieres, pudo montar su empresa. Masha Fiorella, nacida en Perú, se ha hecho conocida gracias a su trabajo con vidrio, pero ahora busca dar un giro a su carrera, centrándose más en la faceta escultórica. Además reivindica el valor de la artesanía y la importancia de la formación, que combina con su trabajo para la fundación FASAD, con personas con discapacidad.

-Su trabajo con vidrio es lo más conocido. ¿Qué camino sigue su obra actualmente?
-Mi trabajo más conocido son las botellas, que tuvieron mucho éxito en Asturias. Estuve haciéndolas durante cuatro años por exigencias del mercado, y porque es un producto muy asturiano. Sin embargo, en mi caso llegó un momento en el que dije: basta, yo soy escultora y quiero desarrollar mi verdadero trabajo. Las botellas son lindas, pero poco creativas, y a la vez que me daban el sustento también suponían cierta frustración. Me encantaría tener el mismo éxito con mis esculturas, precisamente estoy trabajando muchísimo para ver si CajAstur me apoya y puedo sacar una exposición. Ahora voy a ir a Cataluña unos meses para formarme, pero Asturias está en mí, la siento como mi casa y aquí es donde tengo mi taller. Es mi punto de referencia y a donde siempre vuelvo. Éste es el primer lugar que me apoyó y aquí es donde quiero hacer mi primera exposición importante.
-¿Existe en Cataluña un mejor nivel de formación?
-Allí hay una gran corriente de diseño, por eso siempre me acerco a esa comunidad, trato de ir a todos los simposios y encuentros de vidrieros, para renovarme. La creatividad se adormece si haces cosas repetitivas, y la culpa de eso la tenemos nosotros, por la falta de coraje de decir “voy a hacer lo que yo quiera, no lo que el público espera que yo haga”. Yo hago cualquier cosa por mantener a mi familia, pero también soy muy seria en cuanto a mi trabajo plástico, porque es lo que siento y es mi desarrollo como artista. Así que a veces hay que renunciar a determinadas cosas, aunque te sigan dando de comer, porque si no te agotas.
-La formación es otro punto muy importante en su labor.
-Es que una cosa que me parece increíble es cuando leo en prensa historias de gente que se hizo artesana de una determinada manera: gente que tuvo una lesión, o que se quedó en el paro e hizo un curso de grabado, y ya lo consideraron una opción de vida. A mí eso me da vergüenza, están tirando a todo el gremio por el piso. Si te encontraste en un taller, bien, pero es porque desarrollaste algo y llegaste a eso; véndete un poco, y no digas que los artesanos somos los que no hemos llegado a nada. Ni somos unos pirados ni esto es el mercado de los hippies, ésa es la imagen que han dado. Yo hablo tres idiomas, controlo de ordenador… me estoy formando constantemente, para marcar esa diferencia.

“La artesanía tiene que pasar por la excelencia, por el diseño, por el desarrollo”

-¿Cómo es su colaboración con la Fundación FASAD?
-Trabajo con discapacitados mentales en FASAD, en el centro de La Arboleya. Ahí hice un taller de diseño muy interesante, sacando a los niños del típico dibujito de la casita y el sol, en el que desgraciadamente los encasillan. Liberarlos de ese esquema y llevarlos al mundo del color y el diseño es extraordinario, una experiencia enriquecedora. Quiero seguir en esa línea, aunque hay obstáculos que considero que vienen porque no se conoce del todo mi trabajo.
-A todo el mundo le gusta la artesanía, pero muchos opinan que es demasiado cara…
-Se ha perdido el valor real del diseño, de lo hecho a mano. Una pieza que tú compres en un artesano es tuya, no es un collar de “los chinos”. También la culpa la tenemos los artesanos, porque a veces hacemos baratijas para vender; lo hacemos por la supervivencia, porque hay que pagar las facturas. La artesanía tiene que pasar por la excelencia, por el diseño, por el desarrollo.
-¿Está el papel de los artesanos suficientemente valorado?
-Al artesano no se le da el lugar que le corresponde. Piensa en el patrimonio escultórico que tenemos aquí: vidrieras, iglesias… Los restauradores de todo eso somos nosotros, y también formamos parte de ese patrimonio social y turístico, porque al fin y al cabo estos son oficios antiguos, que están desapareciendo, y a los que no se les está dando el debido empuje.
Cuando voy a una feria, muchas veces me ponen entre el quesero y el panadero: me parece una falta de respeto y de sensibilidad, porque el del pan va a vender todo el día y me va a tapar a mí. Siempre vamos de adorno, y los que venden son los de alimentación. Por eso aquí yo tengo una política muy clara: no voy a ferias donde tenga que pagar, porque considero que me tendrían que pagar a mí. Además, yo estoy trabajando en mi puesto, me gusta que la gente vea cómo hago mi oficio, y eso tiene un valor añadido. Si tú no te das tu sitio, nadie te lo va a dar.

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