Los ocho detenidos en la ‘operación pértiga’, en libertad profesional, escribe Idoya Rey en El Comercio. Inmediatamente me pasa un correo Elena Fernández, destacando que es ésa la aspiración de cualquier trabajador, y más entre los sufridores y sufridoras de los medios de información. Pero no, mi gozo en un pozo, LNE solamente hablaba de libertad provisional.
O libertad condicional, me sugiere el que ve muchas películas yanquis, que cuando va a los juzgados nacionales pide la Biblia para jurar eso de «toda la verdad y nada más que la verdad»; suena bien, pero es más falso que un jamón ibérico del Sudán, porque luego «no les consta» nada. Por eso temen enloquecer los juzgadores, comidos por los papeles que genera tanto personaje empapelado; sin embargo ahora, que los quieren suprimir para dejar los legajos en formato virtual, los sistemas informáticos judiciales tienen incompatibilidades con los que usamos el resto de humanos. Así andan, vean al pobre Horrach (Elena, again. Gracias), el acusador de Cristina, Urdangarín y Cía, con un carro de imputaciones; espero que por la publicación de esta foto no le denuncien por apropiación indebida; realmente demuestra la penuria de la Justicia, recurrir a un carro del Mercadona de Palma, ¡como los «sintecho» de la calle Sant Jaume!
Cuando estas líneas están siendo revisadas para entrar en imprenta llega un homenaje inmerecido, que nos tributa Antonio Rico en su columna de La Nueva España; con el título «El que tiene voca se equiboca» comenta con su gracia habitual las salidas de tono, -habituales asimismo-, del redactor de ABC Hermann Tertsch, con cuyo solo nombre uno ya se pone en guardia. Este señor, de modos germánicos años treinta, se molesta porque han hecho público que Telemadrid, tacita a tacita, le ha pagado un milloncillo de euros, escasa cantidad para sus innúmeros méritos, entre los cuales figura el de la adivinación: entregó una crónica explicando el fracaso de una huelga de los profesionales de la televisión antes de que empezara la jornada laboral. En fin, debilidades de estos seres frágiles que somos los homínidos; ya lo afirmaba en entrevista para Antena 3 TV nuestro querido presidente en disfunciones, «Somos sentimientos y tenemos seres humanos».
De esta profunda afirmación sacaría mucho partido mi amigo Fernando Montes Pazos, que sabe mucho de Filosofía. Y de cine, y de música y de literatura; tengo la suerte de poder estar en León, en la Biblioteca de Santa Nonia, en la presentación de su libro Eros versus Caronte, una obra donde se observa que es un tipo serio, es decir, que tiene sentido del humor. Por correo le hago llegar unas líneas que he escrito sobre la santa que da nombre a la calle con más metros de cultura de la ciudad -un teatro, el Instituto Leonés, la Biblioteca y el Conservatorio en la misma acera-; me gusta explorar en las leyendas locales, cuando intento saber quién era esta buena mujer me encuentro un escrito de Ángel del Pozo en El Norte de Castilla en 2009, en el que asegura que era la madre de San Marcelo. ¡Menudo lío!, si resulta que Nonia y Marcelo tuvieron doce hijos (uno de ellos, por cierto, de nombre Lupercio; saludos desde aquí a un su tocayo, que me estará escuchando). Peor que lo de las hijas de Lot, espero que no le hayan quemado por hereje.
Quién sabe dónde están los buenos y los malos, en este mundo tan revuelto en que nada es lo que parece, en que todos los sinvergüenzas que atentan contra las libertades o contra el erario recitan de corrido «tengo la conciencia tranquila». Nadie conoce a esa buena señora llamada Ética, que debería ser asignatura prioritaria en la escuela. Sin embargo el hijo de Alejandro, apenas iniciada la escolarización, sorprendió a la familia de manera contundente: «¡Mamá, yo no quiero ser bueno!» «Pero, ¿qué dices?, ¡este chaval, qué cosas trae del colegio!» «No, porque en clase tienen a un señor que se llama Jesús clavado con chinchetas, y dice la maestra que lo mataron porque era bueno, ¡Yo no quiero ser bueno!»