Este artículo está dedicado al recuerdo de Folki, el gato que leía a Feijoo.
Suele suceder. Fue una de las figuras relevantes de la Ciencia del siglo XVII, la centuria que quiso despegarnos de la superstición y acercarnos a la Ciencia. Desde muy joven enseñó números a la nobleza, participó en el importante Congreso de París de 1798 en el que se unificó el Sistema de pesas y medidas entre los países que avanzaban hacia la industrialización. Se opuso a la invasión francesa y se negó a colaborar con José Bonaparte; formó parte de los que trabajaron en Cádiz por una Constitución modernizada. Trabajó el entonces naciente cálculo infinitesimal; planteó y resolvió sesudos problemas matemáticos. Sin embargo, el bueno de Don Agustín de Pedrayes (Lastres, 1744-Madrid, 1815) no creó escuela. Así nos va.
Las matemáticas suelen atragantarse a la gente, empezando en la época de estudiantes, sin que se sepa muy bien por qué. Quizá por el desconocimiento tradicional, a pesar de que es la ciencia que más ayuda a nuestra rutina diaria. Cuando la tele nos dice la climatología que tendremos no hace adivinación, no miran los responsables una bola de cristal, sino el ordenador, una serie de ecuaciones que definen la probabilidad. Y cada día aciertan más.
Tradicionalmente, se hacían las predicciones observando el comportamiento de los animales; sus sistemas nerviosos les permiten detectar antes que nosotros los cambios atmosféricos. Aunque luego los magos quisieron predecir no solamente la posibilidad de lluvia, sino el destino de los humanos y aquello fue el acabose. Adivinadores, supersticiones, fabricantes de amuletos y pócimas mágicas hicieron su agosto a costa de la debilidad de la bípeda especie, de la credulidad, de nuestros miedos.
En el siglo XVII español tuvo que ser un religioso quien empezara a desterrar tales métodos, diciendo que la Ciencia era otra cosa. Don Benito Feijoo, lector incansable, no llegó a desprenderse del deísmo, pero sentó las bases para que otros fueran avanzando por un análisis científico de los hechos naturales. En el artículo “Astrología y almanaques” se ríe de la costumbre de predecir vidas por la posición de las estrellas; comenta que cuando se hunde un barco y muere todo su pasaje, ¿se debe a que los astros pusieron en esa nave y en ese mismo día todos los predestinados a morir?
Muchos de sus conmilitones de religión parece que no lo han leído, porque a día de hoy todavía argumentan contra los avances científicos. En el mismo momento que los políticos se preocupan de la demografía astur, que hacen enjundiosos planes de rejuvenecimiento de la población, un obispo de Levante dice que hay que tener cuidado con los refugiados (familias jóvenes, con interés en ganarse la vida) no vayan a infiltrarse terroristas. O peor aún, un eclesiástico astur dice que “la fecundación in vitro atenta contra la dignidad de las personas”.
Seguramente no será esa la opinión de centenares de matrimonios que buscan, por ese método, conseguir descendencia de su sangre. Sin embargo, Don Alfonso López es profesor de Moral del Instituto de estudios teológicos de Oviedo, o sea que se conoce bien su normativa; desde la perspectiva católica tiene un punto de razón el clérigo: para obtener las células masculinas precisa el varón cometer pecado.
¡No pasa el tiempo! Los autores renacentistas empeñados en sacar a la Humanidad de las supercherías no podrían creerse que aún nos veamos así. En Lastres, una parte de la ciudadanía capitaneada por Eutimio, el del restaurante, quiere hacer una estatua a Pedrayes; me parece loable, aunque no me gusta mucho eso del culto a la personalidad; casi preferiría que invirtiesen los dineros en una Cátedra de Matemáticas, bien dotada, que anime la investigación en una materia potente para la Universidad de Oviedo.
De tal manera no transcurren los años que en la Copistería GDT en la Avda. de Portugal de Palma de Mallorca, casi junto al cruce con Vía Roma, han decidido no preocuparse de cambiar los números y siguen anunciando, como se ve en la foto, la excelencia de sus calendarios de 2012. Tan buenos, tan buenos, que pueden seguir usándose seis años después. Ríase usted de la obsolescencia programada.
El amigo François Rabelais fue franciscano, erasmista, casado, padre de dos hijos, médico, escritor, y benedictino, la misma orden del Padre Feijoo; se ríe de los calendarios que predicen el futuro en varias obras, particularmente en su “Almanaque perpetuo del maestro Don Alcofribas Nasier”, -que ya ha sido citado en esta sección-, donde hace grandes profecías, como que “el lúpulo de Picardía temerá un poco la helada, la avena hará un gran bien a los caballos, no habrá más tocino que cerdos…” todas ellas cumplidas puntualmente.
Más divertida es la anécdota que Benito Feijoo cuenta sobre la burla del Duque de Mantua a los estrelleros de su tierra; les pidió que pronosticaran el futuro de un bastardo de su casa que nacería próximamente. Era costumbre en la época que los hijos de nobles nacidos fuera del matrimonio recibieran cargos en la Iglesia, de modo que la respuesta fue positiva: el sujeto de la encuesta tendría graves responsabilidades eclesiásticas, lo que causó la hilaridad del Duque, ¡el bastardo a nacer en sus dominios era un mulo!