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domingo 24, noviembre 2024

¡La mare de Deu, el acosador!

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¡Era ya lo que nos faltaba! Como si hubiera poco lío en ciertas calles catalanas con esa historia de decorar con lacitos amarillos, retirar los lacitos amarillos que decoran, e intercambiar cariñosas bofetadas entre los patriotas de una y otra creencia, vamos a liarla más los asturianos. El 21 de agosto escribía Ana Solís en El Comercio: «En esta ocasión se puede ver perfectamente la Cruz de la Victoria amarilla sobre el color azul de la bandera asturiana, mientras el acosador de Nens del Vendrell ascendía escalando por encima de sus compañeros».

El amigo Vicente Morales, en su habitual espíritu de colaboración con esta página, me remite la información desde Guimarán, pacífica población de Carreño que antaño acogió a Clarín y fue capital del concejo de Carreño. La primera lectura del texto da para asustarse; con más detalle se observa que es una errata terrible, donde dice «acosador de Nens (niños)», debería decir, «acotxador», que es el buen hombre que empuja al casteller más pequeño para que remate.

En honor de mi amiga la periodista Ana Gaitero, que ayer mismo salía en una entrevista diciendo que no es tan difícil usar lenguaje inclusivo, puntualizo que en las peñas de castillos (colles castelleres) colaboran más mujeres cada día, que en el punto más alto es frecuente ver niñas, y que ahora la persona que remata lleva casco, después de un desgraciado accidente al desmoronarse una niña años atrás. No seamos vagos con la lengua, el castellano nos permite ser precisos sin grandes esfuerzos.

No pudimos coincidir con Ana en sus vacaciones asturianas, (lo prometido: queda pendiente una de sidra para la próxima), andábamos por tierras palentinas, entre otras cosas para ver la edición actual de Las Edades del Hombre, un montaje que para mi gusto va perdiendo valor con los años, pero en este caso nos permitía ver monumentos del riquísimo románico de Palencia que habitualmente están cerrados. En el Barrio de San Pedro, de Becerril del Carpio, merece la pena pararse en el Rollo de la Jurisdicción, ejemplo de la barbarie de la Justicia en tiempos pasados; la iglesia nos la explica Ernestina que tiene «la llave en su casa no se sabe desde cuando; mi familia hacía como de guardadora de los bienes de la Iglesia, lo que les pagaban y eso. Por ejemplo,allí teníamos las argollas del Rollo, donde se ataban los presos; para la Cuaresma la gente que quería comer carne y podía, pagaba la gula…»

Esta curiosidad lingüística de asociación de bula y gula, basada en la fartura de los pudientes, se da también frecuentemente en los pueblos asturianos. Ernestina nos explica todo con pasión y amor a su pueblo, nos permite subir por la escalera de madera tras el retablo, para ver en primer plano las muy interesantes pinturas, nos llama la atención sobre los capiteles recuperados y nos cuenta quién era San Babilés (esto para otra página). Pagamos por ello un euro, un modesto euro, «que no crean que es para mí, es para la Iglesia, que enseguida me piden que liquide cuentas; yo cobraré, si cobro, para enero o febrero». Le agradecemos profundamente su cariño, su sencillez y su entusiasmo.

El convento de Santa María la Real de Mave es hoy un hotel de cuatro estrellas, después de muchos avatares históricos. En la recepción nos regalan un folleto muy bien editado en líneas generales, si bien con un texto mejorable; el anónimo autor (me atrevo a apostar que no es autora) hace comentarios críticos, en vez de limitarse a exponer las bellezas turísticas, como es costumbre. Y claro, entonces se fija uno más; por ejemplo, y sin ánimo de ser picajoso, cuando comenta que este lugar fue conquistado por Alfonso I en 754, sería deseable que explicara que era la cabeza coronada del Reino de Asturias.

Si bien el convento fue afectado por la Desamortización en 1833, la iglesia conservó su función religiosa; le dedica el autor algunas perlas: «El altar mayor es de la peor calidad y de gusto moderno. No hay profanación como la de haber sustituido por él el que hubo de ser pieza arqueológica de primer orden». Otra frasecita para enmarcar: «Los altares hoy existentes, excepto del mayor y el de la Epístola que son sendos adefesios, pertenecen al estilo barroco del siglo XIII y no sirven sino para añorar los primitivos que tal templo encerraría» (sic)

Vamos a cerrar la página con un pequeño homenaje al amigo Morales, Don Vicente, para hacerle un poco la pelota y que siga enviando materiales. La foto que sigue ha sido tomada en una calle perpendicular al bien conocido Passeig de Mallorca, en Palma; se observará en ella la evolución de las distintas fases de la recuperación del idioma; incluso el polvo de los letreros permite hacer una especie de cata estratigráfica: El más antiguo en castellano, Bar Vicente, que la lengua local estaba directamente prohibida; más adelante, va recuperándose el mallorquí y una casa de cerveza le regala un toldo con la denominación que corresponde, Bar Vicens. Al día de hoy, mantiene las dos denominaciones, cumple con el bilingüismo y se ahorra conflictos con los parroquianos. Mucho mejor que los que se pegan por un quítame allá ese lacito.
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