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viernes 26, abril 2024

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Porque vivimos donde vivimos, nos gusta el ciclismo. Como bien se cuenta en las siguientes páginas, la Vuelta Ciclista a España nos ha permitido lucir nuestra tierra en todo su esplendor: montaña dura, clima impredecible, tremendo paisaje.
Por eso nos gusta vernos en la tele y que nos vean: porque podemos presumir. Y nos cautiva ver cómo los deportistas se dejan la piel para subir un puerto durísimo, simplemente por el reto de subirlo y arañar unos pocos segundos en una carrera que termina en llano. La Farrapona y el Angliru hablan de esfuerzo, de superación y de sufrimiento, como en otras ocasiones lo hacen los lagos de Covadonga o Fuentes de Invierno.
Las imágenes que se han visto este año retoman la esencia del ciclismo, del aficionado que deja el coche en la base de la montaña y tira cuesta arriba, para luego esperar horas, haga el tiempo que haga, sólo por la adrenalina de ver al ciclista durante unos segundos. Son gestas que exceden lo puramente deportivo y entran en lo social: la fiesta, lo pintoresco, el más difícil todavía. Y también, poniéndonos más serios, nos recuerda que el trabajo, si es duro y es honesto, todavía tiene algún valor. Que, como bien mostró el público en esos días, el esfuerzo debe recompensarse con el esfuerzo, y las cosas buenas no se consiguen sin sacrificio.
Con los tiempos que nos han caído en gracia, éstas no son lecciones que se puedan desaprovechar. Frente a la cultura del pelotazo y del dinero fácil, todavía quedamos los que pensamos que el empeño es importante. Asturias siempre ha sido un lugar de trabajadores duros y curtidos, que incluso han tenido que salir a buscarse la vida fuera cuando aquí había poco que hacer. Y esos valores que ahora nos intentan inculcar con calzador -sobriedad, austeridad, esfuerzo- aquí los hemos mamado históricamente. Son nuestros y están asimilados en la propia piel. La novedad era lo contrario.
También sabemos que si las gestas individuales son posibles, más lo son los logros de conjunto. Como decía cierto entrenador deportivo: “si todos nos levantamos temprano y nos ponemos a trabajar, en este país podemos hacer grandes cosas”. Por eso la grandísima mayoría de los asturianos no se identifica con los embrollos políticos que ya hace semanas que enfangan la vida pública, y que no sólo no aportan nada positivo, sino que entorpecen, retrasan y desmoralizan. Resulta francamente penoso ver cómo proyectos valiosos se enturbian por la idea errónea de la clase política, que entiende que el cargo otorga la propiedad sobre lo que es de todos los asturianos. Y las declaraciones cruzadas, los ataques, las descalificaciones, los chismes de pasillo no hacen más que dejar pasar un tiempo valiosísimo que debería invertirse en la construcción de Asturias. Es evidente que cuando uno está esforzándose al máximo por subir una cuesta, no tiene mucho tiempo para otros asuntos.
Y así, sin ánimo de ser simplistas y desdeñar los múltiples factores que entran en juego en esta crisis, queremos creer que es posible avanzar. Por eso nos gusta ver al ciclista dejarse las ansias en una pendiente imposible: porque nos demuestra que se puede. Y que una vez arriba, el paisaje vale la pena.

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