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lunes 25, noviembre 2024

Un premio de muchos kilos. Juan Núñez. Presidente de la Fundación Banco de Alimentos de Asturias

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El pasado mes de octubre la Federación de Bancos de Alimentos de España recibió en Oviedo el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia. De esta forma se reconoce una labor fundamental, que realizan anónimamente centenares de voluntarios y con la cual se combaten las crecientes cifras de pobreza.
En Asturias, el Banco de Alimentos coordinado por su presidente Juan Núñez es uno de los cincuenta y cuatro colectivos integrados en la Federación nacional.


-¿Qué proyección está teniendo el premio conseguido?
-Es un gran reconocimiento. Comparativamente, es como si a una empresa privada le conceden la Q de Calidad. Y nos está abriendo muchas puertas, no hay que hacer tantos esfuerzos de presentación, porque tienes un respaldo y ya hay una serie de cosas que se dan por hechas. Desde el momento en que se supo el fallo ya se empezó a notar el incremento de gente que quiere colaborar, es un empujón importante al trabajo diario.
-Aunque el galardón es para la Federación Española no deja de ser un reconocimiento a un trabajo en el ámbito local, y además dentro de España, que es algo inusual.
-La candidatura se promueve desde Asturias pero efectivamente lo que se presenta es la Federación Española de Bancos de Alimentos. Se barajó la posibilidad de presentar la Federación Europea pero no hubo tiempo material para hacerlo. Yo entiendo que la Fundación Príncipe de Asturias valoró, en este momento especial en el que estamos sufriendo la crisis, el trabajo que están haciendo los Bancos recuperando alimentos que de otro modo serían destruidos, y que con ello está cubriendo una necesidad básica -la alimentación- que un porcentaje de la población cada día más alto no puede cubrir completamente.
-A partir de 2008, que es más o menos cuando despunta la crisis económica, ¿cómo va variando el trabajo del Banco?
-Nuestro trabajo sigue siendo el mismo pero más, porque la demanda aumenta y hay que recoger más kilos. Lo que sí ha cambiado es el perfil del demandante de alimentos. Cuando empezamos aquí en Asturias básicamente eran transeúntes, personas desarraigadas o enfermos que no tenían donde vivir y pasaban por los albergues, comedores sociales, etc. Hoy la mayor demanda viene de personas normalizadas, familias en las que ambos se quedan en paro y tienen la hipoteca, la letra del coche, el colegio de los niños. Y con la prestación por desempleo no alcanza, eso los que la cobran. Son personas que tienen una vida normal, pero no les alcanza el dinero para comer. No acuden a una cocina económica y por tanto hay que buscar otras vías de llegar a ellos.

«La clase alta es más fuerte, la clase media desaparece y se convierte en clase baja, mientras que la clase baja queda ya totalmente en precario»

-¿Está desapareciendo la clase media en España?
-Sí. La clase alta es más fuerte, la clase media desaparece y se convierte en clase baja, mientras que la clase baja queda ya totalmente en precario.
-Socialmente ¿está cambiando la percepción de la pobreza? Al ampliarse el grupo de población que entra en esta categoría, ¿se está perdiendo el sentido de estigma que tenía en épocas anteriores?
-Sí, porque al cambiar la población que demanda las necesidades, cambia también la percepción. Ahora son personas distintas. Antes ¿quién demandaba un comedor social? Un transeúnte, una persona drogodependiente que estaba en la calle, alguien con problemas psiquiátricos, de desarraigo, etc. Ahora son personas como tú y como yo que si mañana nos quedamos en paro y no encontramos trabajo, empezamos a tener problemas para pagar la letra del piso y a la vez tener para comer.
-Al mismo tiempo que aumenta la demanda aumenta la solidaridad. ¿Está cambiando también el perfil de donantes?
-En general somos más conscientes de las necesidades porque todos tenemos un vecino cercano que lo está pasando mal, y somos generosos en esa consciencia. En las «Operaciones Kilo», que es donde estamos más en contacto directamente con los donantes, desde hace unos años duplicamos la recogida, porque el que puede y tiene medios, colabora. En cuanto a las empresas, las que tienen responsabilidad social corporativa mantienen esa obligación, ya que implicarse en temas sociales también aporta a su imagen un valor añadido; aunque algunas están pasando una situación complicada, les resulta difícil mantener la ayuda y bajan el listón.
-Muchas de las decisiones importantes en este terreno se toman a nivel europeo, como la que anuncia que en 2014 pueda desaparecer el Plan de Ayuda Alimentaria de la UE. ¿De qué forma debemos llegar hasta estos organismos?
-Con respecto al Plan de Ayudas estamos trabajando en ello, pero hay otro tema que también nos preocupa en el ámbito de la Unión Europea, relacionado con el tema de los excedentes alimentarios. En este momento cualquier alimento que haya sido manipulado no se puede recuperar, ni siquiera el Banco de Alimentos, a pesar de que tenemos la capacidad logística para recogerlo y ponerlo al alcance de personas que lo necesitan. Hablamos de los excedentes: por ejemplo de esa pieza de jamón que se empieza un viernes y que el lunes no estará en condiciones óptimas para la venta y habrá que tirarla entera, sin que nadie pueda aprovecharla. Nosotros podríamos ocuparnos cuando aún está en buen estado, sin embargo legalmente no es posible. Queremos que se cambie esa ley, que los políticos peleen en Europa, porque en momentos de crisis esos excedentes no se pueden hacer desaparecer. La gente no entiende que un supermercado o una industria no sólo deba tirar sus excedentes al contenedor, sino que están obligados a destruirlos, porque si alguien lo aprovecha y resulta estar en mal estado, pueden ser objeto de denuncia. Hay que cambiar la legislación, porque tenemos mucho margen para recuperar esos alimentos.

«Ha cambiado el perfil del demandante de alimentos. Son personas que tienen una vida normal, pero no les alcanza el dinero para comer»

-En cada provincia española hay un Banco de Alimentos. ¿Qué tal funciona el de Asturias con respecto al conjunto nacional?
-Somos cincuenta y cuatro Bancos de Alimentos. Algunos, como el de Barcelona, que fue el primero que se fundó, funcionan muy bien, tienen una estructura muy rodada; otros son bancos pequeños que acaban de empezar y no tienen ni un almacén, están usando un trastero y lo llevan dos personas. En Asturias todos venimos del mundo de la empresa e intentamos hacer una gestión lo más profesional posible del Banco como estructura, además gran parte de los patronos habían trabajado en otras ONGs; así que unimos por un lado, la profesionalidad empresarial y por otro lado, una sensibilidad. Creo que el trabajo está bastante bien compensado, aunque nos falta mucho por hacer porque como hay que hacerlo todo de forma consensuada, los procesos son mucho más lentos. Cuando pase todo el revuelo del premio tenemos previsto hacer un organigrama más definido, mejorar la diversificación del trabajo y las responsabilidades, perfeccionar el trabajo como se haría en cualquier empresa.
-¿Se puede entender como una empresa familiar?
-Sí, trabajamos con criterio empresarial, pero por encima de todo están las personas, así que tenemos una forma familiar de hacer las cosas.
-¿Cuál es el perfil de la gente que forma este equipo?
-Muy variado, porque se pueden hacer muchas tareas diferentes. En el almacén son todos jubilados y prejubilados, que mantienen abierto el Banco en horario laboral; en el resto hay de todo, y nos vamos acomodando como podemos en función del trabajo de cada uno.
Actualmente hay diez patronos, más de veinte personas entre el almacén y encargados de operaciones kilo, y sumando a otros voluntarios podemos ser más de cien personas las que movemos el Banco.
-¿Qué mejoras harían posible un mejor funcionamiento?
-Necesitamos una nave. Ahora mismo estamos de alquiler en una que cubre las necesidades, pero supone un gravamen estar pensando que todos los meses hay que pagar la renta, buscar las subvenciones para cubrir los gastos de gasoil, los seguros, etc. Es algo por lo que estamos peleando hace años. No necesitamos una nave en propiedad, pero sí que nos dejen una de forma estable, para que podamos estar despreocupados del coste económico que supone.

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