Dentro del agua se siente como en casa. Le pasaba desde que era pequeña y así sigue a sus 70 años, por eso no ha sorprendido que esta nadadora de El Franco regrese del Campeonato Europeo máster de Salvamento y Socorrismo cargada de medallas.
La vida de María Antonia siempre ha girado en torno al mar. Fue la primera mujer socorrista del Cantábrico y con 22 años empezó a trabajar en la playa de Perlora. Después continuó por las playas del Occidente asturiano, donde ha enseñado a nadar a muchos niños. La nadadora es muy querida en su concejo natal, El Franco, donde ya le han hecho varios homenajes y donde continúa muy activa participando en el Club de Natación Mar Abierto.
El pasado mes de septiembre María Antonia viajó a Torrevieja para participar en el Campeonato Europeo en la categoría + 70, donde una vez más demostró sus aptitudes para el salvamento y socorrismo. Lo hizo formando parte del Club Aqua SOS Burgos, y regresó con la satisfacción del deber cumplido y una maleta llena de medallas: dos oros, tres platas y tres bronces, además de otras diez (ocho oros y dos platas) correspondientes al campeonato de España. «Fui muy nerviosa, me costaba mucho dormir, porque para mí es una gran responsabilidad representar a Viavélez y al concejo de El Franco. Los nervios solo se me quitaban cuando entraba en el agua. Tenía que haber dormido en la bañera».
Ésta es la segunda vez que la franquina participa en estos campeonatos, desde que Isabel García Sanz, presidenta de la Federación Española de Salvamento y Socorrismo, la conoció y no dudó en apoyarla en su trayectoria.
«En Asturias no hay Federación de Salvamento y Socorrismo, y desde el Principado no me han apoyado. Por eso he competido en los Europeos con un club de Burgos. Cuando me preguntan de dónde soy siempre digo que de El Franco y de Viavélez»
-Fue la primera mujer socorrista del Cantábrico, en una época en la que trabajos como éstos estaban copados por hombres ¿Cómo fue esa decisión?
-En mi familia éramos doce hermanos, y uno de ellos se ahogó en la playa de Pormenande cuando yo tenía ocho años. Estaba en la escuela cuando me avisaron. Cuando llegué a la playa no me lo podía creer y le dije a mi madre: «mamá, cuando sea mayor yo voy a sacar a la gente del fondo del agua».
-Y ha cumplido la promesa.
-En realidad, entonces no me expresé correctamente porque si sacas a alguien del fondo del agua probablemente ya se ha ahogado. Yo he realizado alrededor de cuarenta rescates y nunca se me ha muerto nadie. Siempre fui muy cuidadosa, y reñía a la gente cuando se marchaba lejos o a zonas peligrosas. En esta profesión lo que haces es cuidar a la gente.
-¿Hay algún rescate que recuerde especialmente?
-Sí, el de mi marido Lino. Yo estaba con unas amigas cogiendo oricios, iba vestida de calle con mis pantalones vaqueros cuando una de ellas me avisó de que veía a una persona flotando en el agua. Me tiré vestida al agua, cuando llegué y vi que era él me quedé fría. Había ido con unos amigos a hacer pesca submarina y al acercarme ya estaba hinchado y empezando a ponerse negro. Cogí su cuchillo, le corté el neopreno y con mucho esfuerzo lo remolqué. Al llegar a la orilla di indicaciones a los de playa sobre cómo reanimarlo, porque yo estaba agotada.
-¿Como reaccionaba la gente al ver a una mujer en el puesto de salvamento, en los primeros tiempos?
-Era algo que chocaba mucho y tenía que oír de todo, había gente con muy poca educación. Un día que estaba con otro socorrista tuvimos que hacer un rescate de dos personas que estaban en el agua. Cuando me acerqué al que estaba peor me di cuenta de que era un cabronazo que anteriormente me había insultado en la playa. Lo saqué del agua y me dijo: ‘nunca volveré a hablar mal de las mujeres’. Después quería que yo cenara con ellos, pero no quise, me habían dolido sus palabras.
«Cuando tenía 11 o 12 años salía nadando de Viavélez e iba hasta Pormenande, que son algo más de tres kilómetros. Todo fue bien hasta que mi madre se enteró, entonces me llevé muchas panaderas«
-Tampoco encontraría muchos apoyos en casa para dedicarse a esto.
-Bueno, yo estaba todo el día en el mar. Cuando tenía 11 o 12 años salía nadando de Viavélez e iba hasta Pormenande, que son algo más de tres kilómetros. Todo fue bien hasta que mi madre se enteró, entonces me llevé muchas panaderas, pero al final me dejó por imposible. Cuando tenía 17 años, en el Descenso del Navia se fijó en mí Adolfo Carbajosa, entrenador del Club de Natación Santa Olaya de Gijón. Preguntó «¿quién es esa chica que nada sola?». Me fichó para el club y me ayudó muchísimo, siempre le estaré agradecida.
-¿Por qué ha participado en estos campeonatos europeos con un club de Burgos?
-En Asturias no hay Federación de Salvamento y Socorrismo así que Isabel García Sanz me metió en Aqua SOS Burgos para poder competir. Lo de Asturias es un desastre, no te apoyan nada. Yo sólo he contado con la gente de Viavélez y la ayuda del Ayuntamiento de El Franco. Cecilia, la alcaldesa, vale un tesoro, incluso viajó conmigo a Torrevieja. Así que cuando en los campeonatos me preguntan de dónde soy siempre digo que de El Franco y de Viavélez.
-¿Supuso mucho esfuerzo preparar esta competición?
-Me entrenaba en la playa de Pormenande, donde voy a nadar a diario, y luego me peleaba con un muñeco en la piscina de Ribadeo, porque unas de las pruebas más complicadas era la de sacar a un maniquí de 90 kilos del agua sin que su cabeza se sumerja. Otras requerían correr por la playa, nadar llevando una especie de tablas de surf, o lo que se conoce como 100 metros obstáculos, una inmersión jodida en la que tienes que pasar por debajo de una red sin tocarla.
-A pesar de lo fría que está el agua en invierno no ha perdido la costumbre de salir a nadar sola.
-Sí, salgo también en invierno. No tengo miedo, cuando me toque me gustaría morir en el agua y que mis cenizas sean arrojadas al mar.